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Abr

Mons. Arana reitera el llamado de paz, reconciliación y diálogo antes que los enfrentamientos y la división

Prensa CEB 28.04.24.- En su reflexión dominical, el Obispo de la Diócesis de El Alto y Secretario General de la Conferencia Episcopal Boliviana, Mons. Giovani Arana, reiteró su exhortación a vivir en paz, reconciliación y diálogo, “en un mundo donde se continúa atentando contra los derechos fundamentales de las personas”. Llamó a elevar la voz del cristiano, una voz profética que defienda los derechos de los débiles y de la creación.

“Nunca como ahora se hace necesario el anuncio de la Buena Noticia en un mundo donde la Madre Tierra, la creación, está siendo manoseada por intereses personales, dejando de lado la búsqueda del bien común; y vemos cómo los ríos son contaminados, los bosques devastados y los pueblos originarios atropellados”, dijo la autoridad eclesial a tiempo de alentar a “sentir nuestra voz profética”. El Mons. Arana llamó a las autoridades a promover políticas de cuidado y protección al medio ambiente, y a todos los fieles a que “dejemos de herir a esta creación”.

Asimismo, pidió sentir la voz profética “en un mundo donde la violencia tiende a normalizarse, donde, a consecuencia de feminicidios e infanticidios, las mujeres y niños comienzas a ser simplemente cifras, olvidando muchas veces que son personas”.

Advirtió que denunciar proféticamente estas realidades “intranquiliza” a aquellos que están detrás, “a aquellos a quienes solo les interesa el dinero y el poder y manipulando la justicia comienzan a amenazar, amedrentar y perseguir”. Ante esta realidad, el obispo invitó a no tener miedo, y por el contrario, que todo esto nos fortalezca, “pues al fin y al cabo, es el Espíritu Santo quien nos anima, nos protege, y nos hace valientes porque esta es obra de Dios”.

En su reflexión sobre el Evangelio (Jn 15, 1-8.), resaltó que es Jesús quien se presenta como la vid, “yo soy la verdadera vid”, y revela a Dios como el dueño de la viña, “mi Padre es el viñador”, donde todos nosotros somos los sarmientos que dan fruto solo si permanecemos unidos a la “vid verdadera”, y si nos dejamos podar por el viñador para que demos “fruto abundante”.

EL Mons. Arana animó a permanecer en Jesús y dejar que él permanezca en cada uno, a través de la oración cotidiana y constante. Asimismo, recordó que la Iglesia Católica ha dado grandes frutos y, como prueba de ello, señaló la cantidad de obras de la Iglesia en el ámbito de la evangelización, salud, educación y promoción humana.

La autoridad eclesial advirtió que Dios, “al que da fruto, lo poda para que dé más todavía”, y que, por este motivo, “Dios va permitiendo situaciones dolorosas con la única finalidad de que los frutos que continuemos dando sean abundantes”.

A continuación la homilía completa:

