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Mons. Pedro Fuentes: “Como cristianos afrontamos la vida con todas sus vicisitudes, todos sus matices, con fe, con esa confianza puesta en Dios”

Prensa CEB 23.06.24.- Este domingo 23 de junio, desde la Basílica Menor de San Francisco en la ciudad de La Paz, el Mons. Pedro Fuentes, Obispo Auxiliar de la Arquidiócesis de La Paz, invitó a confiar en Dios en medio del sufrimiento, la violencia y las necesidades que se viven en la actualidad.

Transcripción de la Homilía completa:

Queridos hermanos y hermanas, de nuevo muy buenos días, un saludo a todos los que nos siguen por las redes sociales y por la televisión. Y quiero resaltar el hecho de que hay mucha gente entre ustedes que vienen de lejos, un Señor estaba viniendo desde Pampahasi. Ejemplos de fe, que necesita de Dios, de su palabra, reflexionarla y congregarnos en comunidad.

Queridos hermanos, el evangelio de hoy yo creo que es el evangelio de nuestra vida también. Vamos a ir poniendo algunos elementos para que podamos entender un poco el Evangelio.

Jesús les invita, o más bien, los discípulos le dicen: “Vamos a irnos en una barca”. Primero está la barca; luego, hay otro elemento, el mar; luego hay otro elemento, ese mar embravecido con unas olas gigantes que hacen dar miedo; otro elemento, Jesús que se duerme o está durmiendo, está descansando; otro elemento, el espanto de los discípulos, el temor de ellos, el miedo de ellos ante la bravura de las olas y pensaron que iban a morir; otro elemento, le reclaman al Señor: “Señor, es que acaso no te importa, vamos a morir”, lo despiertan; otro elemento, el Señor habla a los elementos de la naturaleza, es un simbolismo, lógicamente; otro elemento, ¿por qué tienen miedo?; otro elemento, ¿es que acaso no tienen fe? Bien, ese es el conjunto de lo que se nos ha relatado en el Evangelio.

Vamos por partes. El Señor tan nuestro, tan humano, que hasta se cansa. Una preguntita, ¿Dios se cansa? No se puede cansar, no podemos aplicar todo lo que nosotros somos a Dios, porque Dios es mucho más que nosotros, no se puede.

Hay alguien que dice “Dios se cansa, por eso ya no te está escuchando”; no es así, hermano, siempre Dios nos escucha, pero bueno, en este caso, Jesús manifiesta su humanidad, estaba cansado. Recuerden el evangelio del anterior domingo, esa semillita bien pequeña, cuál era esa semilla, la de la mostaza. Y va enseñando por aquí, por allá el Señor y no tiene tiempo, y se le acercan tullidos, ciegos, paralíticos, gente, según los evangelios que tenían espíritus malignos, etc.

No hay tiempo, el Señor se cansa, nuestro Señor Jesús auténticamente hombre, auténticamente Dios, las dos naturalezas, y este evangelio es genial para describirnos esto, Jesús está cansado, está durmiendo y bueno, ¿quiénes son los compañeros en la barca?, los discípulos, y quiénes son ellos, nosotros.

La barca es nuestra vida. En la barca estamos con el Señor, partamos de esa certeza, aunque muchas veces queremos sentirle, queremos escucharle a nuestra manera, a nuestros modos de entender, ¿cómo debería ser Dios y manifestarse en nosotros? Y muchas veces no sentimos nada, no escuchamos nada, pero no por eso quiere decir que el Señor no está con nosotros. Y bueno, va a la barca que es nuestra vida, no va surcando la barca, la vida, nosotros somos esa barca y estamos en el mar de la vida.

