Religiosos y Religiosas de Bolivia se reúnen en su XXXVIII Asamblea Anual
Prensa CEB 8.01.2025. La mañana de hoy miércoles 8 enero inició la XXXVIII Asamblea Anual de la Conferencia Boliviana de Religiosos y Religiosas (CBR). La arquidiócesis de Cochabamba acoge este encuentro nacional, actividad que inicio temprano con las inscripciones y la celebración de la eucaristía inaugural presidida por Mons. Fermín Sosa Rodríguez, Nuncio Apostólico de su santidad en Bolivia.
Durante la alocución de su homilía la autoridad eclesial dijo: “Estamos aquí para el mismo objetivo, y es no solamente acrecentar el número de bautizados, sino hacer realidad en nuestro mundo el Reino de los Cielos. Si no existe una comunión entre las congregaciones y los Obispos, buscando un mismo objetivo, se da un mensaje erróneo al Pueblo de Dios, de que somos dos Iglesias”, exhortó Mons. Fermín Sosa.
La actividad que inició este 8 de enero concluirá el día viernes 10. En su programa se mencionan temas a reflexionar como: “Visión sobre los últimos acontecimientos Sociales y Políticos vividos en Bolivia”, “Percepción actual de la Vida Religiosa”, “Vida Religiosa Centinela de la Esperanza”, “Proceso sinodal y documento final”, “Acuerdos vigentes entre la Iglesia Catolica y el Estado Plurinacional de Bolivia”, “Sinodalidad y Vida Religiosa”, “El Jubileo de la Vida Consagrada”, “La Esperanza no Defrauda”: sobre crisis, promesa, confianza y los desafíos a la esperanza. Papa Francisco.
Los religiosos y religiosas tendrán también momentos especiales de oración y confraternización acompañados por Mons. Oscar Aparicio, Arzobispo de Cochabamba y Mons. Juan Gómez, Obispo responsable de la Vida Religiosa de la Conferencia Episcopal Boliviana.
VIDEO EUCARISTÍA DE INAUGURACIÓN https://www.facebook.com/cbrbolivia/videos/959799415481761
Fuente gentileza: Arquidiócesis de Cochabamba
HOMILÍA DE MONS. FERMIN SOSA RODRÍGUEZ
NUNCIO APOSTÓLICO DE BOLIVIA
EUCARISTÍA DE INAUGURACIÓN DE LA XXXVIII ASAMBLEA DE LA CONFERENCIA BOLIVIANA DE RELIGIOSOS
Como dije al inicio, es para mí un honor poder celebrar esta Eucaristía de apertura del XXVIII Encuentro Nacional de Vida Religiosa en Bolivia. Quisiera agradecer a la hermana Margarita Canchari que me ha invitado a participar a este evento muy importante en la vida de la Iglesia en Bolivia.
Tal vez piensen que esa reunión sea una más entre todas las que tienen durante el año, pero yo les puedo asegurar que estos momentos de comunión eclesial son importantes para el crecimiento también del Pueblo de Dios, ya que todo lo que ustedes realicen en este encuentro, en el diálogo, en la oración y en la reflexión, sobre su aportación como consagrados a la vida de la Iglesia, va a ser también en favor de la construcción del Reino de Dios aquí en la Tierra. Estamos en el tiempo que reflexionamos también sobre la Epifanía del Señor. Es el gran momento en el que Niño Jesús se manifestó no solamente a unos pastores que estaban cerca de él, sino que también a aquellos que se hallaban lejos de lo que estaban abiertos a reconocer a Cristo como el Hijo de Dios.
Los Reyes Magos representaban aquellas sociedades que buscaban la Luz que los guiada por nuevos senderos, nuevos senderos en la búsqueda de la Justicia y de la Paz. Los Reyes Magos aportaron cada uno un don diferente, pero que juntos estos dones manifestaban la naturaleza de aquel a que iban a adorar. Así también ustedes, queridos hermanos y hermanas, como consagrados, dan sus propios dones para que juntos puedan dar a conocer al Señor de señores, al Salvador y Refugio del Mundo.
