Iglesia llama a todos a buscar la fraternidad universal y la reconciliación
Prensa CEB 20.04.2023.- En su discurso de inauguración de la CXII Asamblea de Obispos de Bolivia, pronunciado este miércoles, desde la casa de retiros Cardenal Clemente Maurer, el presidente de la Conferencia Episcopal Boliviana, Mons. Aurelio Pesoa Ribera OFM, destacó el contexto mundial actual, marcado por la incertidumbre, la amenaza de la guerra, el poder desmedido y la violación de los derechos humanos, alentando a buscar una justicia al servicio de la verdad y del pueblo, la libertad para amar y la verdad.
La autoridad eclesial dijo que el sistema de justicia no sirve a los necesitados, los pobres, al pueblo, sino solo a “intereses de los poderosos en sus pretensiones económicas o de poder”, asegurando que la justicia al servicio de la verdad y del pueblo ha retrocedido en el mundo entero, y “nuestro país no está exento de esta realidad de una justicia manipulada, amañada y amenazante para los inocentes”.
El Monseñor Aurelio se refirió al retroceso de la libertad, que se muestra en la imposición de los intereses visto en los currículos escolares. “Hemos perdido capacidad de diálogo, consenso y llegar a contenidos de enseñanza que representen en verdad a los padres de familia, que andan marginados y sin que se tenga en cuenta su derecho a la educación de sus hijos”, señaló.
El obispo aseguró que vivimos situaciones de preocupante limitación de la libertad de los seres humanos, “libertad de opinión y expresión, libertad para la protesta, libertad para disentir, para pensar diferente, para votar sin presiones, para no ser discriminados por razón de raza, sexo, género o condición social o religión”, mencionó exhortando a la búsqueda de una libertad para amar, como explica el Papa Francisco: “La libertad guiada por el amor es la única que hace libres a los otros y a nosotros mismos, que sabe escuchar sin imponer, que sabe querer sin forzar, que edifica y no destruye, que no explota a los demás para su propia conveniencia y les hace el bien sin buscar su propio beneficio” (Papa Francisco. Audiencia General del Miércoles, 20 de octubre de 2021).
En su discurso, el Monseñor Pesoa pidió no ser esclavos de la violencia, y recordó a la pequeña Yhurayma, recientemente secuestrada y asesinada en Coripata; dijo que ella representa a tantos otros niños y niñas, mujeres y varones, víctimas de la violencia de este mundo.
En medio de este panorama sombrío, alentó a la esperanza, a renovar la fe en Cristo resucitado y a salir a anunciarlo a todos los hombres y mujeres de buena voluntad. Por último, pidió a Dios que “nos ayude a caminar hacia una humanidad y una Bolivia unida, reconciliada y fraterna”.
INAUGURACION, CXII ASAMBLEA DE OBISPOS DE BOLIVIA.
Cochabamba, abril de 2023
Bienvenidos hermanos Obispos a esta CXII (Centésima décima segunda) asamblea. Es una bendición de Dios encontrarnos en ambiente de fraternidad episcopal, en pleno tiempo pascual, para vivir una experiencia de sinodalidad, reflexionando juntos sobre la actividad pastoral de la Iglesia en Bolivia y las dificultades que afectan a nuestro pueblo.
Saludo fraternalmente a su Eminencia el Cardenal Toribio Porco Ticona. Saludo y felicito al nuevo Obispo de la Diócesis de Coroico: Mons. Juan Carlos Huaygua Oropesa, O.P. A Mons. Juan Vargas Aruquipa, quien ha culminado una fructuosa misión al servicio de la Iglesia en Bolivia y a la iglesia de Coroico, en particular.
Saludo también a los representantes de los distintos sectores de la Iglesia, a los colaboradores de la Conferencia Episcopal, a los medios de comunicación y a todo el Pueblo de Dios.
UN CONTEXTO MUNDIAL SOMBRÍO
Celebramos nuestra CXII (Centésima décima segunda) Asamblea de Obispos en un contexto de anuncio de la Resurrección de Cristo, que abre a la esperanza en medio de situaciones de incertidumbre y temor como las que estamos viviendo como seres humanos.
Vivimos en una situación histórica en la que la amenaza de la guerra entre hermanos y tantas situaciones de búsqueda de poder desmedido, intereses personales que amenazan la libertad, injusticia y violación de derechos humanos, son situaciones que, aunque parecían superadas, reaparecen en el contexto nacional e internacional, como una realidad que amenaza el bienestar y la felicidad en el planeta.
El sueño de Dios de una humanidad reconciliada en el amor y la fraternidad universal, lamentablemente, lo vemos, todavía más lejos que en el comienzo del segundo milenio. Por un momento nos pareció a los seres humanos que era posible un mundo reconciliado, en paz y donde la justicia fuese una realidad para todos, sin manipulaciones ni intereses, pero la verdad es que no nos sentimos seguros en un mundo en el que los poderosos hacen y deshacen, cada vez más manipulan todo en beneficio de ellos y en perjuicio de los más desfavorecidos de la humanidad.
