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Presidente de la Conferencia Episcopal en la inauguración de la CXIV Asamblea de Obispos de Bolivia: Es un encuentro de reflexión de la actividad Pastoral de la Iglesia y de las dificultades que afectan a nuestro pueblo

Prensa CEB 11.04.2024.- Monseñor Aurelio Pesoa, Obispo del Vicariato Apostólico del Beni  y Presidente de la Conferencia Episcopal Boliviana (CEB), hoy en el acto de inauguración de la CXIV Asamblea de Obispos de Bolivia, que se realiza en la ciudad de Cochabamba, afirmó que es un encuentro de fraternidad y de reflexión “juntos”, en “sinodalidad”, la actividad Pastoral de la Iglesia y lo que afecta a “nuestro pueblo”.

“Bienvenidos hermanos Obispos a esta Centésima Décima Cuarta Asamblea, es una bendición de Dios encontrarnos en un ambiente de fraternidad episcopal, celebrando el tiempo Pascual, cuando resuena todavía el alegre anuncio del triunfo de Cristo sobre la muerte, para reflexionar juntos, en sinodalidad y colegialidad, la actividad pastoral de la Iglesia en Bolivia y las dificultades que afectan a nuestro pueblo”, expresó Monseñor.

Dio la bienvenida al Nuncio Apostólico en Bolivia, Mons. Fermín Emilio Sosa Rodríguez que asistió al encuentro. “Espero Excelencia que su misión en Bolivia resulte muy grata para usted y muy fructuosa para nuestra Iglesia y para esta Conferencia Episcopal. Estoy seguro que su ser latinoamericano le hará fácil entender nuestro país, con su variedad, costumbres y dificultades. Gracias por estar aquí, su presencia es garantía de comunión con el Santo Padre Francisco a quien nos sentimos muy unidos de corazón y en la fe apostólica”.

“Saludo también a los representantes de los distintos sectores de la Iglesia, a los colaboradores de la Conferencia Episcopal, a los Medios de Comunicación y a todo el Pueblo de Dios”, agregó.

La CXIV Asamblea de Obispos de Bolivia, se realiza del 11 al 16 de abril en la Casa de Retiros, Cardenal Clemente Maurer.

La esperanza de la Resurrección de Cristo

Celebramos nuestra Asamblea de Obispos en el contexto litúrgico de la Pascua, tiempo de anuncio de la Buena Noticia de que Cristo venció la muerte y revirtió el sin sentido del pecado en el que la humanidad estaba encerrada y sin futuro.

Los cristianos somos personas de esperanza, no puede ser de otra manera, cuando sabemos que, por mal que vayan las cosas en este mundo, hay un horizonte de eternidad que nos hace esperar contra toda esperanza.

Si Cristo salió vencedor del sepulcro, no hay ninguna situación por negativa que sea que nos haga perder la esperanza. Nosotros los creyentes en Cristo sabemos que la historia de la humanidad acabará bien y que toda vida humana, toda persona humana, con su dignidad inalienable encontrará sentido pleno por la gracia de Dios y será rescatada en la resurrección en un mundo nuevo de amor, de fraternidad, en el mundo que Dios por su gracia nos tiene preparado más allá de éste. Nosotros creemos firmemente en la Palabra de Dios, que en el libro del Apocalipsis nos dice: “Vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra desaparecieron” (Ap. 21,1)

Hay sentido a pesar del pecado

Nosotros creemos que tantos muertos en las guerras fratricidas antiguas y modernas, en esas guerras que se provocan por imponer ideas, cualquier tipo de ideas, ideas de expansión, ideas de venganza, ideas de represión, ideas racistas, de religión, por imponer esas ideas sobre la compasión, los sentimientos fraternos de humanidad y amor, esas vidas perdidas y sin sentido, se recuperarán en una vida nueva y plena de sentido, en un cielo nuevo y en una nueva tierra, gracias a la victoria de Cristo sobre la muerte.

Como dice acertadamente San Pablo en la Segunda Carta a los Corintios: “Por eso no nos desanimamos. Aunque nuestro cuerpo se va gastando, nuestro espíritu va cobrando más fuerza. Las dificultades que tenemos son pequeñas, y no van a durar siempre. Pero, gracias a ellas, Dios nos llenará de la gloria que dura para siempre: una gloria grande y maravillosa. Porque nosotros no nos preocupamos por lo que nos pasa en esta vida, que pronto acabará. Al contrario, nos preocupamos por lo que nos pasará en la vida que tendremos en el cielo. Ahora no sabemos cómo será esa vida. Lo que sí sabemos es que será eterna”. (2 Cor. 4,16-18)

Quién vive sin fe, pierde la esperanza y convierte el mundo en Dios

Queridos hermanos en el episcopado y querido Pueblo de Dios: quiero reflexionar con ustedes sobre una verdad muy clara que la experiencia pone ante nuestros ojos. Quien vive sin fe, no tiene esperanza, por tanto, el mundo se le convierte en el único lugar de realización y la mundanidad se le convierte en el único fin de la vida. Viven para las cosas de aquí. Pierden la esperanza en ese cielo nuevo y en esa tierra nueva y las cosas de este mundo se le convierten en su única finalidad y en su única razón de existir. Viven en el sin sentido permanente y eso hace que lo que se ve y lo que se toca, se convierta en su único sentido y fin en la vida. Viven amoldándose al famoso adagio latino: “Carpe Diem”, aprovecha el momento. La vida se acaba, no hay nada más que esto visible, por ello, aprovecha el momento, aprovéchate.

