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May

Mons. Arana: “Como obispos, comprometemos nuestras acciones para apoyar a las víctimas, escuchándolas y acompañándolas”

Prensa 28.05.2023.- Hoy, fiesta de Pentecostés, desde la Basílica Menor de San Francisco en la ciudad de La Paz, el monseñor Giovani Arana, obispo de la Diócesis de El Alto y Secretario General de la Conferencia Episcopal Boliviana, reiteró el compromiso de los obispos de Bolivia en acciones para apoyar a las víctimas de abuso sexual, escuchándolas, acompañándolas “procurando que puedan reconstruir su vidas, sabiendo que el abuso provoca heridas muy profundas”. Asimismo, se comprometen a denunciar e investigar los hechos y buscar que, tanto dentro de la Iglesia como en la sociedad civil, “se haga justicia con un decidido compromiso de trabajo en la prevención y protección de los menores”.

En su mensaje, el obispo habló sobre la necesidad de unidad como un desafío para el mundo y la Iglesia, ya que la división genera males y conflictos que obstaculizan la convivencia adecuada. El monseñor Arana pidió que la venida del Espíritu Santo “signifique para todos nosotros como bolivianos el tener el valor para defender y acompañar a las víctimas de toda forma de violencia, sobre todo sexual, y buscar justicia y dejar de lado enfrentamientos y enemistades, que, por el contrario, seamos capaces de construir una sociedad unida en base a la tolerancia, respeto y aceptación del otro, aun cuando no comulguemos política, religiosa o ideológicamente, o incluso cuando seamos de orígenes diferentes, oriente, valle, occidente; que aprendamos a dialogar en base al respeto, porque es desde la diversidad que seremos capaces de construir una sociedad que busque el bien de todos”.

El Secretario General de la CEB reflexionó sobre la presencia del Espíritu Santo, que “permite salir de nuestros egoísmos e intereses personales para pensar en los demás”, alentando a trabajar por el bien de los demás y no por beneficio propio. “La misión de la Iglesia durante siglos ha sido que, en su tarea evangelizadora, va realizando también numerosas obras en salud, educación, promoción humana, defensa de los derechos humanos y cuidado de los pobres y vulnerables”, sostuvo.

“Dentro de la Iglesia hay personas que, llevados por el pecado, han abusado a menores. Eso es un crimen frente a la sociedad y frente a la Iglesia un grave delito que todos debemos enfrentar, porque, además, y lo decimos con pesar, este flagelo no solo ocurre dentro de la Iglesia, sino también en diferentes ámbitos de nuestra sociedad; estas acciones están lejos del proceder de aquel Espíritu Santo que busca el bien de todos, el bien común”, señaló.

Refiriéndose a las noticias de las últimas semanas, dijo que “en el interior de la Iglesia se han cometido abusos a menores; hemos pedido perdón, sabemos que no es suficiente, por eso debemos comprometernos todos a hacer todo lo que esté a nuestro alcance para evitar que hechos tan terribles se repitan o queden en la impunidad”, alentó, exhortando a trabajar juntos para crear ambientes sanos y seguros para niños, adolescentes, jóvenes y toda persona vulnerable.

“Y digo trabajar juntos porque la lucha contra el abuso sexual conlleva un cambio profundo en cada uno de nosotros para estar siempre atentos a cualquier peligro que corran niños, jóvenes o personas vulnerables”, reiteró.

Asimismo, el monseñor Giovani Arana aseguró el compromiso de los obispos en acciones para apoyar a las víctimas, denunciar e investigar los hechos y buscar que tanto dentro de la Iglesia como en la sociedad civil se haga justicia, además, de un decidido compromiso de trabajo en la prevención y protección de los menores.   

