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Ago

Mons. René Leigue: “Si imponemos nuestra propia voluntad, no siempre encontraremos una solución”

Prensa CEB 19.08.24.- A continuación la homilía de Mons. René Leigue, arzobispo de la Arquidiócesis de Santa Cruz, pronunciada el 18 de agosto, desde la Basílica Menor de San Lorenzo Mártir, Catedral de Santa Cruz de la Sierra.

Homilía: 

Cordial saludo a todos ustedes, los presentes, los que nos siguen por los medios de comunicación, las redes sociales, aquellos en el campo, los que están enfermos, en los hospitales, y también en las cárceles, donde algunos escuchan y siguen también la celebración.

El alimento espiritual en el mensaje de Jesús

“Más que todo está remarcando en el alimento espiritual.” 

En estos últimos domingos, hemos escuchado que el Señor nos está hablando sobre el alimento necesario e importante, pero, sobre todo, está remarcando el alimento espiritual. Comenzó con la multiplicación de los panes, donde la gente se sació corporalmente. Luego, Jesús ha venido explicando, dialogando y enseñando, como dice hoy el Evangelio, lo que significaba para Él este acto, insistiendo en que Él es el pan bajado del cielo.

Jesús, el pan esencial para todos

“El que come mi carne y el que bebe mi sangre vivirá eternamente.” 

En el Evangelio de hoy, Jesús nos dice concretamente: “Yo soy el pan bajado del cielo. El que come mi carne y el que bebe mi sangre vivirá eternamente”. Este pan bajado del cielo es el mismo Jesús, y lo ha remarcado en estos tres o cuatro domingos. Si Jesús insiste en esto, es porque para Él es fundamental, y nosotros también debemos verlo así. El pan material es fundamental en nuestra vida; en este mundo, nadie puede vivir sin comer. Todos lo buscamos cada día para alimentarnos, obtener fuerzas y continuar con nuestras actividades. Pero Jesús insiste más en el pan espiritual.

El banquete universal de Jesús para todos

“Busquen el pan que da vida, especialmente el pan para la vida eterna.”

Recordemos cuando Jesús decía a la gente que lo buscaba: “Ustedes me buscan porque se saciaron, pero no se queden solo con ese alimento, sino que busquen el pan que da vida, especialmente el pan para la vida eterna”. Hoy, Él nos dice: “Yo soy el pan. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida en sí, y yo viviré en él y él en mí”. Como personas de fe, especialmente como católicos, estamos invitados a participar de este banquete que el Señor nos prepara. No lo dejemos de lado ni pensemos que es solo para algunos. Él se ofrece para todos; no somos privilegiados los que lo recibimos cada día en la misa. El Señor nos llama a todos, sin excepción.

La fe que supera nuestras dudas

“¿Cómo puede este hombre darnos a comer su carne?”

Lo único que Jesús espera es nuestra respuesta. No nos quedemos como los judíos que discutían entre ellos, diciendo: “¿Cómo puede este hombre darnos a comer su carne?” Seguro que algunos aún dudan de lo que Jesús dice, incluso en este tiempo. Jesús siempre nos guía, nos enseña, y nos asombra cuando abrimos la Biblia o escuchamos su palabra. Siempre encontramos algo que nos plantea preguntas: “¿Cómo puede ser esto? ¿Cómo se puede dar esto? ¿Cómo lo puedo entender?” Hay muchas cosas que nuestra mente humana, limitada y frágil, no puede comprender. Pero nuestra fe va más allá, y por ella podemos empezar a comprender lo que Jesús quiere de nosotros y espera de nosotros.

No pongas barreras a la misericordia de Dios

“Dios siempre ofrece su perdón, y lo que espera de nosotros es el arrepentimiento.”

No rechacemos al Señor. Ya les he dicho: si hay algo que me impide acercarme al banquete que Él me ofrece, si yo soy el problema, o si alguno de ustedes es el problema, entonces cada uno es la solución a esos problemas. Quizás no me he confesado, o sé que en conciencia no puedo acercarme a la Eucaristía. Pero esto se puede solucionar: confiésese. Si hay algún otro problema que le impide acercarse, como no estar casado por la Iglesia, también hay una solución: decídase a recibir el sacramento del matrimonio. Si usted piensa que ha cometido un pecado tan grave que ni Dios lo perdonaría, recuerde que a veces nosotros mismos nos bloqueamos pensando que Dios no nos va a perdonar. Dios siempre ofrece su perdón, y lo que espera de nosotros es el arrepentimiento. No hay nada que Dios no pueda perdonarnos; somos nosotros quienes a veces rechazamos su perdón, buscando excusas y evitando acercarnos verdaderamente a Él.

