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“Nosotras no hemos recibido la llamada de un ser humano, sino del Señor”, dice la secretaria general de la OMP, Hna. Cinthia Vásquez.

Prensa CEB 2.2.2024.- Sabe usted, ¿Cómo es la vida de una religiosa?, ¿Cómo es que viven ellas?, ¿Cómo será su día a día? Estás interrogantes fueron despejadas por la Hna. Cinthia Jimena Vásquez Aramayo, Misionera Cruzada de la Iglesia, de profesión auditora y quien actualmente es la secretaria general de la Obras Misionales Pontificias (OMP) en Bolivia, cuya oficina se encuentra en el piso 3 de la Conferencia Episcopal Boliviana.

La sorprendimos en su escritora y con una llamada telefónica, pero con una de sus manos nos llama para que pasemos a su despacho.
 
Recordemos que hoy 2 de febrero es el día de la Vida consagrada, cuyo lema de celebración de la XXVIII Jornada Mundial de la Vida Consagrada es: “Aquí estoy Señor, hágase tu voluntad”.

Por lo que Prensa CEB, quiso saber más de la vida de una religiosa y con este objetivo entrevistó a la Hna. Cintia.

Prensa CEB (PC).- Hermana, ¿Cómo es la vida de una religiosa?

Hna. Cintia (HC).- Es una persona elegida, y debemos considerarnos personas especiales, y no porque nos consideramos más, sino porque sentimos que un Dios nos ha mirado, ha visto nuestras imperfecciones y limitaciones y aun así ha optado por nosotros.
Muchas hemos entrado a la vida del Señor profesionales y en la vida religiosa queremos planificarnos con esa profesión.
 La vida de una religiosa debe gira en torno al «amado», en torno al Cristo, que nos ha llamado y nos ha convocado, por Él nosotros formamos comunidad, en Él nos reunimos, nos congregamos. Muchas veces hacemos comunidad con otras hermanas por una, dos o tres años. Entonces es él quien nos llama y es Él quien pone una hermana en nuestro camino, un destino, un servicio que puede ser un centro infantil, un colegio y por ejemplo ahora estoy sirviendo en un espacio mucho más grande.

La vida de una religiosa tiene que girar en torno a Cristo, a la oración y a la comunidad.

PC.- ¿Cómo sustenta una religiosa su día a día?

HC.- Nuestra congregación en un principio vivía de la limosna y se llamaba, postulaciones, se salía con sobrecitos donde la gente aportaba, a nosotras ya no nos tocó esa tarea. Pero en ese tiempo, algunas hermanas tenían vergüenza, porque eran de clase alta y muchas veces les tocaba su barrio, o encontrarse con un familiar. Por lo que se vivía de la limosna.
También se iba a los mercados, pero la gente no entendía y nos trataba de flojos, y nos daban cosas podridas. Pero así se empezó.
Después de esa experiencia se vio, vivir de nuestro trabajo. En otros lugares, como en Calama-Chile, el obispo nos pagaba y se hacía un contrato con él, por lo que recibíamos un sueldo mensual las tres hermanas que vivíamos en ese lugar. Sin embargo, no es así en todas partes, por lo mismo se están cerrando casas, porque no nos permite la vivencia, no se tiene un sueldo como un párroco.
Por ejemplo, en la comunidad, yo tengo sueldo y este es para las cuatro hermanas, puede ser que a mi no me llegué ni un centavo, pero sí me llega mi alimento, también estamos aseguradas para nuestra salud.
Se busca la manera de solventarnos.
Debemos tomar en cuenta que nuestro plus debe estar en el servicio y como decía santa Nazaria Ignacia, “siempre hay, un más, en los labios, cuando hay amor”. Cuando hay amor, no te conformas y quieres ayudar más.

PC.- A su criterio, ¿a qué se deberá la crisis de las vocaciones?

HC.- Es la realidad que estamos viviendo, el avance de la tecnología, el cuidarte, ahora ya no piensas en los demás, no te preocupan por los demás, te preocupas por ti, que tú estés bien, que tú familia esté bien. Es decir, no piensas en el otro.

Nuestra realidad ha cambiado bastante, nuestros jóvenes también. Nosotras no hemos recibido la llamada de un ser humano, sino del Señor, él nos hizo sentir que nos quiere y quiere que le sirvamos de esta forma y el Señor sigue llamando. Hay jóvenes que quisieran escuchar el llamado, pero la sociedad no les permite. Y a nivel del matrimonio, lo mismo, porque ya no se quieren comprometer.

PC.- Alguna vez se arrepintió en seguir la vida consagrada?

HC.- De arrepentirme, no, pero si me ha costado, por temas que surgen, pero caes en cuenta de quién te ha elegido, y te dices, tampoco me dijo que iba a ser fácil y te dice sin zurrón (bolsa) y alforja, no tengo yo donde reclinar la cabeza.

PC.- Cómo calificaría usted, en una sola palabra su vida, ¿ahora?

Alegría. Porque es un día de vida que Él (Dios) me da, y es esa alegría que Dios me da, de tener una nueva oportunidad, para resetearme (ríe).

PC.- Alguna anécdota bonita que marcó su vida en este caminar?

HC.- Yo sigo hablando de Potosí, estuve tres años. Una vez, preparé un matrimonio y les decía que no estaba de acuerdo que se casen, porque sus caracteres eran muy diferentes y que iban a pelear, pero bueno se casaron y tuvieron su primer hijito, pero que lamentablemente le dio preclamsia, por lo que tuvo que estar en la incubadora. Luego les informaron a los padres que su bebé debía ser desentubado, pero la señora no aceptaba quitarle la vida a su hijo, y por eso el bebé estaba viviendo artificialmente.
Ante esto me dicen que hablé con ella, fui y me dice la mamá, hermana entonces vaya y por favor bendígalo. Entonces yo fui con mi agua bendita y vi al niño en la máquina, estaba solo con pañal y desnudito. Agarré el agua bendita, me puse en mi mano y luego en su frente, le hice una cruz en su frente, y el bebé abrió los ojos.

Yo me asusté, y le dije al niño, que sea el ángel que necesitan tus padres, porque ellos discutían mucho, no recuerdo que más le dije al niño y me salí. Y ya por la tarde, me informaron que el Dr. había decidido no desentubarlo y ahora ya debe tener 3 a 4 años el niño. Y yo confirmo ¡Dios existe!

PC.- Su mensaje en este día tan especial para todos sus hermanos y hermanas

HC.- No nos olvidemos, quien nos ha mirado y quién dijo nuestro nombre, nuestro seguimiento es al Señor pero en los hermanos, porque tenemos un Dios que camina con nosotros, incluso vive con nosotros. No nos olvidemos la alegría del Evangelio, y como dice Mons. Adolfo Bittschi, “El Evangelio es alegría, ¡Anúncialo!

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