El Papa Francisco, en un encuentro con los superiores generales de 2013, le preguntaron qué tipo de vida consagrada esperamos hoy. Su respuesta fue que se ofreciera un testimonio especial. El Hijo debe de ser verdaderamente testigo de un modo distinto de hacer y de ser. Debe encarnar los valores del Reino. Y añadió que se requiere un enfoque radical de todos los cristianos, pero los religiosos están llamados a seguir al Señor de manera especial. Son hombres y mujeres que pueden despertar el mundo e iluminar el futuro.
La vida consagrada es profecía. Ser profético, dijo, es reforzar lo que es institucional en la vida consagrada, es decir, el carisma de la congregación, sin confundir esto con la obra apostólica que se realiza. Lo primero permanece, lo segundo pasa, el carisma permanece porque es fuerte. Y decía, a veces se confunde carisma y su realización práctica. Lo primero es creativo, busca siempre nuevos caminos. El testimonio carismático debe ser realista, decía el Papa.
Por eso el tema en el que van a trabajar en estos días, vida religiosa, centinela de la esperanza y sinodalidad, es un tema en el cual el carisma de cada uno de sus propias congregaciones se hará presente, sobre todo en este año del Jubileo de la esperanza y también esa nueva forma de ver y de vivir dentro de la Iglesia, que es la sinodalidad. Es decir, el Papa, durante ese mismo encuentro, decía que las diócesis tienen necesidad de sus carismas. Y esta es una realidad latente, ya que ustedes no son simplemente manos de ayuda, sino que son las que enriquecen a la Iglesia con sus propios carismas. Eso decía el Papa. Pero hay un peligro de no trabajar juntos. Dios existe y con congregaciones religiosas, en la cual se piensa que no están unidas las unas con las otras. Sin embargo, es importante este trabajo conjunto entre las dos entidades. Estamos aquí para el mismo objetivo, y es no solamente acrecentar el número de bautizados, sino hacer realidad en nuestro mundo el Reino de los Cielos. Si no existe una comunión entre las congregaciones y los Obispos, buscando un mismo objetivo, se da un mensaje erróneo al Pueblo de Dios, de que somos dos Iglesias.
El Papa dice además, y que no es capaz de vivir la vida comunitaria, no es apto para la vida religiosa. Y esto también puede ser aplicable al trabajo conjunto entre todos los miembros de la Iglesia. En la primera lectura hemos escuchado, podemos decirlo así, el redescubrimiento de nuestra vocación de consagradas. Él nos llamó primero, es Dios quien tuvo la iniciativa para amarnos. Esta palabra la hemos dicho infinidad de veces a mucha gente, la hemos predicado en retiros espirituales, en homilías, en encuentros sacerdotales y religiosos y religiosas, pero creo que muchas veces la hemos predicado tal vez externamente. Esa frase nos llama a la intimidad con Dios. Es una invocación a nuestro primer llamado y a una respuesta de seguirlo. Así como María dijo, sí, esa fía incondicional, perdón, de María al Ángel, es la misma fía al que nosotros también decimos adiós en este amor que él nos llamó primero. Por eso el mismo Apóstol San Juan nos ayuda a descubrir cómo se manifiesta este amor.
Él nos llamó primero para que nosotros podamos también compartir ese amor a los demás. De ahí nace la vocación para entregarse a los demás y ser centinela, es decir, estar siempre en guardia para que la luz de Cristo no desfallezca en nuestra sociedad. Como las vírgenes que esperan a su amo, recordamos ese pasaje de Mateo en el Valle de las Diez Vírgenes, entonces también nosotros estamos a la espera, centinelas de la esperanza, para que ese amor infundido por Dios en nuestro corazón pueda ser manifestado a través del amor al prójimo.
El que ama a Dios debe manifestarlo en el cumplimiento de su voluntad. Y nosotros no estamos exentos a ese amantamiento, sino al contrario, estamos obligados por el mismo amor a vivirlo y manifestarlo con nuestras obras y en nuestras obras. El Evangelio de hoy, un Evangelio también muy conocido, la multiplicación de los panes, pero eso para nosotros también es importante. ¿Por qué? Porque cuando le dicen a Cristo hay tanta gente y no hay alimentos, Cristo pone a prueba a todos sus discípulos, pone a prueba a sus apóstoles y les dice, ah, que le den ustedes de comer, den ustedes de comer. Ciertamente, yo puedo imaginar la cara de los apóstoles, todos así, con una cara de interrogación, que muchas veces nos pasa a nosotros. ¿Cuántas veces en nuestras misiones, cuántas veces en nuestra congregación, en la parte de vocaciones, el ánimo, los problemas que llevan nuestras mismas congregaciones, nos interrogan sobre esa misma frase, esa misma pregunta que Jesús le hizo a los apóstoles, denme ustedes de comer?