Como Iglesia seguimos anunciando en medio de tantas sombras y tanta desesperanza la Buena Noticia del amor de Dios que ha enviado al mundo a su Hijo, ha amado al mundo, hemos sido amados y solo en el amor encontramos nuestra esencia, la respuesta a aquello para lo que hemos sido creados, el sentido de nuestro estar en el mundo: venimos del amor de Dios y estamos hechos para el amor y solo en el amor encontraremos la felicidad que buscamos.
Sin embargo, el ser humano no se convence de esta verdad esencial y caminamos lejos del ideal del amor predicado por los apóstoles y repetido por la Iglesia a lo largo de los siglos.
Lamentablemente hoy, en tantos lugares del mundo, las personas de buena voluntad viven amenazadas por la fuerza de las armas, por las llamadas fuerzas de seguridad del Estado, que en tantas ocasiones no buscan la paz social, el orden público, sino la defensa de intereses económicos del poder.
Y, en tantos lugares del mundo, crece la amenaza de la guerra, los ensayos nucleares, el negocio de la venta de armas y, como consecuencia, guerras absurdas que no colaboran al bienestar del ser humano sobre la tierra. No avanza la civilización del amor y de la paz.
Hay sistemas de justicia que más que servir a los verdaderamente necesitados, a los más pobres, al pueblo, sirven a los intereses de los poderosos en sus pretensiones económicas o de poder. La justicia verdadera al servicio de la verdad y del pueblo, ha retrocedido en el mundo entero y, nuestro país, no está exento de esta realidad de una justicia manipulada, amañada y amenazante para los inocentes. Y esto no es progreso de la civilización de la justicia y el amor.
Y, qué decir de la libertad, que está en claro retroceso en el concierto mundial y nacional. Se imponen de nuevo los intereses que hacen que crezca en el mundo la manipulación de los currículos escolares, imponiendo, no una verdad con base científica, sino la verdad de los propios grupos de poder. Hemos perdido capacidad de diálogo, consenso y llegar a contenidos de enseñanza que representen en verdad a los padres de familia, que andan marginados y sin que se tenga en cuenta su derecho a la educación de sus hijos. La libertad, la verdad y la justicia, son valores fundamentales que retroceden peligrosamente ante los intereses de los mezquinos, quienes dictan la verdad y no dejan que se imponga la verdad misma.
Cristo nos dijo hace más de dos siglos palabras que siguen resonando hoy: “La verdad les hará libres”. (Jn 8,32). Pero la Palabra de Cristo sigue olvidada, arrinconada, porque preferimos nuestra palabrería y nuestra demagogia para ahorrarnos la búsqueda sincera de la verdad e imponer falsedades y fantasías.
Vivimos situaciones de preocupante limitación de la libertad de los
seres humanos: libertad de opinión y expresión, libertad para la protesta, libertad para disentir, para pensar diferente, para votar sin presiones, para no ser discriminados por razón de raza, sexo, género o condición social o religión. Existen presiones para limitar cada vez más la libertad, que es un derecho conquistado por los seres humanos con enormes sacrificios. Cuando la libertad de los demás molesta, entramos en situaciones de peligro para la humanidad y sus derechos fundamentales.
La libertad es esencial para realizarnos como personas, pero no una libertad sin fines y solamente para hacer lo que queramos, sino una libertad para amar, como nos explica el Papa Francisco: “La libertad guiada por el amor es la única que hace libres a los otros y a nosotros mismos, que sabe escuchar sin imponer, que sabe querer sin forzar, que edifica y no destruye, que no explota a los demás para su propia conveniencia y les hace el bien sin buscar su propio beneficio”. Papa Francisco. Audiencia General del Miércoles, 20 de octubre de 2021.
No dejemos que la violencia, nos haga esclavos también a nosotros. Porque la violencia, sea física o sea ejercida mediante cualquier coacción, está lejos del amor y el cuidado mutuo al que somos invitados por Dios. En la pequeña Yhurayma, aquella niña secuestrada y asesinada en Coripata, vemos representados a tantos otros niños y niñas, mujeres y varones, víctimas de la violencia de este mundo y cuya sangre clama a Dios, como la sangre de Abel, el primer asesinado por la envidia y la violencia del mundo de quien afirma Génesis 4,10, dirigiéndose a Caín: “¿Qué has hecho? La voz de la sangre de tu hermano clama a mí desde la tierra”.
El panorama mundial es verdaderamente sombrío y también el de nuestro país, porque no somos una isla, y en definitiva, porque somos seres humanos que no estamos inmunes al pecado que nos invade.
