Mons. Giovani Arana: “El Señor ilumine el corazón de quienes nos gobiernan, como también de cada ciudadano”
Prensa CEB 25.08.24.- En la homilía de este domingo 25 de agosto, el secretario general de la Conferencia Episcopal Boliviana, Mons. Giovani Arana, encomendó la Eucaristía por el presente y el futuro del país, y pidió que el Señor ilumine los corazones de las autoridades y de los ciudadanos y que “juntos podamos construir una país que viva en paz, justicia y fraternidad”.
En el Día Nacional del Catequista, el también Obispo de la Diócesis de El Alto agradeció la labor y vocación de los catequistas que acompañan a los niños, adolescentes, jóvenes y adultos en su camino de fe. El obispo Arana dijo que se viven tiempos donde “el relativismo va ganando espacio, la familia ya no es el primer lugar donde se habla de Dios, la sociedad busca separar o incluso eliminar la dimensión espiritual en las personas, pensado que lo material es lo que da la felicidad plena”; en este contexto, recordó a los catequistas que su papel es importante y significativo.
“Ser catequista significa haberse encontrado con la persona de Cristo y, a partir de ese encuentro, vivir solo con Él, por Él y para Él”, dijo llamándoles a vivir plenamente la vida cristiana: “El catequista de hoy y del futuro será un místico o no será catequista”, y pidió a los que ejercen esta misión que se empeñen en vivir una mística cristiana de acuerdo a su condición de vida, para que, a través de esa vivencia, puedan catequizar auténticamente a los demás.
Invitó a los catequistas a dar esperanza y alegría en medio de situaciones difíciles en los ámbitos personal, familiar, comunitario y en el país. En su mensaje reiteró la importancia de la tarea catequética, especialmente con los pobres y los necesitados: “Cuidemos de no dejarnos envolver por la globalización de la indiferencia. Queridos catequistas, no se olviden de practicar la caridad hacia los demás, hacia los necesitados. No sirve de nada acumular conocimiento y experiencia cristiana si esta no nos lleva a practicar la caridad, si no nos lleva a ser Samaritanos con los demás”.
En su reflexión sobre las lecturas dominicales, la autoridad eclesial invitó a los fieles a fortalecer su fe, seguros del acompañamiento de Dios: “El Dios en el que creemos y al que servimos no es un desconocido, o mejor dicho, no es un Dios ajeno a nuestra realidad, Él se involucra en nuestra vida, le interesamos, se preocupa por nosotros, está atento a nuestra situación de dolor, de sufrimiento, a nuestros momentos de alegría”.
La homilía concluyó con una reflexión sobre el Evangelio de San Juan, en la que Mons. Arana instó a los fieles a asumir las exigencias de seguir a Jesús con valentía, incluso cuando sus enseñanzas se presentan como «un lenguaje duro». Finalmente, pidió la intercesión de María, Madre de Dios y «catequista por excelencia», para que todos los catequistas de Bolivia perseveren en su misión y sigan el ejemplo de Jesús.
HOMILÍA
DOMINGO XXI – TIEMPO ORDINARIO
25 de agosto del 2024
Buenos días, hermanos y hermanos, buen y bendecido domingo para todos. Nos reunimos hoy para celebrar juntos esta Eucaristía en este domingo Día del Señor, saludo con los mismos sentimientos a quienes nos siguen por los diferentes medios de comunicación, estamos a pocos días de concluir este mes de agosto, un mes que estuvo caracterizado por el recuerdo especial que hemos hecho de nuestro país Bolivia que ha cumplido 199 años de independencia y vamos ahora rumbo a celebrar el bicentenario, encomendamos en esta Eucaristía el presente y futuro de nuestro país, que sea el Señor que ilumine el corazón de quienes nos gobiernan, como también de cada ciudadano, y así, juntos podamos construir una país que viva en paz, justicia y fraternidad.
Hoy también, como Iglesia en Bolivia celebramos el Día Nacional del Catequista, quiero en primer lugar, pedir que todo elevemos a Dios nuestro agradecimiento por haber despertado en tantos catequistas esa bella vocación de acompañar a niños adolescentes jóvenes y adultos en su camino de fe.
Gracias, queridos catequistas, por su disponibilidad que junto a su entusiasmo y creatividad acompañan a tantas personas en el fortalecimiento de su fe y les comunican lo maravilloso que es configurar nuestra vida con la de Cristo, permítanme compartir una brevísima reflexión sobre qué tipo de catequista creo que necesita la Iglesia en estos tiempos.
