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Mons. Limachi: “Para que Jesús entre a nuestra casa, primero nosotros tenemos que echar afuera, miedos, orgullo y nuestra soberbia”

Prensa CEB 11.06.203.- Hoy celebramos la conversión del evangelista San Mateo y desde la Basílica Menor de San Francisco en la ciudad de La Paz, Mons. Pascual Limachi, obispo de la Prelatura de Cororoco en su homilía de hoy domingo 11 de junio, se refiere a la transformación de Mateo indicando que Jesús pide que lo sigamos, “pero al final es Dios quien termina acompañándonos en nuestro diario vivir”, indica.

“Es Jesús que nos dice ven, sígueme, pero pareciera que fue Jesús que siguió a Mateo a su casa, porque aquel que sigue a Jesús lleva a su casa, lleva a Jesús a su trabajo, a su escuela, a su vida cotidiana. Es que Jesús nos pide que sigamos, pero al final es Dios quien termina acompañándonos en nuestro diario vivir”; reflexionó el obispo.

Acotó que cuando se indica que Mateo se levantó significa mucho en la Bibilia, “San Pablo dice: “levántate, despierta, tú que duermes”, levantarse es como dejar esa tristeza, depresión”, dice.

“Mateo se levantó de ese lugar y siguió a Jesús, que quiere decir; que la vida de Mateo era una vida sedentaria, una vida triste, una vida vacía, era una vida sin sentido. Es ahí que escucha la voz de Jesús y se lanza con esa invitación que no podía despreciar”, señala el prelado.

A decir de Mons. Limachi, la conversión requiere de dos movimientos, el primero, el de reconocer nuestra miseria, reconocer que estamos enfermos, que somos pobres, que estamos incompletos y necesitados de Dios. El segundo es, reconocer a Jesús como la fuente de vida, grandeza de Cristo, que Él nos sana y que es la vida que estamos buscando.

Así como Mateo, que reconoció ser pecador, cada domingo como Pueblo de Dios que siga al Señor, debemos confesar los pecados y mirar a Cristo como la esperanza y la grandeza de la vida.

“Jesús nos invita a seguirlo, pero es Él que quiere entrar en nuestra casa y para que Jesús entre a nuestra casa, primero nosotros tenemos que echar afuera, nuestros miedos, nuestro orgullo, nuestra soberbia (…) tengo que reconocer mi debilidad y tengo que echar afuera mi soberbia para que Él pueda entrar”, dijo el obispo.

Por lo que se debe hacer capaz de reconocer a Cristo, como la vida, como la salud, como bienestar, como Dios que nos ama.

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