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Mons. Robert Flock: “Adviento es un tiempo para examinar la propia vida, para experimentar el perdón”

Prensa CEB 06.12.2022.- Desde la Diócesis de San Ignacio de Velasco, su obispo Mons. Robert Flock, reflexiona sobre el tiempo de Adviento, asegurando que, “Adviento es un tiempo para examinar la propia vida, para buscar el confesionario, para confesar los pecados, para experimentar el perdón, para preparar el camino del Señor, primero en el alma, para que luego Jesús se sienta bienvenido en nuestras casas”.

A continuación invitamos a leer la homilía completa:

Segundo Domingo de Adviento – 4 de diciembre de 2022

Preparen el camino del Señor.

Queridos hermanos en Cristo.

He observado que han empezado a armar los adornos navideños aquí en la plaza principal; me imagino que va a ser muy bonitos como en otros años. Aunque tengo que decir que me cae muy raro cuando en estas tierras veo hombres de nieve y trineos de papa Noel, que representan un evidente avasallamiento cultural. En mi tierra natal ya es invierno, hay muchos pinos y nada de palmeras, y si no hay nieve para la Navidad, nos provoca cierta nostalgia. Pero sabemos que, desde la generosidad navideña de San Nicolás, hasta su deformación como Santa Claus, hubo más intereses comerciales que cristianos.

Con el Google se puede encontrar todo, pero al escribir “pesebre chiquitano”, aparecen muy pocas imágenes que reflejen nuestra especial cultura cristiana. Hay dos o tres del 2019 con referencia a los incendios de entonces. En cambio, es muy fácil encontrar figuras navideñas con rasgos de las culturas andinas. En mi primer paso por la Chiquitania, más o menos en 1990, compré en Concepción un juego navideño diseñado por el famoso arquitecto Hans Roth, que conservo hasta ahora; es una pequeña capilla con columnas talladas, con una hamaca colgado entre ellas para el niño Jesús; los pastores tienen chanchitos en vez de ovejitas. Además de José y María hay un burro y un toro tipo cebú. Dentro de poco me van a entregar un gran pesebre que se está tallando en San Miguel, que voy a poner en el salón del Obispado. Reproduce la fachada de nuestra catedral. Fue San Francisco de Asís que inventó el primer pesebre navideño, y lo hizo con personas y animales vivos para ayudar a la gente contemplar el misterio de la encarnación de Emanuel.

En el evangelio hoy escuchamos la exhortación de Juan Bautista: “Preparen el camino del Señor.” No se refiere a preparar pesebres y árboles navideños, mucho menos a la comercialización de la navidad. “Conviértanse, porque el Reino de los Cielos está cerca”. “Produzca el fruto de una sincera conversión”, porque “el árbol que no produce buen fruto será cortado y arrojado al fuego”.

Hoy día, me imagino, que Juan Bautista sería inmediatamente encarcelado con la prisión preventiva acusado de discriminación y racismo, porque calificó a los fariseos y saduceos como “raza de víboras”. De hecho, fue encarcelado y luego decapitado, no por racismo, ni siquiera por denunciar atrocidades, sino porque le dijo a Herodes, que cometía adulterio a convivir con su cuñada. Que bien, si el adulterio es un pecado común, no deja de ser pecado, y un pecado grave contra la dignidad humana, peor aun cuando los protagonistas son gobernantes que deberían dar ejemplo de madurez y rectitud. Si no son buenos y rectos con las relaciones íntimas, ¿cómo serán con el ejercicio de poder político?

Raza de Víboras”. Obviamente no se refiere a una raza genética o de herencia cultural como tal. Jesús mismo criticó a los fariseos y saduceos –normalmente enemigos entre sí —por su hipocresía. Supongo que se podría calificar a toda la humanidad como raza de víboras, porque desde que Adán y Eva en el jardín de Edén, hicieron caso a la serpiente y no a su Creador, tenemos una tendencia de optar por la astucia diabólica en vez de buscar la sabiduría divina.

Precisamente por esto, Juan Bautista, fue enviado como precursor de Jesús para preparar el camino del Señor, llamando a una sincera conversión. Quizás no sería mala idea, durante este tiempo de Adviento, antes de armar el pesebre, crear la escena de Juan Bautista predicando y bautizando a la gente humilde que confesaba sus pecados. Cuando escuchamos su armaga denuncia dirigida a los fariseos y saduceos, es fácil sentir una cierta alegría, al verlos desenmascarados, pero es mejor darse por aludido. Recuerda que, al apuntar un dedo adelante, hay por lo menos tres apuntando atrás. Así, el Adviento es un tiempo para examinar la propia vida, para buscar el confesionario, para confesar los pecados, para experimentar el perdón, para preparar el camino del Señor, primero en el alma, para que luego Jesús se sienta bienvenido en nuestras casas, sea como sea, que armemos nuestros pesebres y adornos navideños.

Mientras estamos en estas consideraciones, aquí en San Ignacio, estamos al mismo tiempo preocupados por el agua. Juan Bautista se ubicó estratégicamente sobre el Río Jordán. Los Jesuitas eligieron este lugar por el Guapomó; la represa original habiendo quedado al descubierto al bajar las aguas y achicarse la superficie de la laguna de 180 a apenas 40 hectáreas. Las causas son varias y conocidas: cambio climático por deforestación y contaminación a nivel mundial pero también local, pérdida de la cuenca por estancias ganaderas mal ubicadas que secuestran el agua antes que llega, desvío del agua de las lluvias para no llevar la basura de las calles a la represa, crecimiento de nuestra población y de nuestro consumo, tanto en el hogar como para las industrias que sostienen la economía local. Se puede perforar pozos y lo están haciendo, pero las aguas subterráneas tampoco son infinitas, por lo que sabemos que no bastarán parches para aliviar nuestra sed.

Queda por delante decisiones difíciles que nos afectan a todos. Tenemos en esta situación todas las condiciones para incendios, no solo forestales, sino sociales, enfrentándonos, como enemigos unos de otros, a luchar por un recurso que todos necesitamos. Si actuamos como “raza de víboras”, tendremos una guerra de agua. Mejor seamos hermanos de esta querida tierra chiquitana ignaciana. Ojalá podamos hacer una Alianza para el Agua, como personas bautizadas en el Río Jordán y no destinados al fuego inextinguible donde se quema la paja. Que en estos esfuerzos seamos ungidos, como profetizó Isaías, por “el espíritu del Señor: espíritu de sabiduría y de inteligencia, espíritu de consejo y de fortaleza, espíritu de ciencia, de piedad y del santo temor del Señor.” “Preparen el camino del Señor”.

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