HOMILÍA

DOMINGO PENTECOSTÉS

28 de mayo 2023

  • Hermanos y hermanas, sean nuevamente todos bienvenidos a esta celebración de domingo, saludamos muy afectuosamente a quienes también nos siguen por los diferentes medios de comunicación social a lo largo de nuestro país, incluso traspasando fronteras. Hoy celebramos, como Iglesia, el domingo de Pentecostés: 50 días han transcurrido desde la Pascua y la promesa de Jesús se cumple, nos envía el Espíritu Santo. Además, hoy con la Solemnidad de Pentecostés concluimos el tiempo Pascual para dar paso desde el día de mañana al Tiempo Ordinario.
  • Estos días ha resonado en nuestras asambleas litúrgicas la petición “Ven Espíritu Santo”, pues sabemos que con su presencia y ayuda las cosas son diferentes; es el Espíritu Santo que nos ayuda a ser verdaderos discípulos de Jesús; es el Espíritu Santo que nos anima a y envía a la Misión; es el Espíritu Santo que nos regala valentía frente a las dificultades y adversidades; es el Espíritu Santo que nos permite vivir nuestra relación paternal con Dios. En suma, es el Espíritu Santo que da sentido a toda nuestra vida.
  • Los textos de hoy nos ayudan a comprender aquello que hasta ahora hemos dicho en la primera lectura tomada del libro de los Hechos de los Apóstoles, que nos relata un acontecimiento, el de Pentecostés. Dice el texto: “Al llegar el día de Pentecostés”, era una fiesta judía en la que celebraban la acción de gracias por la cosecha recogida; poco a poco, también se añadió otro sentido que fue parte de la historia del Pueblo de Israel: recordar la Alianza en el Monte Sinaí cincuenta días después de la salida de Egipto. Cierto que Lucas, en el libro de los Hechos de los Apóstoles, quiere darle este nuevo sentido cristiano, además, debemos decirlo, es un acontecimiento que no lo debemos vivir separadamente de otros dos: la Resurrección y la Ascensión de Cristo a los cielos, ya que Jesús resucitado, después de retornar al Padre, son quienes nos envían el Espíritu Santo.
  • Otro aspecto que vale la pena remarcar es aquello que producirá la venida del Espíritu Santo. Dice el texto: “Todos quedaron llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en distintas lenguas, según el Espíritu les permitía expresarse”, y continua el relato diciendo que habían ahí “venidos de todas las naciones del mundo”, vemos cómo aun cuando había personas de diferentes lugares y, por lógica y lo da a entender el texto, hablaban también diferentes lenguas, la presencia del Espíritu Santo hace que desde esa diversidad que en sí es también don e impulso del Espíritu Santo, se cree igualmente una unidad, ya que el hecho de la diversidad de lenguas no se convertía en un obstáculo, sino que se comprendían todos aun hablando diferentes idiomas. Aquí la diferencia se convierte en riqueza.
  • La unidad ha sido siempre un desafío para el mundo y la Iglesia, porque a raíz de la división es que se generan otros males y flagelos que no permiten una adecuada convivencia. El mensaje que podemos recoger es que el hecho de que exista diversidad no debe en ningún caso significar desunión o descomunión, el hecho que exista diferencias no debe provocar intolerancia ni división, es el Espíritu Santo que como un don permite que exista unidad aun en medio de la diferencia y diversidad; es el Espíritu Santo que nos ayuda a vivir dentro de la tolerancia y el mutuo entendimiento, entendimiento que, además, nace por el hecho de que gracias a la ayuda del Espíritu Santo somos también capaces de aceptar al otro y no verlo como rival o enemigo; gracias al Espíritu Santo la diferencia se aprovecha para complementarnos unos con otros.
