Mons. Pascual Limachi destaca que la Misericordia de Dios va dirigida primero a los pecadores, aquellos que son marginados por el sistema social y religioso
Prensa 30.03.2025. En su homilía del Cuarto Domingo de Cuaresma, conocido como el «Domingo de la Alegría», Mons. Pascual Limachi, obispo de la prelatura de Corocoro, desde la Basíliica Nuestra Señora de los Ángeles en La Paz, reflexionó sobre la parábola del Hijo Pródigo, destacando que esta no se centra tanto en el hijo menor como en la figura del Padre Misericordioso. Según el prelado, esta parábola es una invitación a descubrir la bondad y el perdón de Dios, quien siempre está dispuesto a acoger a los pecadores con amor incondicional.
Mons. Limachi subrayó que el amor de Dios precede a cualquier acto de conversión humana, como lo demuestra el padre que corre al encuentro de su hijo arrepentido, lo abraza y organiza un banquete en su honor. El obispo también enfatizó que esta enseñanza interpela tanto a los pecadores como a quienes se consideran justos.
Finalmente, Mons. Limachi hizo un llamado a los fieles para dejarse transformar por la dinámica del amor misericordioso de Dios y participar en su alegría. Recordó que esta misericordia no solo está dirigida a los pecadores individuales, sino también a los marginados sociales y religiosos, quienes encuentran en Jesús una opción preferencial. Concluyó instando a la comunidad cristiana a imitar este estilo de vida basado en el perdón y la inclusión, como camino para vivir plenamente el mensaje del Evangelio.









HOMILÍA DOMINGO 30 DE MARZO 2025
CUARTO DOMINGO DE CUARESMA
Josué 4,19; 5,10-12
Salmo 33
2 Corintios 5,17-21
Lucas 15,1-3. 11-32
Queridos hermanos, hoy celebramos el cuarto domingo de Cuaresma.
Domingo que se conoce como: domingo de la alegría, aunque estamos aún en Cuaresma.
Precisamente en el Evangelio nos habla de la alegría del perdón, en la parábola del Hijo prodigo.
Esta parábola no habla tanto del Hijo Pródigo sino del Padre Misericordioso, que representa a Dios mismo. En efecto, nos muestra la bondad del padre que olvida todo lo que el hijo menor hizo contra él. Una bondad que no es comprendida por el hijo mayor, que representa a los escribas y fariseos.
Aparece también el tema de la alegría, como en las dos parábolas anteriores (Lc 15,24.32), pero se fija sobre todo en la figura del padre y su sorprendente bondad que perdona.
No debemos tampoco olvidar, aunque no sea el centro de la parábola, el proceso de conversión del hijo menor que le hace dirigirse hacia el padre, aunque se sienta indigno de él (Lc 15,19.21).
El cambio de actitud del hijo y su decisión de regresar, parte de la toma de conciencia de lo bueno que es su padre. El padre se adelanta, sin saber nada del cambio de actitud de su hijo, lleno de emoción, lo abraza lo perdona, lo viste, lo adorna y organiza un banquete para él. Se ve claro que el amor de Dios siempre precede a nuestra conversión. Y que los primeros en el Reino son los pequeños y despreciados.
La segunda parte (Lc 15,25.32) está dirigida más concretamente para responder al problema que ha suscitado el que Jesús pronuncie esta parábola (Lc 15,1.2). También los fariseos, como el hijo mayor de la parábola (Lc 15,29), pretendían haber cumplido todas las exigencias de la ley (Lc 18,9). Jesús está invitando a los fariseos de todos los tiempos a que aprendan a acercarse a los pecadores y necesitados, como él lo hacía, y de esta manera participen de la bondad y alegría del Padre por la conversión de aquellos que estaban lejos del cumplimiento de la Alianza.
Esta parábola, muy importante para el mensaje cristiano sobre Dios, quiere ser una invitación a descubrir, en el amor del padre de la parábola, la bondad y el perdón de Dios; una invitación a dejarse arrastrar por su dinámica de amor y a participar de su alegría. Es algo que no puede ser comprendido desde la justicia estricta de los hombres, tal como la expresa el hermano mayor de la parábola, que representa a los cumplidores estrictos de la justicia de Israel. Tampoco éstos han sabido comprender la presencia de la justicia de Dios, quien es misericordia, en el estilo de vida de Jesús.
La Misericordia de Dios va dirigida primeramente a los pecadores. La palabra pecadores llega a designar a todos aquellos que son marginados por ese sistema social y religioso, con ellos vive, por ellos opta Jesús, a partir de ellos se construye el Reino.
Amén.