El mundo solo ofrece para llenar la vida de sentido dinero, poder y placer o, dicho con las palabras del Papa Francisco, las tres pes: plata, poder y placer. Cuando no hay fe, no hay esperanza en una vida eterna y solo queda la de aquí: plata, poder y placer. Esas son las fuentes de la corrupción y de todos los males.

Qué equivocado está el ser humano cuando piensa que puede actuar inhumanamente, condenar a inocentes, llevar a la cárcel a quien no ha cometido delito, utilizar la justicia para su interés y quedar tranquilo e impune. ¿Acaso no saben que Dios hará justicia en el cielo nuevo y en la tierra nueva? ¿Acaso no saben que Dios juzgará a la humanidad y la justicia triunfará sobre toda maldad?

Despertemos la Compasión

Es muy necesario llenarnos de compasión ante lo que sucede en el mundo y en nuestro país. Llenémonos de compasión al estilo de Cristo que fue compasivo y misericordioso con las necesidades de los hermanos. En muchos momentos en el Evangelio Jesús tuvo compasión ante las necesidades del pueblo. Un ejemplo, tomado del evangelio “Y viendo las multitudes, tuvo compasión de ellas, porque estaban angustiadas y abatidas como ovejas que no tienen pastor” (Mat. 9,36)

Jesús tuvo un corazón sensible y compasivo que falta bastante en nuestra realidad actual. El afán del ser humano actual es de dominio, del dinero y poder, ellos nos hacen insensibles y faltos de compasión.

¿Cómo es posible permanecer insensibles y sin compasión, ante los hermanos nuestros que están actualmente en la cárcel, sufriendo condenas injustas, por un sistema de justicia indolente y sin compasión?

¿Cómo podemos permanecer insensibles y sin compasión ante los pobres, que lamentablemente, están aumentando entre nosotros por la crisis económica que estamos sufriendo y que afecta a los más desprotegidos?

Miremos con compasión la situación de los pueblos indígenas, especialmente del oriente del país, de la Amazonía boliviana, que están viendo cómo son violados sus derechos, como son despojados de sus tierras, cómo sus formas de vida ancestrales son destruidas a manos de un sistema servil al dinero, al poder y al placer.

Nuestra Amazonía, reserva natural, riqueza nacional y del mundo, que garantiza el equilibrio natural y que es la base de construcción de nuestra casa común, por la que clama el Papa Francisco en sus cartas “Laudato si” y “Querida Amazonía”, está totalmente amenazada y desprotegida, junto a los pueblos indígenas que la habitan, por los intereses de los colonizadores al servicio de actividades ilícitas, la desforestación interesada y los incendios. Y miramos todo este espectáculo con impotencia.

Miremos la situación de violencia creciente en nuestras calles: crece la polarización, los asesinatos, los feminicidios, los malos tratos en las familias. Crece las actividades ilícitas, el crimen, los ajustes de cuentas, etc. Cuando la justicia en la sociedad no cumple su papel imparcial y de servicio a la ley, se impone la ley del más fuerte, el desorden más cruel y el tomarse la justicia por mano propia.

Los dioses de este mundo imponen su ley injusta mientras contemplamos espectáculos de injusticia, pobreza y violencia sin que se despierte la compasión en nosotros. No nos acostumbremos ni nos amoldemos al espectáculo de la ilegalidad y de la injusticia.

Los creyentes en Cristo tenemos que dejar que se despierte en nosotros la compasión del Resucitado, del vencedor de la muerte, del que ha vencido el pecado. Aquel en el que vemos ha triunfado el amor y la paz.

Los poderosos del mundo dieron muerte a Jesús, parecía que había triunfado la injusticia, pero Dios lo resucitó. Dios estuvo de parte de su Hijo y de todas las víctimas del mundo.

La vida tiene sentido, pero es necesaria la compasión. Donde no hay compasión, cunde la desconfianza y una sociedad basada en la desconfianza es inviable.

Que el resucitado despierte la compasión y la solidaridad entre todos nosotros para que haya confianza mutua, fraternidad y esperanza, bases para la construcción de una sociedad de justicia y de bienestar.

Hay esperanza porque creemos en Cristo. Les invito a renovar nuestra fe en Cristo Resucitado y a salir a anunciarlo a todos los hombres y mujeres de buena voluntad porque solo Él es la esperanza. Debemos volver a decir al mundo; conviértanse y crean en el Evangelio, para que pasemos a días mejores, como nos invita el Papa Francisco, quien es instrumento de esperanza en medio del mundo.

El Dios de la paz y la justicia, el Dios del Reino, el Dios que ha resucitado a su Hijo, nos ayude a caminar hacia una humanidad nueva y una Bolivia unida, reconciliada, fraterna y tolerante.

Que María, Madre nuestra, acompañe nuestro servicio evangelizador, nos convierta y nos ayude a construir la paz y la justicia que necesitamos.

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