Mons. Pesoa: “Seamos constructores de un país donde el amor fraterno sea la identidad del creyente, y en donde la igualdad y la justicia no sea solo un slogan”
Prensa CEB 30.03.2025. En el marco del Cuarto Domingo de Cuaresma, Mons. Aurelio Pesoa, obispo del Beni y presidente de la Conferencia Episcopal Boliviana, compartió una reflexión sobre la parábola del Hijo Pródigo, destacando la figura del Padre Misericordioso como símbolo del amor infinito de Dios. En su mensaje, el prelado subrayó que esta parábola revela la tragedia de una familia dividida y la capacidad transformadora del perdón.
Video: Obras Misionales Pontificias – Vicariato Apostólico del Beni
Mons. Pesoa enfatizó que, a pesar de las decisiones equivocadas y los desaciertos humanos, Dios espera con paciencia el retorno de sus hijos y celebra su regreso con alegría, mostrando gestos divinos de acogida y restauración.
El obispo también abordó las tensiones presentes en la parábola entre los dos hijos, señalando que ambos representan actitudes humanas que obstaculizan la reconciliación. El hijo menor simboliza el desprecio por los valores familiares, mientras que el mayor refleja un corazón endurecido y resentido.
Mons. Pesoa vinculó esta enseñanza con las realidades actuales, como los conflictos sociales, las políticas insolidarias y la crisis ambiental en Bolivia. Según el prelado, es imposible construir una fraternidad auténtica sin adoptar la mirada compasiva de Dios, que invita a superar el odio y la condena para compartir un banquete festivo en unidad.


Finalmente, Mons. Pesoa hizo un llamado a los fieles para vivir una vida centrada en Dios y en el seguimiento de Jesús como camino hacia la paz, la reconciliación y el amor fraterno. Destacó que este amor debe traducirse en acciones concretas para enfrentar los problemas sociales que aquejan al país, promoviendo justicia e igualdad para todos, especialmente para los pueblos indígenas y marginados.
Concluyó su homilía recordando que la misericordia divina no tiene límites y exhortó a los creyentes a abrir sus corazones a Dios durante este tiempo de Cuaresma, buscando ser constructores de un mundo más justo y fraterno.



A contiinuación la homil´´ia completa.
Domingo 4 de Cuaresma (C)
La alegría del encuentro
Lc. 15, 1-3. 11-32. 30.03.2025
1.- En la parábola llamada tradicionalmente del hijo pródigo, se descubre la tragedia de un padre que, a pesar de su amor por sus hijos, no logra construir una familia unida.
La actuación del hijo es “reprochable”. Da por muerto a su padre y pide la parte de su herencia. De esta manera hecha por tierra el honor de la familia y pone en peligro su futuro al forzar el reparto de los bienes. Los oyentes debieron quedarse escandalizados al oír que el padre, respetando la prepotencia de su hijo, ponía en riesgo su propio honor y autoridad.
La parábola del Padre misericordioso revela a Dios como un Padre que ama con amor sin igual a cada uno de sus hijos, a pesar de las ingratitudes e infidelidades. Dios es un Padre misericordioso y compasivo; acompaña y es respetuoso de las decisiones, muchas veces, equivocadas de sus hijos, y sufre por los desaciertos, negligencias y olvidos; pero Él espera con paciencia el retorno y celebra con una gran fiesta cuando vuelven a Él.
La parábola continua: cuando el joven destruido por el hambre y la humillación, regresa a casa, el padre vuelve a sorprender a todos. conmovido corre a su encuentro lo recibe y lo besa efusivamente delante de todos. Le ofrece el perdón antes de que se declare culpable, lo restablece en su honor de hijo, lo protege del rechazo de los vecinos y organiza una fiesta para todos. Por fin podrán vivir en familia de manera digna y dichosa.
Pero, falta el hijo mayor, un hombre de vida correcta y ordenada, pero de corazón duro y resentido. Al llegar a casa humilla públicamente a su padre, intenta destruir a su hermano y se excluye de la fiesta. El padre también sale a su encuentro y le revela el deseo más hondo de su corazón de padre: ver a sus hijos sentados a la misma mesa, compartiendo un banquete festivo. Dejando de lado la condena y el odio.
