Mons. Gualberti: “Que Dios nos conceda el don de la unidad y de la escucha, y seamos testigos de la esperanza con todos los Hnos. Sumidos en el dolor”
Prensa CEB 29.05.22. Mons. Gualberti: “Que Dios nos conceda el don de la unidad y de la escucha, y seamos testigos de la esperanza con todos los Hnos. Sumidos en el dolor”
Hoy domingo 29 de mayo, en la Solemnidad de la Ascensión del Señor, la Iglesia celebra la “*56 Jornada de las Comunicaciones Sociales y el Inicio de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos. Desde la Catedral, Mons. Sergio Gualberti, Administrador Apostólico de la Arquidiócesis, pidió que, “Dios nos conceda el don de la unidad y de la escucha recíproca, a fin de que, en nuestro mundo marcado por la indiferencia, los enfrentamientos, las injusticias, las divisiones y las guerras, seamos testigos de la esperanza y de la cercanía del Señor para con las víctimas de esas maldades y con todos los hermanos y hermanas sumidos en el dolor y el abandono”.
Ser testigos de Cristo muerto y resucitado en todos los ámbitos de nuestra existencia cotidiana y en la realidad del mundo de hoy es la misión de todos nosotros sus discípulos. Una tarea a llevar adelante a nivel personal y en comunidad, con todos los medios a nuestra disposición, incluidos los que nos ofrece la tecnología de la comunicación. Cumpliendo con este mandato, la Iglesia desde 56 años ha instituido la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales en esta fiesta de la Ascensión.
En esta fiesta de la Ascensión, el Evangelio nos presenta las últimas enseñanzas de Jesús resucitado a sus discípulos reunidos con Él en Jerusalén. Recurriendo a la Sagrada Escritura, el Señor les hace entender que su muerte y resurrección eran parte del plan de Dios para salvar a la humanidad. Además Jesús les promete que cuando ya no esté con ellos, les enviará, en nombre del Padre, el Espíritu Santo para que con su fuerza puedan cumplir su misión.
Luego, juntos se dirigen cerca de Betania y mientras Jesús los bendice se eleva al cielo, concluyendo así su misión terrenal. Su vuelta al Padre, del que había salido, no significa que Él se “ha ido para desentenderse de este mundo, sino que ha querido precedernos como cabeza nuestra para que nosotros, miembros de su cuerpo, vivamos la ardiente esperanza de seguirlo en su Reino”, así nos dice el prefacio de esta Eucaristía.
El Señor no nos deja solos, sino que, por medio del Espíritu Santo, sigue presente en nuestra vida para que gocemos de los frutos de la redención y de la gracia de la vida divina y para que nos convirtamos en testigos y misioneros del Señor Resucitado: “Por la fuerza del Espíritu Santo que descenderá sobre ustedes, serán mis testigos en Jerusalén… hasta los confines de la tierra”.
Ser testigos de Cristo muerto y resucitado en todos los ámbitos de nuestra existencia cotidiana y en la realidad del mundo de hoy es la misión de todos nosotros sus discípulos. Una tarea a llevar adelante a nivel personal y en comunidad, con todos los medios a nuestra disposición, incluidos los que nos ofrece la tecnología de la comunicación.
Cumpliendo con este mandato, la Iglesia desde 56 años ha instituido la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales en esta fiesta de la Ascensión.
El Papa Francisco este año nos regala un mensaje invitándonos a: “Escuchar con los oídos del corazón”. El año pasado nos había hablado sobre la necesidad de “ir y ver” para descubrir la realidad y poder contarla a partir de la experiencia de los acontecimientos y de los encuentros con las personas. Este año, su atención se centra sobre otro verbo, “escuchar”, aspecto decisivo en la comunicación y condición para un diálogo auténtico.
El Papa inicia diciendo que, “estamos perdiendo la capacidad de escuchar a quien tenemos delante, sea en la trama normal de las relaciones cotidianas, sea en los debates sobre los temas más importantes de la vida civil”.
El deseo ilimitado de ser escuchados que todos tenemos, “a menudo permanece escondido, pero interpela a todos los que están llamados a ser educadores, formadores o comunicadores: los padres y los profesores, los pastores y los agentes de pastoral, los trabajadores de la información y cuantos prestan un servicio social o político”.