Y la vida es una gracia, primero eso, un regalo de Dios, en la vida se ríe, se llora, unos se ilusionan, uno ama, pero también se entristece, se desilusiona en esta vida, esta vida es así. Pero claro, queremos salir siempre victoriosos, todo con el Señor, yo tengo que salir con el pecho inflado siempre. La vida a veces nos da unas lecciones tremendas, eso analizaremos ahora un ratito, cómo van nuestras vidas, muchas veces estamos desinflados, quiero decir sin ilusiones, sin perspectivas; nos hacen reír un rato, sí reímos, pero no hay convicciones, de la risa, de la felicidad, de la alegría, que es la vida.

Y nos fijamos mucho más en ello, las tristezas, “Señor, parece que no me quieres, mira a ver lo que estoy pasando, caramba tantas pruebas, se me ha muerto mi padre, mi madre ¿dónde estabas? No tengo trabajo, me peleo con mis hermanos, mis hijos no se acuerdan de mí, o los hijos también, mira mi padre, cómo no se acuerda de mí, no me quiere…”, y andábamos así a veces en la vida un poco medio tristones, desilusionados y no nos fijamos en las alegrías que tiene nuestra vida. Saben por qué es esto, porque no nos han enseñado lo que es auténticamente amar, porque el que ama perdona, el que ama entiende lo que es la vida.

Los matices que tiene nuestra vida y nos han enseñado desde pequeñitos: “Tienes que salir adelante, tienes que ganar”. Yo recuerdo había un muchacho –ustedes saben que yo era profesor y en ese en esos tiempos el ciclo era intermedio, primero intermedio, segundo, tercero, luego, ahora medio, se acuerdan la secundaria–, en primer intermedio chiquitos eran todavía, niños, en su cuaderno tenías que ponerle muy bien, pues si le ponías bien o regular, se estresaba el chico, decía: “No, ¿por qué me has puesto bien o regular? Muy bien me tienes que poner, porque si no mi papá me va a cascar”. Eso hemos ido enseñando, y no nos han enseñado que también en la vida se pierde, se sufre.

¿Y es que esto acaso lo quiere Dios?, no lo quiere Dios, pero esta vida es así. Si un niño no acierta, para eso estamos los mayores, para decirle “no te preocupes, ahora no has podido, no has podido esforzándote vas a poder, vas a poder”, pero no estarle machacando diciéndole que no sirve para nada.

Y en el caso también de las parejas, el matrimonio, se casan felices, sonrientes, “¿aceptas como tu esposa?”, “sí acepto”, una sonrisa grande. Y hay algunos ejemplos tristes, lamentablemente en la noche de bodas ya hay palizas, ese es el regalo de la noche de bodas, muchas veces no sabemos amar, no sabemos entender lo que significa el amor, lo que significa esta vida.

Y bueno, también en la familia, que muchas veces es probada por la enfermedad, porque no siempre los integrantes de la familia se portan bien. Bueno, pero no por eso vamos a renegar de ellos, les vamos a botar, les vamos a tratar super mal, no hermanos, hay que saber corregir y hay que saber acompañar y decirles “te estás equivocando, vamos para adelante”, acompañarlos en la medida de nuestras posibilidades, nuestra caridad cristiana. Eso debe hacer y no decir: “Mira, ahí está la puerta, chau. Te has portado mal, fuera”.

O como anoche, he asistido a un a un funeral, estaban velando a un señor que yo estimaba mucho, que era dirigente del mercado 16 de julio de Obrajes, don Félix Ticona. Murió ayer, 45 años tenía, me sorprendió realmente, me conmovió, y hasta ahora estoy un poco medio mal. Pero este hombre, una de las cosas que yo me acuerdo, es esto, cómo les quería a sus hijos, cómo quería su esposa, y su esposa incluso anoche me decía, ahí en la sala velatoria: “Un hombre como este, tan bueno, no voy a conseguir nunca, padre”. “¿Por qué?”, le digo, “¿por qué dices eso?”. Mira, vendían verdura, iban a El Alto a traer por mayor y aquí lo revendían en obrajes, entonces ella dice “Yo le mandaba temprano, nunca, ni una de las veces (porque ellos tenían su puesto) ni una de las veces protestó, de madrugada tenía que ir y estaba todo el día en el puesto”, y le decía: “Hija, ¿no te hace frío?”, se preocupaba por ella.