Como ocurre con cualquier otra actividad pastoral, sabemos que los desafíos de hoy son particulares y diferentes a los del pasado, vivimos un tiempo donde el relativismo va ganando espacio, la familia ya no es el primer lugar donde se habla de Dios, la sociedad busca separar o incluso eliminar la dimensión espiritual en las personas pensado que lo material es lo que da la felicidad plena, etc.
En este panorama difícil es donde se nos pide catequizar y es aquí donde nuestra experiencia cristiana juega un papel importante, ser catequista significa haberse encontrado con la persona de Cristo y a partir de ese encuentro vivir solo con Él, por Él y para Él, esto es lo que se entiende como mística, vivir plenamente la vida cristiana, ya lo decía Karl Rahner un teólogo del siglo XX refiriéndose a todos los cristianos, pero creo que lo podemos también aplicar hoy a los catequistas decía: “El cristiano del futuro o será un místico o no será cristiano”, y lo podemos parafrasear y decir: el catequista de hoy y del futuro será un místico o no será catequista, pido a todos en especial a cada catequista, que se empeñe en vivir una mística cristina de acuerdo a su condición de vida, para que a través de esa vivencia puedan, también, con su vida catequizar auténticamente a los demás.
Pero esa mística bien vivida, debe reflejarse en la alegría cristiana, el Papa Francisco constantemente nos invita a recordar el anuncio pascual que el mismo Jesús nos hace “¡alégrense!” (Mc 28, 9), la alegría cristiana que estamos llamados a vivir y comunicar, está marcada por la vivencia de la esperanza seguramente que todos experimentamos situaciones difíciles a nivel personal, familiar, comunitario e incluso a nivel de nuestro país. Ante esto, estamos llamados a enfrentar esos momentos desde la esperanza que nace de la alegría pascual. Qué lindo que podamos comunicar esto en nuestras catequesis, claro está vivirlo antes nosotros, y así, ayudar a niños, adolescentes, jóvenes y adultos a enfrentar las dificultades del día a día.
Y por último, creo que sea importante que nuestra tarea catequética vaya acompañada de una sensibilidad por el pobre y por el que pasa alguna necesidad, cuidemos de no dejarnos envolver por la globalización de la indiferencia. Queridos catequistas, no se olviden de practicar la caridad hacia los demás, hacia los necesitados. No sirve de nada acumular conocimiento y experiencia cristiana si ésta no nos lleva a practicar la caridad, si no nos lleva a ser Samaritanos con los demás. Queridos catequistas, ustedes en primera persona y por su testimonio aquellos a quienes acompañan en las catequesis deben ser cada día más solidarios y sensible con los que sufren.
También hoy, último domingo de agosto, concluimos la lectura del capítulo 6 del Evangelio según san Juan, Jesús a partir del milagro de la multiplicación de los panes nos expuso todo lo que implica el misterio eucarístico llegando a manifestarse como, el verdadero pan bajado del cielo que da vida a la humanidad.
Hoy se enfrenta a una dura realidad a causa de su mensaje, quienes lo habían seguido empiezan a alejarse por la dureza de sus palabras, llegando incluso, el mismo Jesús a preguntar a sus discípulos más cercanos: “¿También ustedes quieren irse?”, examinémonos también nosotros, ¿qué haríamos? ¿Asumiríamos en nuestra vida la exigencia de seguir a Jesús? La opción religiosa pasa por aceptar libremente las exigencias que se nos piden.
Pero veamos los textos de la Palabra de Dios que hoy hemos escuchado y así recibir el alimento de la Palabra que fortalece nuestro espíritu. La primera lectura tomada del libro de Josué va en esa línea es el mismo Josué que reúne “a las tribus de Israel, a los ancianos, a sus jefes, a sus jueces, y a sus escribas, a todo el pueblo”, hace esta interpelación al pueblo: “Si no están dispuestos a servir al Señor, elijan hoy a quién quieren servir: si a los dioses a quienes sirvieron sus antepasados al otro lado del Río, o a los dioses de los amorreos, en cuyo país ustedes ahora habitan. Yo y mi familia serviremos al Señor”, aquí Josué nos ayuda a comprender la importancia de tomar opciones libres y claras en nuestra vida, más aún, cuando éstas tienen que ver con opciones fundamentales como es nuestra fe, por eso al final la respuesta también del pueblo de Israel es una respuesta contundente: “También nosotros serviremos al Señor, ya que Él es nuestro Dios”, tomemos en cuenta que esta opción nace además, del reconocimiento de todo lo que el Señor obró y continúa obrando en nuestras vidas, en nuestra historia, dice el texto: “El Señor, nuestro Dios, es el que nos hizo salir de Egipto, de ese lugar de esclavitud realizó ante nuestros ojos aquellos grandes prodigios nos protegió en todo el camino que recorrimos”.
