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Mons. Limachi: Dios está con nosotros dándonos el alimento que da la vida eterna
Prensa CEB 19.06.2022.- Mons. Pascual Limachi, Obispo de Corocoro, reflexionó sobre el pasaje evangélico (Lc 9, 11-17) de la multiplicación de los panes, asegurando que “Dios está con nosotros, porque quiere estar con nosotros, dándonos, el alimento que da la vida eterna, que nutre, que da vigor, que da fuerza para seguir caminando, en este camino de la fe, de la esperanza y de la caridad”.
Durante su homilía, dada desde la Basílica Menor de San Francisco en la ciudad de La Paz, Mons. Limachi, recordó que el misterio de Dios se actualiza en los ministros del altar, en sus manos, corazón, y palabras, por toda la Iglesia y el pueblo de Dios, que en estos días pasa hambre y sed de Dios.
Homilía Mons. Pascual Limachi
DOMINGO 19 JUNIO 2022
En el Evangelio de hoy nos dice que los discípulos se acercaron a Jesús a decirle, despida a la gente para que vayan a los pueblos a buscar comida. Despida a la gente, Papa Francisco decía en una de sus reflexiones: “los apóstoles de alguna manera querían deshacerse de la gente para no cargar con la responsabilidad de darles alojamiento y comida”. Era una forma de solución rápida el asunto apremiante. Pero lo sorprendente es, que Jesús les dice: denles ustedes mismos de comer.
Esta expresión brota del corazón mismo de Dios, denles ustedes de comer. Ellos replicaron, pero Señor no tenemos más que cinco panes y dos pescados. A no ser que nosotros mismos vayamos a comprar pan para toda esta gente, señalando la cantidad de gente que estaba alrededor de Jesús. Dice San Lucas, eran como cinco mil personas.
Entonces en el proyecto de Dios; el mandato sale de Él, el deseo es de Él, proyectando ese amor que sale del corazón. Y dice hagan que se sienten en grupos de cincuenta. Grupos, comunidades, familias. Así lo hicieron y todos se sentaron. Después Jesús tomo en sus manos los cinco panes, levantando su mirada al cielo, como uniendo lo humano con lo divino. Mirando al cielo era una súplica, era una comunión con el Padre, era en perfecta sintonía con la voluntad, con el sentir del Padre. Pronuncio sobre los panes una oración de acción de gracias. Agradece al Padre porque por lo menos hay cinco panes y dos pescados, y lo hace con especial cariño y confianza al Padre, luego los partió y los fue dando a los discípulos para que ellos distribuyeran entre la gente. Allí estaba realizándose el milagro de multiplicación de panes y de los peces.
Pero debemos de notar. La multitud ciertamente tenía hambre y sed de Dios. Jesús da de comer pan a toda esa gente, ciertamente que es un misterio que está presente. Aquí se está dibujando lo que hoy nosotros llamamos Eucaristía. También dijo Jesús: el que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna y yo lo resucitare en el último día, mi Padre y yo lo amaremos, vendremos a él, y haremos en el nuestra morada.
Cuando los apóstoles le dijeron, que vayan a buscar alojamiento y comida, Jesús mismo se presta para dar el alojamiento, habitación de Dios en nosotros. El en nosotros y nosotros en El, la comunión o común unión entre Dios y nosotros, “el que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en el” (Jn. 6,56). Si Dios Padre, el Hijo y el Espirito Santo vive en nosotros y nosotros vivimos en El. Por eso en la manual de nuestra doctrina dice: la Eucaristía es fuente y culmen de toda nuestra vida cristiana, porque es eso, la común unión entre nosotros y Cristo.
Este acontecimiento que hoy celebramos viene desde el antiguo testamente, por eso en la primera lectura nos dice: Melquisedec, rey de Salem, rey de paz. El estaba en Jerusalén, y allí llego Abraham a dar gracias a Dios, a ofrecer las primicias. Ofreció Melquisedec pan y vino, luego le bendijo, un gento sacerdotal, luego en la carta a los Hebreos nos dirá que allí esta prefigurado el sacerdocio de Cristo sin principio ni fin. Eso es lo que creemos, eso es lo que se actualiza hoy, el deseo maravilloso de Jesús, que el día jueves Santo instituyera la Eucaristía y también el orden sacerdotal. Por eso hoy el misterio para nosotros que somos ministros del altar, tenemos la experiencia de Dios, de poder actualizar este misterio santo en nuestras manos, en nuestro corazón, en nuestras palabras, y poderle ofrecer a Dios como lo hacemos hoy por toda la Iglesia y el pueblo de Dios, ese que en estos días pasa hambre y sed de Dios, que significa que tenemos la necesidad de Dios. Quien podrá entender este misterio que está dentro del corazón de la humanidad, sino solo Dios que nos ha creado, nos ha diseñado desde ese corazón amoroso, que el Padre crea todo por amor. Por eso la fuente del amor es Dios y nuestro corazón ese pequeño recipiente en donde fluye también el amor de Dios, de alguna manera lo expresamos; unos más y otros menos, pero ahí está la sede. Por eso en alguna ocasión Jesús dijo: “sean perfectos como su padre del cielo es perfecto, sean misericordiosos como el Padre es misericordioso”. Es el corazón que puede llegar a esa perfección del amor. Ámense los unos a los otros como yo los he amado, tenemos esa capacidad de amar, pero no lo vamos a lograr si no estamos en plena comunión con El. Para lograr eso. Jesús, nos alimenta con su cuerpo y su sangre
Que Santísima Virgen María nos acompañe siempre para poder honrar, para poder vivir esa presencia de Cristo entre nosotros y reconocerlo, amarlo, adorarlo, porque Él está con nosotros. Pero si no lo amamos, sino lo escuchamos, sino lo mostramos una adoración como lo hizo María, quedaríamos al margen de esa expresión de fe. por eso María Santísima como maestra en la fe, nos ayude a entender este misterio y también a nosotros los sacerdotes que nos ayude entender en nuestros corazones, la misión sacerdotal, que siempre estará resonando ese mandato del Señor; “denles ustedes mismos de comer”, una gran tarea, una gran responsabilidad en la misión. Que no se trata de un simple esfuerzo humano, sino de estar siempre disponible; en la oración, en la escucha atenta de la palabra y en la generosidad de servicio sacerdotal, que se manifieste constantemente que estamos obedeciendo el mandato del Señor, con las limitaciones que tengamos, como los apóstoles de este evangelio que no tenían más que cinco panes y dos pescados, poquita cosa, pero cumpliendo el mandato del Señor, que opera lo magnifico don de Dios en nosotros, que opera el milagro de dar de comer a una multitud, que opera el milagro de cumplir el deseo del Padre.
Dios está con nosotros, porque quiere estar con nosotros, dándonos, el alimento que da la vida eterna, que nutre, que da vigor, que da fuerza para seguir caminando, en este camino de la fe, de la esperanza y de la caridad. Que hoy tiene un nombre singular; una iglesia sinodal, donde todos podamos caminar juntos para alcanzar la plenitud de la vida y de la paz en Cristo Jesús. Que la intercesión santísima Virgen María nos ayude a conseguir y alcanzar el objetivo de ser cada vez más humildes, más dóciles y más comprometidos. Que la palabra del Señor habite en nuestros corazones.
Amen.
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