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Mons. Pascual: “Que la Palabra de Dios habite en nuestros corazones”

Prensa CEB 12.01.2025. Mons. Pascual Limachi, obispo de la Prelatura de Corocoro celebró la Eucaristía de este domingo 12 de enero desde la Basílica Menor de San Francisco en La Paz, oportunidad en la que la Iglesia celebra la fiesta del Bautismo del Señor, manifestación que modela la vida del creyente, y es la designación, presentación y unción del Mesías.

Con esta celebración la Iglesia culmina el ciclo litúrgico de la Navidad y Jesús inicia su misión pública en el mundo. “La solidaridad de Jesucristo que acude al Jordán para ser bautizado, modela la vida del creyente, el cual por su bautismo renuncia al pecado y está llamado a compartir toda la realidad humana en solidaridad con las necesidades y esperanzas de los hombres que esperan y buscan un cambio en sus vidas y en la historia”, manifestó Mons. Pascual.

Aclaró que el bautismo de Jesús en el rio Jordán no es nuestro bautismo sacramental, sino más bien, es como un acto penitencial, en el que aquellos que se sienten pecadores piden a Dios, suplican su misericordia.

A continuación su homilía.

HOMILIA DOMINGO 12 DE ENERO 2025

FIESTA DEL BAUTISMO DEL SEÑOR.

Este domingo, con la fiesta del Bautismo del Señor. se cierra el ciclo litúrgico de Navidad. Aquel nacimiento que hemos celebrado en Navidad, cuya vocación mesiánica se desarrolla en el seno de la Sagrada Familia. Cuya transformación universal como Luz del mundo celebramos el día de Reyes pasado, en la fiesta de Epifanía, hoy nos han revelado públicamente a Jesús, como el Ungido por el Espíritu Santo y se nos anuncia su real identidad: «Tú eres mi Hijo, el amado; en ti me complazco» (LC 3. 22).

Así, la liturgia nos va llevando de la Infancia a la edad adulta de Jesús e inicio de su misión, y en cada domingo nos invita a acoger la gracia que la celebración de los misterios del Señor nos quiere regalar.

El bautismo de Jesús en el rio Jordán no es nuestro bautismo sacramental, sino más bien, es como un acto penitencial, en el que aquellos que se sienten pecadores piden a Dios, suplican su misericordia. No es propiamente un Sacramento. Los sacramentos no se inician hasta que Jesucristo con su pascua, con su pasión, muerte y resurrección ha ofrecido su vida al padre y esa ofrenda después es celebrada sacramentalmente.

Sin embargo, hay una similitud, están relacionadas ambas. La vida de Jesucristo se puede entenderse bajo el término bautismo, que en griego significa sumergirse, inmersión. la vida de Jesucristo es una inmersión, un sumergirse.

El hijo de Dios que comparte su vida en la Santísima Trinidad con el Padre y el Espíritu Santo por una misericordia decidió sumergirse en la condición humana tomando nuestra naturaleza y ese es el bautismo de Jesucristo, toda su vida ha sido un bautismo una inmersión.

Jesucristo se sumergió en nuestra condición de pecadores para poder hacernos santos. Su primer acto público fue hacerse presente en esa petición de perdón, en ese acto penitencial de quienes pedían misericordia por sus pecados y se puso en la fila de los pecadores como si él fuera un pecador más.

Nos podemos imaginar que Jesús estaba en la fila de los que iban a bautizarse pues, Jesús se mescla entre los pecadores, se sumerge entre ellos. Para Juan Bautista le resulta algo difícil, se resiste, no quiere bautizarlo, pero Jesús le dice que esa es la voluntad del Padre. La salvación se lleva a cabo porque Jesús decide sumergirse entre los pecadores.

Jesús se puso en la cola para ser bautizado por Juan siendo como era “el más grande”, no se olvidó que había venido al mundo para cumplir la voluntad del Padre en todo. Por eso, no sólo se pondrá en la cola de los que tenían que ser bautizados, codo a codo con los pecadores, sino que ocupará el último lugar del mundo, su lugar, la cruz. Desde ahí prestará a todos los hombres un servicio inapreciable y que él sólo podía prestar, bautizándonos a todos con su sangre.

Con el bautismo en el Jordán comienza la misión pública de Jesús en el mundo. El bautismo es la designación, la presentación y la unción del Mesías, el siervo de Yahvé. La apertura de los cielos es una imagen frecuente en la Biblia para indicar que Dios restablece sus relaciones con los hombres. El descenso público del Espíritu sobre Jesús lo muestra como aquel que ha sido ungido con la fuerza de Dios. La voz que viene del cielo, la voz de Dios, se dirige ciertamente a Jesús, pero todos pueden escucharla. De modo que en ella se expresa, de una parte, la especial relación de Jesús con el Padre, y, de otra, se hace la presentación pública del Hijo o del Siervo, a todo el pueblo.

Es la acogida del don de Dios que nos fortalece con su gracia y nos capacita para las obras que transformen nuestro mundo según el proyecto de Dios. Es lo que nos señala la segunda lectura bíblica de hoy: «Porque se ha manifestado la gracia salvadora de Dios a todos los hombres, que nos enseña que, renunciando a la impiedad y las pasiones mundanas, vivamos con sensatez, justicia y piedad en el siglo presente, aguardando la feliz esperanza y la manifestación de la gloria del gran Dios y Salvador nuestro Jesucristo; el cual se entregó por nosotros a fin de rescatarnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo que fuese suyo, fervoroso en obras buenas» (Tito 2, 11-14).

La solidaridad de Jesucristo que acude al Jordán para ser bautizado, modela la vida del creyente, el cual por su bautismo renuncia al pecado y está llamado a compartir toda la realidad humana en solidaridad con las necesidades y esperanzas de los hombres que esperan y buscan un cambio en sus vidas y en la historia.

Que la palabra de Dios habite en nuestros corazones.

Amén.

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