El verdadero arrepentimiento y compromiso con Dios

“He cometido este pecado, pero confío en la misericordia de Dios que me perdona.”

Si nos acercamos a Dios arrepentidos, también viene un compromiso. Debemos decir: “He cometido este pecado, pero confío en la misericordia de Dios que me perdona, y mi compromiso es no volver a caer en lo mismo”. A veces, pensamos que nos confesamos ahora, pero como conocemos nuestra debilidad, creemos que vamos a caer en lo mismo otra vez. Ahí es donde no hay un verdadero avance, no hay un arrepentimiento sincero. Es difícil, pero necesario, avanzar y no caer en los mismos errores. Recordemos que la Eucaristía también es para el perdón de los pecados.

No pierdas la oportunidad de alimentarte del cuerpo y la sangre de Cristo

“¿Por qué dejarlo a un lado? ¿Por qué escapar de esto y buscar otra cosa?”

Les invito, como personas de fe y como católicos, a aprovechar la gran oportunidad de alimentarnos del cuerpo de Cristo y de su sangre. ¿Por qué dejarlo a un lado? ¿Por qué escapar de esto y buscar otra cosa? No perdamos esta gran oportunidad que el Señor nos está ofreciendo en estos últimos domingos, diciéndonos: “Vengan, yo quiero alimentarlos. Vengan, participen de mi banquete que les regalo”. Seamos agradecidos con Dios por esto. Aunque a veces no lo entendamos completamente, debemos ser personas agradecidas. No seamos de aquellos que reciben las cosas y no dan gracias, cuanto más con Dios.

La importancia de ser agradecidos con Dios 

“Démosle gracias porque él no nos abandona.” 

Seamos agradecidos con Dios, que tanto hace por nosotros, y no seamos ingratos con Él. Especialmente en este momento, cuando nos invita a participar en su banquete, seamos agradecidos. Démosle gracias porque Él no nos abandona y siempre está con nosotros.

Prioridades materialistas versus necesidades espirituales

“Así como nos esforzamos por encontrar el alimento corporal, debemos hacer lo mismo por el alimento espiritual.”

En estos tiempos difíciles, donde los precios de los alimentos de primera necesidad han subido y son tan importantes, hacemos todo lo posible por buscarlos. Del mismo modo, debemos preocuparnos por el alimento espiritual. Así como nos esforzamos por encontrar el alimento corporal, debemos hacer lo mismo por el alimento espiritual. El Señor nos invita a orar.

Desafío en tiempos difíciles: la falta de unidad y sensatez 

“Cuida mucho tu conducta. No procedas como insensato”

Tengamos en cuenta lo que dice San Pablo a la comunidad de Éfeso: “Cuida mucho tu conducta. No procedas como insensato, sino como persona sensata que sabe aprovechar bien el momento presente, porque estos tiempos son malos”. Estamos viviendo un momento malo y difícil, en el que deberíamos buscar juntos una salida. Es lamentable que, aunque hay personas dispuestas a ayudar, no se las escucha ni se encuentra una solución conjunta.

Falta de unidad y soberbia: el obstáculo para encontrar soluciones

“Si imponemos nuestra propia voluntad, no siempre encontraremos una solución”

Creo que esto es falta de voluntad, o quizás se están comportando como insensatos. Pablo nos exhorta a no ser irresponsables, sino a tratar de saber cuál es la voluntad del Señor. Eso es lo que nos falta: conocer cuál es la voluntad del Señor. Si dejamos que Él actúe, los problemas se solucionarán. Pero si imponemos nuestra propia voluntad, no siempre encontraremos una solución, y los problemas se agravarán. Como humanos, todos nos equivocamos y no debemos ser soberbios ni insensatos para no escuchar a los demás. Debemos buscar soluciones juntos.

Un llamado a buscar la voluntad de Dios en tiempos difíciles

“Busquemos siempre cuál es la voluntad de Dios”

Este consejo de Pablo es para todos, especialmente en estos tiempos complicados y difíciles. No seamos irresponsables, sino busquemos siempre cuál es la voluntad de Dios. Con este mensaje, vámonos hoy: el Señor nos invita a alimentarnos de Él en el banquete que nos regala y siempre a buscar su voluntad. Que así sea.

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