Comentario Bíblico domingo 4 de Cuaresma: “VOLVERÉ A MI PADRE»
Comentario Bíblico domingo 4 de Cuaresma: “VOLVERÉ A MI PADRE»
Cuaresma: un tiempo para renovar la fe, la esperanza y la caridad.
DOMINGO 4 DE CUARESMA
Primera lectura: Josué 4,19; 5,10-12. El pueblo de Dios celebra la Pascua, después de entrar en la Tierra Prometida.
Esta primera Pascua en Canaán, celebrada en Guilgal, marca el final de una etapa en la historia de la salvación y comienza otra. Hasta entonces, durante cuarenta años, el pueblo se había alimentado del maná; al iniciar la etapa de la libertad, Dios deja de proveerles de tal manjar para pasar a proveerles con los frutos de la Tierra Prometida. A la bendición del maná sucede la bendición de la fertilidad de la tierra. Cambia la situación, pero Dios continúa siendo fiel a sus promesas y a sus actos salvíficos. El don de «la tierra que mana leche y miel», comienza a realizarse. La celebración de la Pascua será memorial de la Alianza con el Dios salvador que siempre cumple sus promesas.
Segunda lectura: 2Corintios 5,17-21. Dios, por medio de Cristo, nos reconcilió consigo.
«El que vive en Cristo es una nueva criatura» (v.17). San Pablo inserta tal información en su reflexión sobre la reconciliación que Dios ha ofrecido al mundo por Cristo. El anuncio del Evangelio es fuente de reconciliación. Nos ha confiado la Palabra de la reconciliación (somos embajadores de Cristo). Así recibimos la justificación de Dios. El núcleo de todo está en la experiencia de la fe en Jesús: Unidos a Él, recibimos la justificación de Dios». En Jesucristo en la Cruz, culpable a los ojos de los hombres (al que no había pecado Dios lo hizo expiación por nuestro pecado), se ha manifestado el cumplimiento de la obra de Dios.
Evangelio: Lucas 15,1-3.11-32. Este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido.
El capítulo se organiza así: Introducción (vv.1-3); parábola de la oveja perdida (vv.4-7); de la moneda perdida (vv.8-10); la del hijo perdido (vv.11-32). En estas parábolas hay un elemento común: la alegría del encuentro. La tercera, está formada por dos secciones, cada una de ellas centrada en un hijo. El hijo menor que dilapida su parte de la herencia y vive disolutamente con prostitutas, representa al pueblo de los gentiles, el de los pecadores, el de los publicanos. El hijo mayor es el que permanece fiel al padre trabajando en su hacienda, representa al pueblo judío que vive en consonancia con la Ley, participando de la heredad-bendición de Dios. Jesús desenmascara la actitud de ambos hijos. Los dos son pecadores. El menor por alejarse del Padre y derrochar su bendición; el mayor por considerarse merecedor de tal retribución y cerrarse a la misericordia con su hermano. Según el judaísmo farisaico, el hijo menor debe ser rechazado; el hijo mayor, en cambio, debe ser reconocido con predilección y premiado por el padre. Pero la lógica de Dios Abbá, revelada por Jesús, destaca su amor misericordioso sin límites. Dios acoge a quien abre su corazón con una gran confianza para llamarlo «Abba». Cuaresma es el tiempo de volver a Dios Padre para no pecar más. El Año Jubilar es tiempo propicio para volver a Dios Padre.
Preguntas de reflexión:
¿Con cuál de los dos hijos de la parábola del «Padre Misericordioso» me identifico? ¿Por qué?
¿Cómo estoy viviendo este año del Jubileo?
Hoja Dominical «Día del Señor»