Ahora, los chicos a veces no salen bien, uno de sus hijos se estaba portando mal, qué paciencia, eso es saber entender que en esta vida, con la gracia de Dios, con su compañía en nuestra vida, podemos afrontar toda dificultad, todo problema, incluso la muerte, a pesar de nuestros sufrimientos y de nuestra tristeza la tenemos que mirar con esperanza, y qué difícil es decir esto. Hay gente que está sufriendo la pérdida, a lo mejor, de su hijo, de su papá, de su mamá, y bueno, hay que decirlo, pero sí, humanamente estamos tristes, pero nuestra esperanza está en que Dios ha de cumplir su palabra, y qué nos ha prometido, tener vida eterna. En esta vida somos peregrinos, queridos hermanos, estamos de paso, la finalidad de nuestra creación se va a revelar el día de nuestra muerte.

Pero bueno, en esta vida es así, reímos, soñamos, lloramos, nos entristecemos, todo eso es la vida, son los oleajes de nuestra vida, pero Jesús está con nosotros, no te olvides, Dios no nos abandona, Dios está presente siempre con nosotros.

Bueno, la respuesta de los discípulos, que somos nosotros, “Pero, ¿Señor acaso estás dormido, no te apiadas de nosotros, acaso no tienes misericordia de nosotros?”. Cuántos no hemos dicho esto durante la pandemia, ¿se acuerdan?, pensábamos que íbamos a morir de solamente salir a la calle. Caramba, y le decíamos ¿dónde estás, Dios, dónde estás? Y no estábamos entendiendo una cosa, y eso también quería hablarles como un segundo aspecto de reflexión: el Señor nos ha regalado esta vida y ya les he dado las características de esta vida, pero también nos ha dado una cualidad, la libertad, el libre albedrío.

Y en la libertad, con la libertad viene todo, no podemos achacarle la culpa al Señor de nuestras enfermedades, de lo que nos va mal, de lo que nos portamos mal, de lo que otros nos hicieron, no podemos achacarle eso a Dios, no se puede, porque eso no es real.

Nosotros somos responsables de lo que hacemos, somos responsables de nuestras decisiones. Si te has casado con esa persona es que has querido, no es que estaba medio hipnotizado, mentira, tú has querido, nadie te obliga, o quién se ha casado con una pistola ahí atrás, nadie. Es que es bien gracioso escucharles a las parejas cuando están diciendo: “Mira, quiero la nulidad matrimonial”, ya han descubierto que la nulidad matrimonial, porque antes no se hablaba de esto, decía no, no puedo divorciarme, pero ahora han descubierto que puede haber nulidad matrimonial, y tú vas escarbando, y les vas preguntando, pero ¿por qué quieres esto? Es que él había sido o ella había sido, él o ella, así, así, así. Caramba, antes de casarte acaso no le conocías, tú has decidido, tú has decidido. Me he equivocado, nos podemos equivocar. También es fruto de nuestra libertad, tenemos derecho a equivocarnos, nos equivocamos y mucho, muchas veces en nuestras decisiones, en nuestras relaciones interpersonales y casi nadie nos prepara para perder, para decirnos “te has equivocado”, y para reconocer nuestra equivocación. Como les decía al principio, todos queremos inflar el pecho y decir “yo tengo la razón, yo tengo la razón del mundo y las tengo aquí en mis manos”. Mentira.