HOMILÍA

DOMINGO V de PASCUA

28 DE ABRIL DE 2024

  • Buenos días, hermanas y hermanos, buen y bendecido domingo para todos, nos reunimos hoy para celebrar juntos esta santa Eucaristía en este domingo, Día del Señor. Saludo con los mismos sentimientos a quienes nos siguen por los diferentes medios de comunicación. Estamos como Iglesia viviendo este tiempo de Pascua, tiempo, como lo decimos en cada prefacio de la misa, en que el mundo entero está llamado a la alegría porque Cristo ha resucitado, y resucitando ha vendido a la muerte y con Él hemos resucitado a la vida.
  • El pasado domingo celebramos el domingo del Buen Pastor. Cristo se revelaba como aquel Pastor que da la vida por nosotros, invitándonos, a ejemplo suyo, también dar la vida por él y por los demás. Descubriendo nuestra vocación, continuemos orando para que muchos jóvenes que aún están en búsqueda de dar sentido a sus vidas puedan en Cristo descubrir su vocación.
  • El día de hoy, Jesús nos hace otra revelación, nos dirá “yo soy la verdadera vid” y revela a Dios como el dueño de la viña: “mi Padre es el viñador”, donde nosotros somos los sarmientos que damos fruto solo si permanecemos unidos a la “vid verdadera”, y si nos dejamos podar por el viñador para que demos “fruto abundante”. Qué linda imagen para definir nuestra relación con Dios y nuestra identidad cristiana.
  • El libro de los Hechos de los Apóstoles que estamos leyendo en este tiempo de Pascua nos relata acontecimientos que han ido sucediendo en los primeros años de la Iglesia, es esta primera comunidad que da testimonio de su fe, ciertamente un testimonio que no está exento de persecución o incluso de arriesgar la vida, como se dice en el texto de hoy refiriéndose a san Pablo, que un grupo de personas no tranquilos con su predicación “tramaban su muerte”. Escuchando estos relatos queda claro que esos tiempos eran realmente adversos para la predicación, para el anuncio del Evangelio; sin embrago, mirando nuestra realidad de hoy, nos damos cuenta de que mucho no ha cambiado.
  • Por un lado, porque la exigencia del mandato de Jesús de anunciar por todo el mundo la Buena Nueva es un llamado tan vigente y necesario como en aquellos primeros años del cristianismo, pero también, porque el anuncio de la Buena Nueva todavía inquieta a algunos que, incómodos, quisieran callar nuestra voz profética, la voz de la Iglesia, sin embargo, no debemos tener miedo de llevar adelante aquel anuncio.
  • Nunca, como ahora, el anuncio de la Buena Nueva se hace tan necesario, especialmente en un mundo como el nuestro, donde las guerras y discordias están presentes. Es ahora cuando debemos hacer resonar nuestra voz profética de cristianos, llamando a vivir la paz, la reconciliación y el diálogo antes que al enfrentamiento y a la división; en un mundo donde se continúa atentando contra los derechos fundamentales de las personas, debe estar la voz del cristiano que reconozca la dignidad humana de cada persona, “creada a imagen y semejanza de Dios y redimida en Cristo Jesús”. De este reconocimiento de la dignidad humana es que debe nacer nuestro  “compromiso con los que son más débiles”, postulados expresados en la Declaración del Dicasterio para la Doctrina de la Fe Dignitas infinita, sobre la dignidad humana, publicado hace algunas semanas atrás y que recoge el parecer del Magisterio de la Iglesia.
  • Nunca como ahora se hace necesario el anuncio de la Buena Noticia en un mundo donde la Madre Tierra, la creación, está siendo manoseada por intereses personales, dejando de lado la búsqueda del bien común; y vemos cómo los ríos son contaminados, los bosques devastados y los pueblos originarios atropellados. Es aquí donde debemos hacer sentir nuestra voz profética, llamando a que, por un lado, las autoridades promuevan políticas de cuidado y protección al medio ambiente, y por otro, un llamado a todos a que dejemos de herir a esta creación que Dios nos mandó cuidarla. Debemos también hacer sentir nuestra voz profética en un mundo donde la violencia tiende a normalizarse, donde, a consecuencia de feminicidios e infanticidios, las mujeres y niños comienzas a ser simplemente cifras, olvidando muchas veces que son personas.
  • Cierto que denunciar proféticamente estas realidades intranquiliza a aquellos que están detrás de esto, a aquellos a quienes solo les interesa el dinero y el poder y manipulando la justicia comienzan a amenazar, amedrentar y perseguir, a aquellos que, por el contrario, trabajan por el bienestar de las personas, especialmente los más necesitados.
  • Pero no tengamos miedo, que el ejemplo de las primeras comunidades que sufrían calumnia, persecución, que incluso recibían amenazas de muerte, nos anime y no nos dejemos intimidar; por el contrario, todo esto que nos fortalezca, porque, queridos hermanos, hay una certeza, lo dice al final el texto de la primera lectura de hoy: “La Iglesia era asistida por el Espíritu Santo”, pues al fin y al cabo, es el Espíritu Santo quien nos anima, nos protege, y nos hace valientes  “porque esta es obra de Dios”.