Y muchas veces nosotros nos quedamos también con esa cara, qué vamos a hacer? Sin embargo, los apóstoles no se quedaron acordados, inmediatamente buscaron entre todas esas gentes, a un joven que tenía ya cinco panes, ¿no?, y dos pescados, buscaron algo, había algo con que empezar, y ahí viene el milagro, ahí viene el milagro de Dios, diciendo o enseñando en este acto, que Cristo está siempre con nosotros, a pesar de que tengamos poco, a pesar de que tengamos poco. He visitado algunas congregaciones de ustedes, en el año pasado, desde que llegué, y he visto la dificultad de muchos de ustedes, en cuanto a la falta de vocaciones, pero que esto no nos desalinee, al contrario, eso lo deben ustedes de invitar a estar más unidos a Cristo. Y ya me puedo imaginar la cara de los apóstoles, cuando vieron cinco panes y dos peses para tanta gente, dijeron, bueno, ¿y esto cómo lo vamos a hacer? Y es por eso que Cristo dijo, bueno, que los pongan por grupos, y ya los apóstoles empezaron a trabajar.
Queridos hermanos, no olvidemos que nosotros también participamos de la apostolicidad de los primeros apóstoles. Es verdad que sacramentalmente los obispos representan a los apóstoles, pero en el trabajo cotidiano de nuestra vida pastoral, ustedes están allá, ustedes llegan a la gente. El obispo no puede llegar a todos, el obispo llega a través de sus sacerdotes, y a través de ustedes, con sus propios carismas, a la gente, al pueblo de Dios, aquellos que estaban sentados allá en el monte, en el pasto. Es ahí donde nosotros ponemos nuestros carismas, pero lo más grande que tenemos, nuestra fe. Que eso no decaiga, nuestra fe. Porque muchas veces, con todos los problemas, ¿qué hacemos cuando empezamos a cerrar casas, empezamos a cerrar, a disminuir nuestras obras sociales, a disminuir nuestra presencia en ciertas cosas? ¿Por qué? Porque nos hacen falta manos, nos hacen falta recursos, nos hacen falta esto. Y muchas veces perdemos pues esta dimensión de la fe, de que no es nuestra iglesia, es la iglesia de Cristo. Y si es la iglesia de Cristo, Él nos va a dar, en su momento oportuno, lo que nosotros necesitemos para cumplir nuestra misión. ¿Qué debemos de tener nosotros? Esa apertura, esa apertura a vivir con fe la voluntad de Dios.
Y eso es lo que los apóstoles hicieron, siguieron el mandato de Jesús, empezaron a poner en grupos a todas las personas, y después no cogieron más, más de lo que había. ¿Por qué? Porque la providencia es más grande que nuestro esfuerzo, la providencia es más grande que nuestras manos. Nosotros solamente ponemos lo que nos corresponde poner, pero lo ponemos con amor, porque Él nos amó primero.
Y en la respuesta que nosotros damos, damos respuesta a ese amor, amándolo también, haciendo lo que Él nos invita a hacer, lo que nos pide hacer, que es manifestar el amor del Padre a un mundo que cada vez está más alejado, cada vez está más dividido, cada vez pierde un poco más la esperanza. Y ustedes, queridos hermanos, junto con sus obispos y sacerdotes diocesanos, somos los que damos la esperanza al pueblo, pero una verdadera esperanza, no la esperanza que da un partido político o un grupo, sino que nosotros damos la verdadera esperanza que es Cristo, Cristo mismo. Por eso, les deseo en estos días de reflexión, que el Espíritu Santo derrame su sabiduría en ustedes, para que con esa fortaleza que Él da, a través de su Espíritu Santo, puedan trabajar siempre para la construcción de ese reino, que así sea.
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