Caminamos como las aguas, nos vamos hundiendo y vamos saliendo por la gracia de Dios, y también porque nosotros, en nuestra voluntad, así nos empuja a hacer. Bien, los discípulos dicen: “¿Dónde está el Señor, estás durmiendo, qué pasa, acaso no te apiadas de nosotros, mira, mira lo que está pasando en el mundo, mira un hijo que pega a su padre o a su madre, mira, dónde estás, mira la violencia contra las mujeres, contra los niños, dónde estás?”. Mira lo que está pasando con nuestro país, peleándose todo el tiempo, tratándonos de mostrarnos verdades que no son verdad, y lo sabemos; que no hay crisis, miren, vamos al mercado y vamos a ver si hay crisis, no hay crisis, cosas tan evidentes, ¿ves?, la vida es así. Y nos quejamos, y le decimos, y la achacamos eso a Dios, y Dios está presente siempre en nuestra vida, pero no es nuestro titiritero, y nosotros no somos títeres de Dios, somos su criatura muy amada, muy querida y tan amada; tanto amor nos tiene Dios que nos ha dado la libertad.

Bueno, de ahí el Señor se levanta, porque el Señor siempre, siempre nos escucha y Él actúa cuando debe actuar, no cuando nosotros pretendemos y queremos; entendámoslo, es cuando Él lo ve pertinente, y qué hace, primero a los elementos, a la lluvia, a la tempestad, al viento, al agua: “Cállate, silencio”. Es curioso, porque este imperativo, según San Marcos, también se aplica cuando le presentan a los endemoniados, a aquellas personas que tienen al maligno, y el Señor no le permite hablar al maligno, y nosotros no podemos permitir hablar al maligno, no podemos entrar en diálogo con el mal, no se puede porque vamos a perder. No pretendas eso porque vas a perder.

Y el Señor ahí demuestra también en ese su imperativo, “silencio y cállate”, su divinidad. ¿Se acuerdan?, hemos hablado de la humanidad, estaba cansado, ahora se manifiesta su divinidad, Él es el Señor de la creación, es nuestro Señor, y ellos, los discípulos igual que nosotros, estaban con Dios y no le reconocemos, muchas veces queremos que el Señor se manifieste de una manera espectacular, Él no va a hacer esto, Él se va a manifestar en cosas impensadas, en hechos y en personas concretas, ojalá que le reconozcamos.

Luego de esto, les dice algo que también el Señor nos dice a nosotros: “Qué miedosos son, qué miedosos, ¿por qué tiene miedo?”. Y ahí las respuestas: “El piso de mi vida se me estaba moviendo mucho y me estaba hundiendo, y tenía miedo”; y el Señor le responde, “¿Por qué tienes miedo?”. “Es que he dudado, he dudado”. “Acaso no tienen fe, acaso no les he demostrado que les quiero, acaso no estoy con ustedes, acaso no tienen evidencia de mi existencia, acaso no dices que me quieres, ¿por qué dudas?”.

Problemas vamos a tener, llantos vamos a tener, alegrías también vamos a tener, ilusiones vamos a tener; Dios está con nosotros siempre en esta vida y en plenitud, vamos a estar con Él en la otra vida, no te olvides ¿ya?

Hermanas, hermanos, en la vida hay tempestades, pero esas tempestades las tenemos que saber mirar con la fe, ese es el plus que tiene el creyente. Nosotros, como creyentes, como cristianos, afrontamos la vida con todas sus vicisitudes, todos sus matices, con fe, con esa confianza puesta en Dios. No te olvides, así debemos vivir, fíjense cómo el Señor, por medio de este pasaje evangélico, también nos enseña cómo vivir nuestra vida, y a veces no sabemos vivir, queremos ganar en todo; no se puede, no se puede, pero no porque hayamos perdido, no porque nos den o no nos den la razón, no estamos con Dios, no te olvides de esto, siempre Dios está con nosotros, ten fe y todo irá bien.

Termino con esta pequeña frase de Santa Teresa de Ávila, que dice: “Nada te turbe, nada te espante, quien a Dios tiene, todo lo tiene”. ¿Me han comprendido? Amén.

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