  • Dijimos al inicio que el evangelio de hoy nos habla acerca de cuál es nuestra relación con Dios y cómo esa relación con Dios define nuestra identidad cristiana. San Juan nos transmite un texto donde encontramos palabras que sobresalen de modo particular, estas son: permanecer, dar fruto y ser podado. Vayamos al texto, comienza afirmando Jesús: “Yo soy la verdadera vid y mi Padre es el viñador”, y continúa diciendo: “Él corta todos mis sarmientos que no dan fruto; al que da fruto, lo poda para que dé más todavía”,  además dirá a modo de concluir la idea: “Así como el sarmiento no puede dar fruto si no permanece en la vid, tampoco ustedes, si no permanecen en mí”. Con esta afirmación queda claro que al hablar de sarmientos se hace referencia a nosotros, discípulos suyos; es claro que la poda tiene una finalidad, que demos frutos, y en ese dar frutos se va definiendo nuestra identidad, por eso dice al final del evangelio de hoy: “La gloria de mi Padre consiste en que ustedes den fruto abundante, y así sean mis discípulos”.
  • Permanecer en Jesús no es un estar pasivo, por el contrario, esa permanencia es dinámica, de ida y vuelta; nosotros permanecemos en Él y Él en nosotros, dándose de este modo, por así decir, una mutua colaboración con la finalidad de que nosotros demos frutos. Esta relación de permanencia, que es dinámica, se va profundizando por medio de la oración, del diálogo con Jesús, que nos lleva a un conocimiento más pleno, de nosotros a Jesús y de Él a nosotros, un conocimiento que además no se agota y que debemos hacer que día a día crezca y sea mejor, por eso aquí será necesario preguntarse: ¿es la oración en mi vida un medio por el cual yo permanezco en Jesús? ¿Cuál es mi práctica de la oración?
  • Recordemos que como Iglesia universal estamos preparándonos para celebrar el 2025 el Jubileo de la Esperanza convocado por el Papa Francisco, y en esa dinámica de preparación, este año, justamente, el Papa nos invita a profundizar sobre nuestra experiencia de oración. Qué maravilloso que hoy el Señor nos dé un motivo más para intensificar nuestra oración.
  • La oración es el medio por el que nuestra relación con Jesús se va haciendo cada vez más efectiva y afectiva; por eso, dialogar con Jesús debería ser una práctica constante, una práctica de cada día y de cada momento. Así, el Papa Francisco, en una de su catequesis sobre la oración, dirá: “la oración es un arte para practicar con insistencia, Jesús nos educa en la oración que conoce una disciplina, un ejercicio, una oración perseverante produce una transformación progresiva, hace fuertes en los períodos de tribulación, dona la gracia de ser sostenidos por Aquel que nos ama y nos protege siempre”. Que nos sintamos hoy provocados para mejorar nuestra práctica de la oración hacer que sea cotidiana y acompañada de disciplina.  
  • Pero Jesús sabe que este permanecer en Él tiene una finalidad, dar frutos. Por eso también, San Juan nos dice en la segunda lectura: “no amemos con la lengua y de palabra, sino con obras de verdad”, y obras de verdad son aquellas que nacen de permanecer con Jesús, de saber que sin Él nada podemos hacer, son obras que hacen presente el Reino de Dios y son expresión de la voluntad de Dios. Jesús dice: “Así como el sarmiento no puede dar fruto si no permanece en la vid, tampoco ustedes, si no permanecen en mí”, dice esto porque hay el riesgo de espiritualizar nuestro permanecer en Jesús, al punto de solamente interesarnos y trabajar por un crecimiento espiritual personal y desencarnado que no me compromete con el otro, con su sufrimiento, y no debe ser así, por el contrario, nuestro permanecer en Jesús, si es auténtico, debe dar necesariamente frutos.
  • Debemos reconocer que, a lo largo de la historia, la Iglesia ha sabido también permanecer en Jesús y dar frutos, prueba de ello son la cantidad de obras de la Iglesia en el ámbito de la evangelización, salud, educación, promoción humana, que han permitido dignificar en algo la vida de las personas. Están además la gran cantidad de personas que dan su tiempo para el acompañamiento y servicio en las parroquias, en la catequesis, pastoral familiar, pastoral juvenil, etc. Toda esta realidad debemos reconocerla y no la podemos negar, y es prueba de cómo permanecer en Jesús, nos ayuda a dar frutos.
  • Pero también el Evangelio de hoy hace referencia al podar. Dice Jesús, refiriéndose a lo que su Padre hace con los sarmientos, “al que da fruto, lo poda para que dé más todavía”. Seguro que les pasó o conocen a alguien que, aun cuando esta bien comprometido con su trabajo en su comunidad, parroquias, entregando su tiempo a la evangelización, le suceden situaciones dificultosas; y uno dice: ¿Por qué a mí, que estoy entregando mi tiempo, entusiasmo y vida al servicio? No olvidemos que la cruz, el sufrimiento, estará siempre presente en nuestra vida. Dios va permitiendo situaciones dolorosas con la única finalidad de que los frutos que continuemos dando sean abundantes. Por eso, la situación de dolor, de sufrimiento, más que alejarnos de Jesús, más que desanimarnos en las cosas que vamos haciendo, deben hacernos permanecer más en Jesús y no alejarnos de Él, pues, si no, sería peligroso para nuestro servicio. Jesús es claro cuando dice: “Separados de mí, nada pueden hacer”.
  • Pidamos la intersección de nuestra Madre la Virgen María para que nos anime siempre en nuestra tarea evangelizadora, que a ejemplo suyo podamos también nosotros permanecer en Jesús, venciendo las dificultades y fortaleciendo nuestro compromiso, para que lleguemos a ser auténticos discípulos de Cristo. Amén.     

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