  • Pidamos en este día en que vivimos un nuevo Pentecostés, que la venida del Espíritu Santo signifique para todos nosotros como bolivianos el tener el valor para defender y acompañar a las víctimas de toda forma de violencia, sobre todo sexual, y buscar justicia y dejar de lado enfrentamientos y enemistades, que, por el contrario, seamos capaces de construir una sociedad unida en base a la tolerancia, respeto y aceptación del otro, aun cuando no comulguemos política, religiosa o ideológicamente, o incluso cuando seamos de orígenes diferentes, oriente, valle, occidente; que aprendamos a dialogar en base al respeto, porque es desde la diversidad que seremos capaces de construir una sociedad que busque el bien de todos, como nos lo dice San Pablo en la segunda lectura: “En cada uno, el Espíritu se manifiesta para el bien común”. La presencia del Espíritu Santo nos permite salir de nuestros egoísmos e intereses personales para pensar en los demás, para trabajar por el bien de los demás y no por beneficio propio. La misión de la Iglesia durante siglos ha sido que, en su tarea evangelizadora, va realizando también numerosas obras en salud, educación, promoción humana, defensa de los derechos humanos y cuidado de los pobres y vulnerables.
  • Y debemos reconocerlo también, como lo hemos ido escuchando estos días, que dentro de la Iglesia hay personas que, llevados por el pecado, han abusado a menores. Eso es un crimen  frente a la sociedad y  frente a la Iglesia un grave delito que todos debemos enfrentar, porque además, y lo decimos con pesar, este flagelo no solo ocurre dentro de la Iglesia, sino también en diferentes ámbitos de nuestra sociedad, estas acciones están lejos del proceder de aquel Espíritu Santo que busca el bien de todos, el bien común, por eso es también necesario pedir hoy esa presencia en nuestras vidas del Espíritu Santo, que, como lo hemos escuchado en la secuencia, le pedimos “Suaviza nuestra dureza, elimina con tu calor nuestra frialdad, corrige nuestros desvíos”.
  • El evangelista san Juan nos presenta un texto, diríamos, postpascual, es decir, un texto que forma parte de los relatos de las apariciones después de la Resurrección de Jesús. Algunos elementos que quisiera subrayar a continuación nos dicen que: “Los discípulos se encontraban con las puertas cerradas por temor”. ¿Qué había ocurrido? Jesús había sido llevado a un juicio injusto que terminó con su muerte en la cruz, entregando así la vida por nosotros. Al principio los discípulos tenían miedo a pasar por lo mismo, ya que sabían que también se buscaba a quienes eran parte del grupo de Jesús; debemos saber que el miedo, queridos hermanos, nos paraliza, nos lleva a escondernos, a encerrarnos, a acallar la misión que tenemos de anunciar la Buena Noticia, por eso debemos siempre buscar no caer en ese miedo atemorizante, en ese miedo paralizador que busca callar nuestra voz. Aun frente a la persecución o a la calumnia infundada, debemos manifestar valentía.
  • Podemos preguntarnos ¿de dónde nos viene esa valentía? y la respuesta es evidente: de la presencia de Jesús en medio de nosotros. Dice el texto del evangelio de hoy: “Llegó Jesús y, poniéndose en medio de ellos, les dijo: «¡La paz esté con ustedes!»”, la paz que Jesús anuncia no es una paz como la del mundo que busca ausencia de problemas, no significa que no pasemos por dificultades, la paz que nos anuncia Jesús es su presencia, presencia que nos ayuda a superar momentos difíciles, presencia que nos anima a continuar anunciándolo, por eso es que se pone en medio de ellos. Ese estar en medio no es solo una simple referencia de ubicación, es la afirmación categórica de que si ponemos a Jesús en medio de nuestra vida, en medio de nuestra comunidad, los miedos se alejan y surgirá la valentía para llevar adelante nuestra misión como discípulos y como Iglesia.