En Biblia “la escucha… está esencialmente ligada a la relación y diálogo entre Dios y la humanidad. «Shema’ Israel – Escucha, Israel» (Dt 6,4),” es el inicio del primer mandamiento “que se propone continuamente en la Biblia, hasta tal punto que san Pablo afirma que «la fe proviene de la escucha» (Rm 10,17)”… La iniciativa es de Dios que nos habla, y nosotros respondemos escuchándolo; “por una parte está Dios, que siempre se revela comunicándose gratuitamente; y por la otra, el hombre, a quien se le pide que se ponga a la escucha”.
Pero, no basta escuchar, sino que hay que acoger la Palabra con el corazón “bien dispuesto y bueno” y custodiarla fielmente para gozar de los frutos de vida y de salvación.
Para una comunicación verdadera con Dios y con los otros, hay que escuchar con el corazón, escucharse a sí mismo, a las exigencias verdaderas que están inscritas en lo íntimo de toda persona.
Sin embargo, hay una sordera interior peor que la sordera física. El Papa también alerta ante la “tentación siempre presente y que hoy, en el tiempo de las redes sociales, parece haberse agudizado; es la de escuchar a escondidas y espiar, instrumentalizando a los demás para nuestro interés. Por el contrario, lo que hace la comunicación buena y plenamente humana es precisamente la escucha de quien tenemos delante, cara a cara, la escucha del otro a quien nos acercamos con apertura leal, confiada y honesta.
La falta de escucha, que experimentamos muchas veces en la vida cotidiana, es evidente también en la vida pública, en la que, a menudo, en lugar de oír al otro, lo que nos gusta es escucharnos a nosotros mismos. Esto es síntoma de que, más que la verdad y el bien, se busca el consenso; más que a la escucha, se está atento a la audiencia. La buena comunicación… presta atención a las razones del otro y trata de hacer que se comprenda la complejidad de la realidad…
En la verdadera comunicación, en cambio, tanto el tú como el yo están “en salida”, tienden el uno hacia el otro. Escuchar es, por tanto, el primer e indispensable ingrediente del diálogo y de la buena comunicación…
Escuchar diversas fuentes, “no conformarnos con lo primero que encontramos”… asegura fiabilidad y seriedad a las informaciones que transmitimos. Escuchar más voces, escucharse mutuamente, también en la Iglesia, entre hermanos y hermanas, nos permite ejercitar el arte del discernimiento”.
La escucha verdadera exige paciencia y esfuerzos, en especial con los interlocutores más difíciles, con el fin de obtener el mayor bien posible en condiciones de limitación de la libertad.
“También en la Iglesia hay mucha necesidad de escuchar y de escucharnos… Nosotros los cristianos olvidamos que el servicio de la escucha nos ha sido confiado por Aquel que es el oyente por excelencia, a cuya obra estamos llamados a participar. «Debemos escuchar con los oídos de Dios para poder hablar con la palabra de Dios».
El… primer servicio que se debe prestar a los demás en la comunión consiste en escucharlos. Quien no sabe escuchar al hermano, pronto será incapaz de escuchar a Dios. La comunión no es el resultado de estrategias y programas, sino que se edifica en la escucha recíproca entre hermanos y hermanas”.
Escucharnos entre todos como hermanos, son las palabras que nos animan en particular hoy, al inicio de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos. Agradezco sinceramente a los representantes de las Iglesias y denominaciones cristianas que están entre nosotros esta mañana en signo de nuestro caminar juntos hacia el cumplimiento del mandato del Señor: “Que todos sean uno, para que el mundo crea”.
En fraternidad y profunda comunión de espíritu, oremos al único Dios y Señor en quien todos creemos, para que nos conceda el don de la unidad y de la escucha recíproca, a fin de que, en nuestro mundo marcado por la indiferencia, los enfrentamientos, las injusticias, las divisiones y las guerras, seamos testigos de la esperanza y de la cercanía del Señor para con las víctimas de esas maldades y con todos los hermanos y hermanas sumidos en el dolor y el abandono. Amén