Aunque queramos cerrar los ojos o nos consideremos preservados del pecado, la verdad es que no lo somos. También en el país está habiendo problemas muy serios en el ámbito económico y en todos los ámbitos. Nos cuesta mirar y ver la realidad, nos cuesta mucho mirar la pobreza que crece en el mundo y en Bolivia, nos cuesta mucho reconocer los serios problemas económicos a los que nos estamos enfrentando. No queremos ver, nos cuesta dialogar, nos cuesta mucho aceptar la opinión de los otros hermanos, nos cuesta reconocer nuestros errores. El ser humano tiene una ceguera que no le deja ser humilde, hacerse más pequeño y reconocer la verdad, aunque venga de los que piensan diferente a nosotros.
NOS APOYAMOS EN FUERZAS NATURALES
Hoy tenemos, como humanidad una facilidad enorme para aceptar a las fuerzas de la naturaleza, como dioses: al cielo, a la tierra, al sol, a la energía, a ángeles y espíritus, pero son fuerzas y espiritualidades que no exigen nada, no nos invitan a ser mejores personas y cambiar la vida. Están de moda las “espiritualidades del bienestar”, como las denomina el Papa Francisco en su encíclica “Evangelii Gaudium”. Esas fuerzas, esas energías tienen un problema: no son dioses, son simplemente criaturas, no son el verdadero Dios. Son fuerzas naturales, telúricas, que no exigen un verdadero cambio de vida, no nos piden transformación, no nos exigen una vida ética y una vida moral mayor.
Y, justamente, la crisis de la humanidad en este momento de la historia es una crisis de ética y moral personal. Todo puede ser bueno, si está preservada mi imagen. Todo puede ser bueno si no me ven. Una moral que predica el bien de todo, si no me ven, es una pura hipocresía que no tiene fuerza para transformar el mundo y llevarnos a construir una humanidad en la que podamos confiar los unos en los otros.
SI NO VEO Y NO TOCO, NO CREO
Y en el fondo de la crisis moral que vivimos, la falta de fe en Dios y en su enviado Jesucristo. Nos cuesta creer porque pertenecemos a una generación cientificista que necesita comprobar todo; necesita ver y tocar, como el apóstol Tomás, quien no quería aceptar el testimonio de sus hermanos, los demás apóstoles. “Los otros discípulos le decían: Hemos visto al Señor. Pero él les contestó: Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo” Jn 20,25.
Hoy todos somos un poco como Tomás, porque vivimos en la cultura científica, que evidentemente nos ha resuelto muchos problemas, pero nos ha quitado la capacidad para creer sin ver, de confiar en la palabra de una persona y en el fondo todos pensamos: si no lo veo y no lo toco, no creo. Somos incrédulos culturales y el hecho de no saber que Alguien nos está viendo, que nos acompaña, que no estamos solos y que un día nos encontraremos con Él, nos introduce en un relativismo moral que es el responsable de la situación que vivimos.
LA FE EN LA PERSONA DEL RESUCITADO
En medio de este panorama sombrío, hermanos, ¿hay esperanza? Para los cristianos hay esperanza, porque seguimos a uno que fue víctima de la injusticia del mundo, lo mataron injustamente, lo metieron en un sepulcro, pero resucitó, venció la muerte, la injusticia y el poder del mal. Nosotros creemos que el poder del mal está vencido y por ruidoso que pueda parecer, no tendrá éxito.
Ni la misma muerte mata la esperanza de la humanidad. Para los creyentes en Cristo, he dicho bien, para los creyentes, porque para quien no cree, la vida se encierra en el sin sentido, en la muerte y solo le queda vivir para las cosas del mundo, pero para los creyentes en Cristo resucitado, ni la muerte mata la esperanza.
Pueden destruir el cuerpo, pero no pueden matar a la persona que somos. Pueden tenernos en una prisión años injustamente, que al final, Cristo sale triunfador del sepulcro y avergüenza a sus enemigos.
Hay esperanza porque creemos en Cristo. Les invito a renovar nuestra fe en Cristo resucitado y a salir a anunciarlo a todos los hombres y mujeres de buena voluntad porque solo Él es la esperanza. Debemos volver a decir al mundo; conviértanse y crean en el Evangelio, para que pasemos a días mejores, como nos invita nuestro Papa Francisco, quien es instrumento de esperanza en medio del mundo.
El Dios de la vida, de la paz y la justicia, el Dios del Reino, el Dios que ha resucitado a su Hijo, nos ayude a caminar hacia una humanidad y una Bolivia unida, reconciliada y fraterna.
Que María, Madre nuestra, acompañe nuestro servicio evangelizador, nos convierta y nos ayude a construir la paz y la justicia que necesitamos.
Muchas Gracias.