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Mons. Robert Flock: Dinero sin Dios es corrupción y al servicio de Dios es solidaridad

Prensa CEB 18.09.2022.- “Necesitamos a Dios más que al dinero. Dinero sin Dios es corrupción y narcotráfico, violencia y guerra y una creciente brecha entre ricos y pobres. Dinero al servicio de Dios es solidaridad, promoción humana y vida en abundancia”, explicó Mons. Robert Flock, Obispo de la Diócesis de San Ignacio de Velasco, en la Eucaristía dominical de hoy.
El Obispo se refirió al rol del gobierno, que no es controlar la economía y nacionalizar las empresas, sino la de evitar la corrupción que “se convierte en una nueva oportunidad para robar al pueblo y abusar con prepotencia a los demás”, dijo.
Asimismo señaló que el rol de los gobiernos es “dedicarse a asegurar el Estado de Derecho, con justicia, transparencia, y todos los derechos humanos, y esto de manera servicial, para que el mundo empresarial y laboral sea justo y transparente, y próspero en función del bien común. Al fin de cuentas, el pan de cada día, que pedimos a Dios Padre, depende del éxito empresarial y laboral”.
A su vez, el obispo pidió dirigir las oraciones a rechazar las tentaciones de poder y “si el pueblo es el verdadero soberano, que también tenga esta sabiduría divina en el ejercicio de la democracia, para buscar primero el Reino de Dios y su Justicia, y así también disfrutar con alegría del bien común con todas las bendiciones celestiales”.

25 Domingo en Tiempo Ordinario – 18 de septiembre de 2022

Sirvamos a Dios y no al Dinero


Queridos hermanos,
Jesús nos sorprende con la parábola del Administrador Corrupto que es alabado por su astucia. Conviene recordar que en otro momento había aconsejado a sus discípulos: «Sean astutos como serpientes, pero inocentes como palomas» (Mt 10,16). De hecho, al terminar la parábola, observó que «los hijos de este mundo son más astutos en su trato con los demás que los hijos de la luz». La astucia, pues, es un atributo de Satanás; la sabiduría, en cambio, viene de Dios.
Jesús nos propone utilizar el dinero para ganar amigos, pero no cualquier, sino aquellos que nos recibirán en las moradas eternas. Su consejo está en sintonía con la parábola de Lázaro y el Rico, aquel epulón sin nombre condenado al infierno y atormentado por las llamas; pues no ganó como amigo al pobre Lázaro cuando éste estaba atormentado por el hambre y la enfermedad en su propia puerta.
Está también en sintonía con la parábola del Juicio Final, en que Jesús dice a los de la izquierda: «Les aseguro que cada vez que no lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, tampoco lo hicieron conmigo», y añade: «Estos irán al castigo eterno, y los justos a la Vida eterna». (Mt 25,45-46).
Para evitar cualquier mal entendido sobre su parábola, Jesús explicó: «El que es fiel en lo poco, también es fiel en lo mucho, y el que es deshonesto en lo poco, también es deshonesto en lo mucho.» Es algo que observamos todos los días en Bolivia, con la extorsión y las coimas. Aparte de los casos de injerencia política, ¡la justicia parece ser una subasta que se vende al mayor postor! Y en estos casos de corrupción por mayor, como del Fondo Indígena o las coimas para carreteras, se pregunta si los responsables fueron primero, como dice Jesús, deshonesto en lo poco, para luego ir robando cada vez más. ¿Cómo se hicieron tan corruptos?
¿Cuánto daño hacen estas formas de corrupción al pueblo? ¿Cuánto se priva de servicios de salud y educación? Aquí en San Ignacio hay un gran el déficit de ítems para el hospital y los colegios. El dinero para estas cosas está en elefantes blancos, burocracia ineficiente y bolsillos corruptos. La corrupción es fundamentalmente un crimen de injusticia contra los más pobres y olvidados, quienes difícilmente darán la bienvenida al cielo a los que se enriquecieron con la corrupción en la tierra.
En Cochabamba se estima que por el mal estado de las cañerías se pierde la mitad del agua, que se tiene que racionar. Así es el dinero en las manos de los corruptos. Después les gusta echar la culpa por la prolongada pobreza sobre los países fuertes, para distraer del robo que hacen acá todos los días. Luego nos hacen pelear por las migajas que caen de su mesa para las gobernaciones y municipios.
¿Por qué digo migajas? Resulta que de los Bs. 158 mil millones de bolivianos para las inversiones públicas, el 85% administra el Gobierno nacional, el 11% se distribuyen entre los 340 municipios y el restante 4% a las Gobernaciones. Debería ser al revés. No eliminaría la corrupción, pero por lo menos, quienes administran los recursos estarían más cercanas al pueblo afectado, a sus necesidades y a sus reclamos.
Jesús promete: «Busquen primero al Reino de Dios y su justicia, y lo demás recibirá por añadidura» (Mt 6,33). Nos cuesta creer esto. «No se puede servir a Dios y al dinero», nos dice Jesús. Necesitamos ambos. Pero necesitamos a Dios más que al dinero. Dinero sin Dios es corrupción y narcotráfico, violencia y guerra y una creciente brecha entre ricos y pobres. Dinero al servicio de Dios es solidaridad, promoción humana y vida en abundancia.
Durante la historia de la humanidad, ha habido unos cuantos monarcas santos, pero muchísimos tiranos. Es que el poder corrompe y el poder absoluto corrompe completamente. Los afanes de concentrar el poder producen no solamente corrupción, sino crueldad. Siempre necesitamos reconocer humildemente, que somos pecadores y caemos fácilmente en la tentación. Por eso, Jesús nos aconseja a dedicarnos al servicio y no a centralizar el poder ni acumular el dinero.
Desde esta perspectiva, me parece que el rol del gobierno no es controlar la economía y nacionalizar las empresas; inevitablemente serán ineficientes porque los encargados no son santos. Cada instancia de burocracia, en vez de evitar la corrupción se convierte en una nueva oportunidad para robar al pueblo y abusar con prepotencia a los demás. Pues la ocasión hace el ladrón, y el centralismo provee mucha ocasión. Los gobiernos deben dedicarse a asegurar el Estado de Derecho, con justicia, transparencia, y todos los derechos humanos, y esto de manera servicial, para que el mundo empresarial y laboral sea justo y transparente, y próspero en función del bien común. Al fin de cuentas, el pan de cada día, que pedimos a Dios Padre, depende del éxito empresarial y laboral.
San Pablo hoy nos pide ofrecer “peticiones, oraciones, súplicas y acciones de gracias por todos los hombres, por los soberanos y por todas las autoridades, para que podamos disfrutar de paz y de tranquilidad, y llevar una vida piadosa y digna.” Nuestra oración es que no caigan en las muchas tentaciones del poder, para que en vez de la astucia de las serpientes tengan la sabiduría que viene de Dios. Si el pueblo es el verdadero soberano, que también tenga esta sabiduría divina en el ejercicio de la democracia, para buscar primero el Reino de Dios y su Justicia, y así también disfrutar con alegría del bien común con todas las bendiciones celestiales.
Como dice hoy el Salmo: El Señor está sobre las naciones, su gloria se eleva sobre el cielo. El alza al pobre de su miseria, para sentarlo entre los nobles de su pueblo.

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