  • Además, dice el texto: “Mientras decía esto, les mostró sus manos y su costado”, unas manos y un costado que todavía contaban con las huellas de su pasión de todo aquello por lo que había sufrido. Estas semanas hemos sido testigos de que en el interior de la Iglesia se han cometido abusos a menores; hemos pedido perdón, sabemos que no es suficiente, por eso debemos comprometernos todos a hacer todo lo que esté a nuestro alcance para evitar que hechos tan terribles se repitan o queden en la impunidad; debemos trabajar juntos desde lo que nos toca hacer para crear ambientes sanos y seguros para niños, adolescentes, jóvenes y toda persona vulnerable, y digo “trabajar juntos” porque la lucha contra el abuso sexual conlleva un cambio profundo en cada uno de nosotros para estar siempre atentos a cualquier peligro que corran niños, jóvenes o personas vulnerables. No ayuda si son solo algunos los que se comprometen, ya que, como lo decía el Papa Francisco: “El abuso sexual por parte del clero y su encubrimiento ha dejado una herida indeleble en el Cuerpo de Cristo, la Iglesia, debido al daño causado a tantas personas”. Como obispos, comprometemos nuestras acciones para apoyar a las víctimas, escuchándolas y acompañándolas, procurando que puedan reconstruir su vidas, sabiendo que el abuso provoca heridas muy profundas. Además, nos comprometemos a denunciar e investigar los hechos y buscar que tanto dentro de la Iglesia como en la sociedad civil se haga justicia con un decidido compromiso de trabajo en la prevención y protección de los menores.   
  • En el relato del evangelio, Jesús por segunda vez concede la paz a sus discípulos, y en esta oportunidad también los envía, infundiendo en ellos el Espíritu Santo. Dice el texto: “Les dijo de nuevo: «¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes»”.E inmediatamente continua: “Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió: «Reciban al Espíritu Santo»”. Aquí tenemos algunos elementos que vale la pena los consideremos: la paz de Jesús, su presencia en nuestra vida, nos impulsa a comunicarla, porque es una presencia trasformadora, una presencia que consigue cambiar nuestra vida, darle sentido y eso quien lo vive auténticamente no podrá callar. En el contexto del relato, estamos hablando además de la presencia del Resucitado. Decíamos al principio que hoy concluye el tiempo de Pascua, hemos experimentado 50 días de encuentro gozoso con el Cristo Resucitado, toca ahora comunicarlo, toca anunciarlo en lo cotidiano de nuestra vida y, para ello, el mismo Jesús sopla en nosotros el Espíritu Santo, aquel Espíritu Santo que nos impulsa a ser misioneros, a comunicar la nueva vida que brota del acontecimiento de la Resurrección y que se concretiza en la presencia del Espíritu Santo sobre la Iglesia.
  • Recordemos que el entusiasmo evangelizador y misionero de las primeras comunidades no habría sido posible sin la fuerza del Espíritu del Resucitado; esta fuerza y presencia que les hace salir del miedo, que les hace realizar milagros en nombre de Cristo, que les hace dar testimonio con su propias vidas, aun incluso, en un contexto adverso de persecución. En este sentido, nunca como ahora es que debemos unir nuestras voces para decir como comunidad de creyentes: “Señor, envía tu Espíritu y renueva la faz de la tierra”.
  • No quiero finalizar esta reflexión sin hacer referencia a lo que ayer celebramos, el Día de las Madres. Aunque un día después, expreso una felicitación a cada una de las madres que están presente en esta celebración y aquellas madres que nos siguen por los diferentes medios de comunicación. Dios bendiga sus vidas y que su ejemplo de entrega, fidelidad y amor, sea debidamente reconocido. Quiero, además, agradecer su presencia maternal en la Iglesia, la contribución que hacen, por un lado, educando en la fe a los hijos y, por otra, apoyando en la evangelización, que es una aporte muy apreciado. Decía el Papa Francisco: “Las madres saben testimoniar siempre, incluso en los peores momentos, la ternura, la dedicación, la fuerza moral. Son ellas frecuentemente las que transmiten el sentido más profundo de la práctica religiosa”. Recordemos también a las madres que se fueron al cielo, las encomendamos en esta Eucaristía, que la Virgen María Madre de Dios y madre nuestra interceda por nosotros y por todas las madres, que al igual que en Pentecostés desde el Cenáculo invoque para la Iglesia al Espíritu Santo, para que nos renueve, impulse y anime nuestra la misión.    

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