
DOMINGO 6 DURANTE EL AÑO (CICLO C)
PRIMERA LECTURA: Jr 17,5-8. Maldito el que confía en el hombre. Bendito el que confía en el Señor.
Establece una comparación entre la confianza en Dios y la confianza en las fuerzas humanas. Estos versículos nos invitan a cultivar una fe sólida y a mantener una conexión constante con Dios, nuestra esperanza. El pasaje subraya que confiar en Dios nos ofrece seguridad y optimismo, mientras que apoyarnos únicamente en nuestras propias fuerzas nos lleva a la desilusión. A través de una metáfora, el profeta contrasta la situación de quien confía en el hombre, representado como un arbusto seco y débil en el desierto, con la de quien confía en el Señor, simbolizado por un árbol frondoso y verde junto al agua. Esta imagen resalta la importancia de estar firmemente arraigados en una relación profunda con Dios. La fe en Él no sólo brinda estabilidad espiritual, sino que también nos permite enfrentar las adversidades con esperanza.
SEGUNDA LECTURA: 1Co 15,12.16-20. Si Cristo no resucitó, la fe de ustedes es inútil.
San Pablo nos invita a reflexionar sobre la profundidad de nuestra fe, recordándonos que la resurrección de Cristo no es sólo un hecho histórico, sino que deja una huella transformadora en nuestra comprensión de la redención, asícomo en nuestra percepción de la vida y la muerte de Jesús. Este pasaje nos desafía a considerar cómo la Resurrección de Cristo influye en nuestra experiencia y creencia. Si Cristo no ha resucitado, tanto la predicación como la fe en su mensaje pierden su fundamento, lo que resalta la crucial relevancia de esta verdad para nuestra fe. San Pablo pone ambas resurrecciones en estrecha relación: la Resurrección de Cristo inaugura la de los cristianos.
EVANGELIO: Lc 6,12-13.17.20-26.
Felices ustedes los pobres. Ay de ustedes los ricos.
El Evangelio de hoy nos invita a reflexionar sobre nuestras prioridades y nuestra forma de ver el mundo. Jesús enseña que la verdadera bendición proviene de un profundo encuentro con Dios, y no de las riquezas ni del poder. Su Mensaje desafía nuestra comprensión de lo que significa ser verdaderamente bendecido y nos lleva a cuestionar cómo nuestras actitudes hacia la riqueza y el poder trastocan nuestras relaciones con Dios y con los demás. En tal entendido, las tres primeras bienaventuranzas (6,20-21) afectan al grupo de personas: pobres, hambrientos, afligidos, prototipo de los marginados de cualquier sociedad. La cuarta (6,22-23) se refiere a los discípulos, equiparados a los profetas. A todos se les promete el Reino con imágenes tomadas de los profetas. Invirtiendo la percepción común de éxito, transforma la pobreza, el sufrimiento y la marginación en motivos de bendición, al tiempo que advierte a los ricos sobre las desventajas de buscar seguridad en los bienes materiales. El mensaje de las Bienaventuranzas desestabiliza la escala de valores que predomina entre las personas, grupos y naciones.
Preguntas de reflexión
¿Dónde pongo mi confianza y seguridad, en Dios, en las riquezas, en el poder?
¿Llevo a la práctica el mensaje de las Bienaventuranzas? ¿S? ¿No? ¿Por qué?
Hoja Dominical «Día del Señor»
