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La Iglesia hace un llamado a la esperanza frente a las catástrofes de nuestro tiempo

Prensa CEB 17.11.2024.- El obispo del vicariato apostólico del Beni, Mons. Aurelio Pesoa, basó su homilía de hoy hablando de las catástrofes y dificultades que enfrenta el mundo, con un llamado a la confianza en la palabra de Dios y a la responsabilidad humana en la construcción de un futuro mejor.

El también presidente de la Conferencia Episcopal Boliviana, recordó cómo el ser humano, a lo largo de la historia, ha interpretado señales de tragedia y oscuridad como presagios del fin del mundo. Sin embargo, señaló que las palabras de Jesús invitan a trascender el miedo, afirmando que “el cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán”. Dijo.

Desde la Catedral de la ciudad del Beni “Santísima Trinidad”, el obispo mencionó ejemplos concretos de las catástrofes que ya se viven en el mundo como la guerra en Ucrania, los conflictos en Israel, las crisis ambientales, y los desastres naturales como los recientes en España. Asimismo, hizo hincapié en las dificultades que afectan a Bolivia, como los incendios forestales, la pérdida de cosechas, la crisis del combustible y el impacto de la inflación en las familias, “no necesitamos esperar que ocurran cosas peores, porque ya vivimos tiempos difíciles”, señaló.

Para el presidente de la CEB, estas situaciones no son obra de Dios, sino consecuencias de las acciones humanas, “lo que vivimos no es porque Dios lo quiera, sino porque nosotros lo hemos provocado. El mal afecta a todos, porque somos una sociedad que está interconectada”, afirmó, haciendo un llamado a la responsabilidad colectiva para mitigar estos efectos.

“O si seguimos hablando nosotros de nuestro país, nuestro país que no está exento de esa catástrofe anunciada, por ejemplo, el precio de los insumos de la canasta familiar, el sueldo que se recibe en estos días ya no alcanza y muchas familias comen menos, y muchas familias sufren y muchas familias están lastimadas. O si queremos nosotros, la catástrofe de la falta de combustible”, recordó Mons. Pesoa.

Invitó a observar los surtidores de su ciudad, con filas largas, para contar con combustible, “porque si uno quiere comprarlo por afuera le cuesta el doble. ¿Acaso eso no es catástrofe?, se preguntó el obispo.

«Y seguramente hay muchas otras, los bloqueos que hubo. ¿Acaso no es una catástrofe cuando muchos productores tuvieron que tirar o deshacerse de su cosecha?. Así podemos enumerar muchos momentos, no solamente de dificultad, sino de una catástrofe no creada por Dios, sino creada por el ser humano”.

Monseñor Pesoa calificó a las lecturas leídas en la eucaristía, como “terroríficas”, sobre todo cuando el ser humano pretende saberlo todo o quiere saber todo de lo que sucederá en la humanidad. “Y en muchas oportunidades el ser humano ha aprovechado estos momentos cuando la palabra de Dios habla de estos acontecimientos y en distintas oportunidades se ha hablado de todo lo malo, culpando a Dios”.

El obispo del Beni, criticó las interpretaciones alarmistas que han surgido en diferentes momentos históricos, como el cambio de milenio o el año 2012; monseñor Pesoa denunció el “terrorismo de la fe” que utiliza el miedo para manipular a las personas, recordando que ni los ángeles ni el propio Hijo conocen el momento final, “solo el Padre lo sabe”, aseguró.

“La palabra de Dios hoy nos dice porque aquello que sucederá, solamente el Padre lo sabe. No lo saben ni los ángeles, ni el Hijo, solamente el Padre”.

A pesar de las dificultades, Mons. Pesoa enfatizó que el mensaje de Dios es un llamado a la esperanza y a la conversión, “la palabra de Dios es siempre una llamada de atención para reencauzar nuestra vida. Todo lo que vivimos debe llevarnos a reflexionar sobre nuestras responsabilidades y acciones como sociedad”.

Reiteró que todo lo que sucede no es porque Dios lo quiere, sino porque el ser humano es el que provoca que sucede, “las distintas catástrofes, la falta de trabajo, la falta ya de lamento largo de la salud, el mal de uno afecta a todos, porque de una u otra manera somos una sociedad, un pueblo que nos unimos los unos a los otros”.

Concluyó su homilía exhortando a los fieles a confiar en un Dios que nunca falla, que llama la atención no para infundir miedo, sino para recordarnos la importancia de vivir según su palabra.

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