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Ago

Presidente de la CEB: “En nuestros días sigue habiendo hambre de Dios en el mundo”

Prensa CEB 18.08.24.- El Mons. Aurelio Pesoa, obispo del Vicariato Apostólico del Beni y presidente de la Conferencia Episcopal Boliviana (CEB), alertó que “en nuestros días sigue habiendo hambre de Dios en el mundo”, refiriéndose a las crisis globales como las guerras en Rusia y Ucrania, la violencia en la Franja de Gaza, y otros conflictos. Además, mencionó que en nuestro país también existe “hambre de verdadero amor a la patria, hambre de diálogo sincero y honesto para superar los conflictos”.

Desde la Catedral Santísima Trinidad, este domingo 18 de agosto, el Mons. Pesoa afirmó que el mandato “Denles ustedes de comer” sigue vigente en la Iglesia y es un mandato y una misión que, a través del tiempo y de la historia, la Iglesia ha querido hacer realidad, “dando el Pan de la Palabra y de la Eucaristía, sin olvidar el pan material a través de las obras de caridad. Obras que, a pesar de los pecados, miserias humanas, dificultades y problemas, las sigue realizando, y así lo hará hasta cuando Dios quiera”.

En su homilía, la autoridad eclesial denunció el hambre de las dificultades actuales que enfrenta el país: “Hambre de trabajo digno para que no falte el pan de cada día en los hogares. Hambre de la salud para que nadie muera por falta de atención médica. Hay hambre de justicia para que nadie quede lastimado o excluido del bien, bien que debe ser para todos y en donde todos nos sintamos incluidos. Hambre de la verdad y no verdades a medias”, señaló y añadió: “Estos días se multiplica el hambre por esas colas largas en los surtidores de nuestra ciudad, hambre por la falta la gasolina y diésel, hambre que está dando lugar a que algunos se aprovechen de la situación y especulen en la reventa del combustible, sin ningún control”.

El obispo Pesoa aseguró que en la Eucaristía esta la fuerza y el ánimo para luchar y que haya “justicia para todos, que la igualdad y la tolerancia no quede en discurso” y sea también la “energía que nos ayude a reconciliarnos con nosotros mismos y a reconciliarnos con los otros y luchar para que triunfe el bien”.

“Ojalá todos los cristianos y católicos estuviéramos dispuestos a defender nuestra fe y no hipotecarla por cosas e intereses pasajeros y ajenos”, expresó el obispo, pidiendo a los creyentes esforzarse por rescatar los valores humanos y cristianos para que no se quede en simples buenos deseos.

“El amor, el perdón, la reconciliación con el prójimo debe ser el carnet de identidad para el que se precia de ser católico”, subrayó el monseñor Aurelio Pesoa, recordando las palabras del Papa Francisco: “La Eucaristía no es un premio para los buenos, sino que es la fuerza para los débiles. En ella encontramos el perdón y el auxilio para seguir caminando”, dijo y aseguró que “la Eucaristía nos dé la energía necesaria para seguir nuestra peregrinación en este mundo herido y lastimado por el egoísmo y desaciertos del ser humano”.

Al finalizar su homilía, el presidente de la CEB llamó a recibir la Eucaristía para superar el orgullo y la arrogancia humana y doblar rodillas frente al que lo puede todo, disfrutando de su presencia real en cada misa. “Dios nos ayude y Dios siempre nos bendiga”, concluyó.

Domingo 20 Ordinario (1)

“Yo soy el pan vivo bajado de cielo”

Jn 6, 31-59. 18.08.2024 1

1.- En cada Eucaristía, Cristo se nos da como alimento para fortalecernos en nuestro camino hacia el Padre. El mismo Cristo se hace presente en medio de nosotros por medio del Pan y el Vino consagrado, Él ya había dicho: «Donde dos o tres estén reunidos en mi nombre ahí estoy yo en medio de ellos”.

En el signo del pan y el vino, de la Última Cena, el Señor Jesús le dio el sentido nuevo, una nueva realidad, es decir, la presencia en su Carne y en su Sangre, como alimento para la vida del creyente.

