Mons. Eugenio Coter: “Siempre detrás de lo que recibimos esta la providencia de Dios”
Prensa CEB 11.08.24.- Desde la Catedral Nuestra Señora del Carmen en Riberalta, el Mons. Eugenio Coter, Obispo del Vicariato Apostólico de Pando, ofreció una reflexión sobre la Providencia divina, la humildad, y el verdadero alimento espiritual, durante su homilía dominical.
Este domingo 11 de agosto, el Obispo comenzó su mensaje recordando a los fieles la invitación del salmo: “Gusten y vean qué bueno es el Señor”, y sugirió que antes de cada comida sería útil repetir estas palabras, no solo para agradecer, sino también para reconocer que cada alimento es fruto tanto del esfuerzo humano como de la generosidad divina: “Aprendamos a tener esta mirada de fe y sepamos transferirla a nuestros jóvenes, a nuestros chicos, que en este sentido lo toman por hecho, que sí hay la comida todos los días, y esto no les ayuda ciertamente a crecer. No es el hecho que haya la comida todos los días, el hecho que sientan que la comida solo depende de ellos y de ustedes; siempre detrás de lo que recibimos esta la providencia de Dios”.
El Obispo contó la historia del profeta Elías, destacando su enfrentamiento con los profetas de Baal y las lecciones que se desprenden de este episodio. Elías, tras haber triunfado sobre los profetas de Baal en una demostración del poder de Dios, se dejó llevar por el fervor del momento y ordenó la ejecución de sus adversarios. “La ola del poder destruye la lucidez y el corazón”, advirtió el Mons. Coter, subrayando que el poder, cuando no es manejado con sabiduría y moderación, puede corromper incluso a los más piadosos.
Elías, consciente de su error, huyó al desierto, donde enfrentó su propia fragilidad y buscó refugio en la presencia de Dios; en medio de su desolación, experimentó el cuidado divino a través de un ángel que le ofreció alimento. El Mons. Coter comparó esta imagen con el Pan de Vida que los cristianos reciben en la Eucaristía: “Dios sigue siendo Providencia”, remarcó el Obispo, instando a los fieles a reconocer la constante y amorosa provisión de Dios en sus vidas: “Gusten y vean, que bueno es el Señor”, finalizó.