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Mons. Reimann a gradece a la vida consagrada por su entrega renovada al Señor y por la misión realizada en fidelidad a su carisma

Prensa CEB 3.02.2025. Con motivo de la XXIX Jornada Mundial de la Vida Consagrada, Mons. Antonio Reimann, Obispo del Vicariato Apostólico de Ñuflo de Chávez, envió un mensaje de comunión y gratitud a los consagrados, aseguró su cercanía espiritual y destacó la importancia de vivir la esperanza en tiempos de desafíos, recordando el llamado del Papa Francisco a fundamentar la confianza en Dios y no en las dificultades como la disminución de vocaciones o los problemas económicos.

Mons. Reimann reflexionó sobre la imagen evangélica de la semilla de mostaza, resaltando que la fe y la vida consagrada crecen con cuidado y compromiso. Expresó su preocupación por la falta de formación cristiana en muchas familias, lo que ha llevado al abandono del bautismo y la disminución de la transmisión de la fe a las nuevas generaciones. Frente a esto, instó a los religiosos a ser testigos de esperanza, acercándose con misericordia a quienes han perdido el vínculo con la Iglesia, y llevando la alegría del Jubileo a través de gestos concretos de amor y servicio.

Finalmente, el obispo alentó a la vida consagrada a confiar en la presencia de Cristo en medio de las tempestades de la Iglesia y la sociedad. Subrayó que más allá de la reducción numérica en las comunidades, lo esencial es la fidelidad al carisma y al llamado de Dios.

Encomendó a los consagrados a la protección de la Virgen María, recordando que sus santos fundadores comenzaron su misión con pequeñas semillas que, con fe y esperanza, florecieron para el bien de la Iglesia. Mons. Reimann agradeció, una vez más, el testimonio de entrega y servicio de los consagrados y consagradas, y animó a vivir la vocación con alegría y confianza en el Señor.

A continuación el mensaje completo.

VIDA CONSAGRADA – PEREGRINOS DE ESPERANZA

El 2 de febrero celebramos la XXIX Jornada Mundial de La Vida Consagrada (VC) bajo el lema: «Peregrinos de esperanza».

Mi saludo fraterno a la VC, en este Año Jubilar, que se reúne en las vísperas de esta Jornada en la parroquia de la Inmaculada Concepción. Por motivos de mi salud no podré participar personal-mente, pero les aseguro mi comunión Espiritual y agradecida con todas Ustedes.

Tal vez les preocupe el disminuido número de los participantes en este encuentro, en comparación con todos los consagrados que animan las áreas de evangelización, promoción humana y comunión eclesial en nuestro Vicariato.

Hace diez años, con ocasión del Año de la Vida Consagrada, el Papa Francisco animó la Vida Consagrada a vivir con esperanza en medio de las dificultades como: disminución de vocaciones y el envejecimiento, los problemas económicos, la globalización, el relativismo; además recordó a todos los consagrados que nuestra esperanza se fundamenta en Dios, no se basa en los números o en las obras (cf. Carta Apostólica «Testigos de alegría»).

Dinamismo de la pequeña semilla

Quisiera continuar con este pensamiento del santo padre, a partir del evangelio del último día de enero, donde Jesús compara el reino de Dios con una pequeña semilla que el hombre hecha en la tierra, y con un grano de mostaza (cf. Me 4,26-35). Esta pequeña semilla es la semilla de la gracia, sembrada por el Señor en el día de nuestra primera y fundamental consagración, que es la consagración bautismal. Si colaboramos al Señor en este compromiso de cuidar y cultivar la semilla sembrada, entonces, poco a poco, se cumple en nosotros el proyecto de Dios que es el proyecto de santidad y de vida. Recordemos lo que al respecto dijo San Agustín: «Dios que nos creó sin nosotros, no nos salvará sin nosotros».

Tenemos que constatar con tristeza que hoy en muchas familias, por varias causas, se ha abandonado este compromiso bautismal de cuidar la pequeña semilla sembrada en el bautismo. Ya el documento de Aparecida nos recuerda esta triste realidad: muchos son bautizados y pocos evangelizados (DA 289-294).

Constatamos, también con pena que, cada vez más niños están sin bautismo en la llamada «edad de primera comunión». Es signo visible que no se cultiva la fe en las familias.

Queridas Hermanas y Hermanos en la Vida Consagrada

Me pregunto: ¿Qué sería de nosotros, si no tuviéramos un apoyo espiritual de nuestros padres, familiares, de la comunidad eclesial donde hemos crecido, y luego con nuestra propia colaboración a través de la gracia de la Eucaristía y el sacramento de la confirmación? Gracias a esta experiencia de fe, hemos sido capaces de retener la mirada amorosa y misericordiosa del Señor sobre nosotros, que nos llamó a vivir y a seguirlo según el propio carisma fundacional.

Enriquecidos con esta experiencia de fe en la familia, les invito a que se acerquen a vivir el Año Jubilar con gratitud al Señor por la gracia de la indulgencia. Al mismo tiempo les animo a abrir las puertas de la misericordia y el perdón a las familias que sufren. A estos templos vivos muchas veces destruidos por los ataques exteriores del espíritu mundano, y también a causa de las debilidades propias y por la falta del vínculo sacramental llevemos la buena noticia de salvación en Cristo. Como peregrinos de esperanza, y con los gestos concretos de las obras de misericordia para con estas familias, ayúdenles sentir la alegría de este Año Jubilar. Estoy convencido que en esto consiste el profetismo de la Vida Consagrada (Cf. Esperanza no defrauda, n.10-15).

La Liturgia de la Palabra del día 1 de febrero, nos acerca a Jesús presente en la barca sacudida por una fuerte tempestad (cf. Mc 4, 35-41). Todos conocemos estas tormentas a nivel personal, comunitario, y eclesial. También hemos experimentado en nuestras vidas el poder que tiene el Señor sobre ellas. Confiemos en él, no dudemos que él está presente en esta barca que es la Iglesia. No nos preocupemos tanto por el hecho de ser cada vez menos numerosa la vida consagrada, más bien preocupémonos si nos falta el profetismo y la fidelidad al carisma como don de Dios para la Iglesia.

Que la Virgen María Inmaculada, Virgen de la Candelaria, bajo cuyo manto nos acogemos, nos ayude a cantar el Magníficat con todo nuestro ser porque el Señor ha hecho también grandes cosas en nosotros y por nosotros, y su Nombre es Santo. Que los venerables y santos fundadores, que guiados por el Espíritu, ofrecieron el carisma como una semilla pequeña, sigan siendo una inspiración para nuestra misión en estos tiempos del Señor.

Les agradezco por su entrega renovada al Señor y por la misión realizada en fidelidad al carisma, acogido con alegría y esperanza; les bendigo, acompaño, y cuento con sus oraciones.

+Antonio Bonifacio Reimann, OFM

Fuente: Boletín el Mensajero Ñuflo de Chávez

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