Ahora bien, entendamos que la verdadera comunión entre las personas se hace real si participamos del banquete eucarístico, que es donde se come el verdadero Pan de vida, que es Jesús Resucitado. En Cristo tenemos la vida para siempre. Jesús es el Pan de vida que nos nutre en el Memorial de la Eucaristía.

Es bueno recordar que la Eucaristía exige un compromiso con el prójimo. «El que come mi carme y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él”, el comer su Cuerpo y beber su Sangre exige un compromiso y comportamiento de vida. En el alimento recibido, el Maestro pone de manifiesto la misión a la que están llamados los discípulos, de ayer y de hoy y de siempre.

El mandato de “denles ustedes de comer”, sigue vigente en la Iglesia. Mandato y Misión que a través del tiempo y de la historia la Iglesia ha querido hacer realidad, dando el Pan de la Palabra y de la Eucaristía, sin olvidar el pan material a través de las obras de caridad. Obras que, a pesar de los pecados, miserias humanas, dificultades y problemas las sigue realizando, y así lo hará hasta cuando Dios quiera.

2.- Porque mi carne es la verdadera comida y mi sangre, la verdadera bebida. En nuestros días, sigue habiendo hambre de Dios en el mundo, hambre de paz entre las naciones que están en guerra como Rusia y Ucrania, o la guerra en la Franja de Gaza y muchos lugares donde entre hermanos se matan. Y qué decir de nuestro país, hambre de verdadero amor a la patria, hambre de diálogo sincero y honesto para superar los conflictos. Hambre de trabajo digno para que no falte el pan de cada día en los hogares. Hambre de la salud para que nadie muera por falta de atención médica. Hay hambre de justicia para que nadie quede lastimado o excluido del bien, bien que debe ser para todos y en donde todos nos sintamos incluidos. Hambre de la verdad y no verdades a medias. Estos días se multiplica el hambre por esas colas largas en los surtidores de nuestra ciudad, hambre por la falta la gasolina y diésel, hambre que está dando lugar a que algunos se aprovechen de la situación y especulen en la reventa del combustible, sin ningún control.

La Eucaristía debe ser la fuerza que nos llena y nos anima a ser hombres que luchan para que haya justicia para todos, que la igualdad y la tolerancia no quede en discurso. El pan de la Eucaristía debe ser la energía que nos ayude a reconciliarnos con nosotros mismo y a reconciliarnos con los otros y luchar para que triunfe el bien.

Ojalá todos los cristianos y católicos estuviéramos dispuestos a defender nuestra fe y no hipotecarla por cosas e intereses pasajeros y ajenos. Ojalá los cristianos y católicos nos esforzáramos por rescatando los valores humanos y cristianos para que no queden en simples buenos deseos.

«Les aseguro que si no comen la carne del Hijo del Hombre y no beben su sangre, no tendrán Vida en ustedes» démonos cuenta que ir a la Misa y recibir el Cuerpo del Señor no es como ir a la pensión comer y llevarse y seguir haciendo lo mismo. La Eucaristía debe ser la fuerza que nos ayuda a ser mejores personas en la vida, no para un momento o un tiempo, sino para toda la vida.

3.- De ahí que debemos darnos cuenta que la Eucaristía es el alimento imprescindible del discípulo del Señor. «El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y Yo lo resucitare en el último día». La Eucaristía es el Sacramento del amor sin límites de Dios, que donó a su Hijo y de esa manera se quedó con nosotros bajo la forma de Pan y Vino. El amor, el perdón, la reconciliación con el prójimo debe ser el carnet de identidad para el que se precia de ser católico.

El Papa Francisco en una de sus catequesis decía: «La Eucaristía no es un premio para los buenos, sino que es la fuerza para los débiles. En ella encontramos el perdón y el auxilio para seguir caminando» Hagamos que la Eucaristía nos de la energía necesaria para seguir nuestra peregrinación en este mundo herido y lastimado por el egoísmo y desaciertos del ser humano.

Muchos males se superarían si el orgullo y la arrogancia humana aprendiera a doblar rodillas frente al que lo puede todo y que se hace presente en la Eucaristía. Lugar de encuentro y de intimidad con Jesús sacramentado, desde el cual invita a alimentarnos de Él, y disfrutar de su presencia real en cada misa. Dios nos ayude y Dios siempre nos bendiga. Amén.

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