También en nuestros tiempos somos testigos de pueblos hermanos enfrentados por la guerra, terrorismos, políticas insolidarias, sentimientos indolentes y endurecidos, países hundidos en el hambre. Ante esta realidad nuestro país no es la excepción. Será muy difícil compartir la mesa de la fraternidad si no nos miramos con el amor compasivo de Dios. Esta mirada nueva es lo más importante que debemos introducir hoy en el mundo y en nuestra querida patria.
Estos tiempos en donde la crisis, en nuestro país, día a día se va acentuando cada vez más, aquella crisis provocada por las personas y la que nos llega por la agresión a la naturaleza.
2.- En este cuarto domingo de Cuaresma, la Palabra de Dios nos invita a descubrir el rostro de Dios Padre que perdona y nos llama de nuevo a reconciliarnos con Él. El regreso a la casa del padre fue decisión del hijo pródigo, después de experimentar lo que es estar lejos de casa y quedar sin nada de lo que soñó conseguir, con la herencia que había pedido anticipadamente, despreciando su tradición y sus lazos familiares. En esta experiencia, el hijo, comprende que lo único que tiene es el padre, y por eso toma la decisión de volver: atraído por su recuerdo.
El camino de regreso no será fácil, no tiene la fuerza ni la ilusión de la partida: será lento, penoso y decidiendo a cada paso… repitiendo o afirmando lo que ha de decir: “he pecado, no merezco…” su decisión marca el ritmo de su regreso. Solo espera ser recibido allí donde hasta el jornalero es mejor tratado.
El recibimiento del padre, que lo ve: “desde lejos distinguió a su hijo y al verlo, se conmovió… se puso a correr, se echó al cuello y se puso a besarlo”. Gestos humanos, gestos paternos, gestos divinos. No hay necesidad de palabras, lo comprende y por eso nada tiene que decir a su hijo; lo esperaba y le basta su presencia en la casa. Mientras el hijo habla, se confiesa arrepentido, el padre solo escucha su corazón y el del hijo. Solo hay espacio para la fiesta.
3.- Debemos darnos cuenta que: la vida sin Dios y sin Jesús es una vida vacía, es fácilmente presa de todo lo que destruye a la persona y a sus semejantes. La vida sin Jesús y sin Dios es presa fácil para que se posesionen los malos espíritus del resentimiento, del odio, de la mentira, las injusticias y todo aquello que daña y lastima al ser humano.
La vida con Dios y en seguimiento a su Hijo Jesús, es poseedora de la semilla de la paz, la reconciliación, la tolerancia, el perdón, la caridad, la compasión. Hoy la Palabra de Dios nos desafía a salir e ir al encuentro de Jesús y creer en Él para tener vida en abundancia. y como dice Jesús en otra parte del Evangelio “El que tenga oídos para oír que oiga”.
La Palabra de Dios, nos llama, también, a la caridad y al amor fraterno. Amor fraterno es construir un mundo en donde todos tengan las mismas oportunidades y derechos, en donde la libertad, la justicia sea igual para todos. Amor fraterno es cumplir y buscar soluciones reales a los problemas que, nos aquejan, y hacen sufrir en estos días muchos de nuestros hermanos bolivianos. Es cumplir lo que se promete. El amor fraterno se construye no con amenazas, descalificaciones o mentiras, sino cultivando espacio de diálogo sincero en donde, las personas, por pensar distinto no se sienta amenazado.
Seamos constructores del mundo y de un país en donde el amor fraterno sea la identidad del creyente y en donde la igualdad y la justicia no sea solo el simple enunciado slogan de todos somos iguales, un país en donde nuestros hermanos indígenas, no tengan que caminar largas distancias en defensa de su territorio, su identidad y su cultura para ser escuchado en sus derechos y necesidades.
Jesús desenmascara la actitud de los dos hijos. Los dos son pecadores. El menor por despreciar a su padre y el mayor por cerrarse a la misericordia con su hermano. Pero, Jesús hace saber del amor misericordioso del Padre. Dios acoge a quien abre su corazón a su llamado.
Dios busca al ser humano, pero Dios no salva a los humanos sin el aporte del mismo ser humano. Es decir, que el ser humano debe poseer la disposición sincera de la conversión que se expresa en las palabras del hijo perdido “Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, ya no merezco llamarme hijo tuyo”
Nunca los pecados podrían igualar la infinita misericordia de Dios. Dios ama sin medida, no discrimina, ama a todos. En este tiempo de Cuaresma busquemos y dejemos encontrar por Dios. Así sea