Esto nos ayuda a clarificar dos aspectos en nuestra vida, y nos ayuda a que nuestra fe sea más sólida. Por un lado, caemos en la certeza de cómo Dios va acompañando nuestra historia, nuestras vidas, creemos en Dios por todo aquello que ha ido y va realizando en nuestra vida, pequeños milagros que solo los podemos explicar desde la presencia divina en nuestra historia, situaciones por las que hemos ido pasando a nivel personal y a nivel comunitario, donde podemos ver la mano de Dios, pero además caemos en la certeza de que el Dios en el que creemos y al que servimos, no es un desconocido, o mejor dicho, no es un Dios ajeno a nuestra realidad, Él se involucra en nuestra vida, le interesamos, se preocupa por nosotros, está atento a nuestra situación de dolor, de sufrimiento, a nuestros momentos de alegría. Por eso, queridos hermanos, nunca debemos dudar de la intervención de Dios en nuestra historia, sabiendo que Él tiene sus tiempos y formas de intervenir.
El texto del evangelio de hoy, como lo dijimos, es la conclusión del capítulo 6 del evangelio de san Juan, vemos en un primer momento como todo el lenguaje utilizado por Jesús, desde la multiplicación de los panes y la manifestación de Él como pan bajado del cielo, es para los oyentes difícil de comprender, ellos mismos dirán: “Es duro este lenguaje ¿Quién puede escucharlo?” lo que pasa es que aquellos que escuchaban el mensaje de Jesús, en un primer momento estaban interpretándolo literalmente, por eso les sorprende que Jesús hablase de comer su cuerpo y beber su sangre, de que Él sea el pan bajado del cielo, sin embargo, la idea es acoger el lenguaje de Jesús desde una interpretación teológica espiritual, que sin duda, contiene una exigencia concreta en nuestro estilo de vida y que lo continúa haciendo un lenguaje duro.
El lenguaje de Jesús, sus enseñanzas, se hacen duros, exigentes, difícil de escucharlo cuando pone frente a nosotros actitudes que debemos cambiar y que nos cuesta, y es que las enseñanzas de Jesús tienen esa finalidad de que nos presenten desafíos en nuestra vida, que nos provoque muchas veces, ir en contra corriente, y es ahí, donde encontramos la dificultad, lo fácil es escuchar su enseñanza y no interpelarse, no cuestionarse si lo que hago está bien, o peor aún, continuar haciendo las cosas mal, es aquí, también, donde debemos plantearnos si las catequesis que se ofrecen en las diferentes parroquias, comunidades, están consiguiendo que los niños, adolescentes, jóvenes y adultos se interpelen sobre su conducta, debiéramos preguntarnos todos, qué enseñanza estamos impartiendo en las catequesis.
En el texto del evangelio de Juan que acabamos de escuchar, hay un dato importante que no debe pasar desapercibido, es una afirmación que Jesús hace: “Nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo concede”, esto nos explica que, el estar con Jesús, el encontrase con Él, el vivir con, para y en Él, no depende de aptitudes solamente humanas, como es el conocimiento que podamos adquirir sobre Dios o sobre Jesús, en la catequesis o en algún curso de teología, el encontrase con Jesús es una gracia dada por Dios, por eso, nuestra vida cristiana debemos entenderla desde una opción de fe que hacemos provocados por la invitación de Jesús a seguirlo y a poner en práctica sus enseñanzas.
Por eso, al final Pedro hace esa linda profesión de fe frente a un escenario poco alentador, pues dice que: “Desde ese momento, muchos de sus discípulos se alejaron de Él y dejaron de acompañarlo”, al punto que Jesús pregunta a sus discípulos “¿También ustedes quieren irse?”, y viene en la voz de Pedro, la profesión de fe de los discípulos: “Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna. Nosotros hemos creído y sabemos que eres el Santo de Dios”, al fin y al cabo, nuestra experiencia de seguimiento a Jesús, se resume en esto, en reconocerlo como Hijo de Dios, en reconocer que sus palabras son vida, pero debemos estar atentos a no asumir aquella actitud cómoda de escapar de hacernos a un lado y de ni siquiera hacer el esfuerzo de acoger las enseñanzas de Jesús y ponerlas en práctica, por el contrario, debemos también, pedir a Dios que nos haga valientes frente a las exigencias que nos hace Jesús en los evangelios.
Que María, nuestra Madre, quien acogió a pesar de todo aquello que Dios le pidió que puso también en práctica las enseñanzas de Jesús, que interceda por nosotros, haciendo que, con valentía, demos testimonio de nuestra fe; que María la Madre de Dios, catequista por excelencia, interceda por cada uno de los catequistas de Bolivia, los anime en su misión, y los haga perseverantes en el seguimiento de Jesús su Hijo. Amén.