Mons. Oscar Aparicio: “El Señor nos llama a dar testimonio de nuestra esperanza”
Prensa CEB 01.06.2025 Desde la Catedral Basílica Metropolitana de San Sebastián, Mons. Oscar Aparicio celebro la Misa Dominical, este domingo la Iglesia católica celebra la Ascensión de Jesús, Mons. Oscar Aparicio.
Arzobispo de Cochabamba invitó al pueblo de Dios a no sentirse como decía el Papa Francisco, ninguneados, como si fuéramos ninguno. El Señor te llama a dar testimonio de la verdad, a dar testimonio de la vida, a dar testimonio de la resurrección, a dar testimonio de tu esperanza.
¿Qué es lo que esperas? ¿Un mundo mejor? ¿Una Bolivia mejor? ¿Esperas que haya familias mejores? ¿Esperas que el reino de Dios, el amor, la vida, la justicia, la paz, la verdad, sea presente en este mundo? Yo espero que sí. ¿Esperas que Jesús reine en medio nuestro? Espero que sí. ¿Esperas participar de la gloria de Dios cuando pasemos de este mundo al otro? Yo espero que sí, afirmó durante la eucaristía celebrada en la Catedral San Sebastián de Cochabamba.
HOMILÍA DE MONS. OSCAR APARICIO
ARZOBISPO DE COCHABAMBA
DOMINGO 01 DE JUNIO
Muy amados hermanos y hermanas, hoy celebramos la Ascensión del Señor, normalmente se lo hace a los 40 días de la resurrección, del día de resurrección de gloria del Señor, que las que ha sido el pasado jueves, pero por motivos también de que todos podamos participar de esta Eucaristía y con este motivo de la Ascensión del Señor, se la traslada al domingo y en Bolivia pasa esto, por eso van a ser testigos que en todas las parroquias y en todas las diócesis y jurisdicciones se celebra en Bolivia la Ascensión del Señor.
Es creo una festividad bellísima, de hecho ya está anunciada en la primera lectura y de otra manera en el mismo Evangelio, los dos tienen propiamente, podemos decir, las palabras de Jesús, contienen la palabra de Jesús, la promesa del Espíritu y el envío de alguna manera también a sus discípulos, pero veamos en más concreto lo que viene a ser, o lo que dicen los hechos de los apóstoles al respecto.
Lucas escribe, es el mismo evangelista en realidad que escribe el Evangelio y también los hechos de los apóstoles y menciona como primera situación este acontecimiento de la Ascensión.
Menciona el hecho de que Jesús ha estado presente y ha resucitado entre sus discípulos, nosotros podríamos decir en este tiempo pascual, durante 40 días. La mención de los 40 días no es por si acaso, está referida justamente al tiempo de preparación, al tiempo de, si nosotros recordamos ya en el Antiguo Testamento, que el pueblo de Israel 40 años pasa por el desierto en preparación a recibir y entrar en la tierra prometida y experimentar la liberación. 40 días, 40 noches, Jesús se prepara en el desierto para luego entrar en la misión.
La referencia es muy clara, por tanto, son 40 días en que el Señor resucitado se presenta de muchas formas a sus discípulos y les invita a tener estas acciones de vida eterna. De alguna manera también es entonces la preparación de ellos para algo importante, para la misión que deben realizar. Yo creo que hermanos, esto para nosotros tiene que decir mucho, porque en este mundo, aquellos que hemos sido convocados también a la iglesia, no sólo tenemos una misión, sino la necesidad imperiosa de recibir el Espíritu del Señor, recibir o ser adiestrados, diríamos así, por el mismo Jesús, por el resucitado.
Un discípulo debe ser misionero
Si nosotros vivimos los productos, los bienes de la resurrección y las vivimos bien y las empezamos a dimensionar exactamente, seguramente que nos ayuda después a cumplir bien nuestra misión. Pero vean entonces, que en realidad el que seamos en la iglesia, el que estemos en la iglesia, no es sólo para un beneficio personal, no es por la linda cara, no es porque somos con grandes dotes o no somos de aquellos que, porque tienen buenas cosas o muchos bienes que están llamados a la iglesia, sino más bien en concreto para una misión. Para que este Espíritu del resucitado viva en nosotros, que seamos hombres mujeres del Espíritu, pero también que seamos hombres mujeres que constituyen este reino de Dios en este mundo y esa es nuestra misión.
Eso es lo que anuncian. Un discípulo no se puede concebir si no es misionero. Por eso decía al inicio que bonito el hecho de que Padre Juan esté entre nosotros, porque da esta dimensión, ¿no es cierto? De todos los continentes, de todas las razas y los pueblos, Dios ha reunido y ha convocado a una asamblea para que sea su cuerpo y estos, asamblea, iglesia, asamblea congregada, creyentes, discípulos del Señor sean anunciadores.
Estamos en pos de aquello. Si entonces estos 40 días, desde la Pascua hasta hoy, significa también esta presencia del Espíritu en medio nuestro, nos tiene que habilitar a ser testigos verdaderos y fundamentales en medio de nuestro mundo, del Evangelio. Porque luego vean que tanto, tanto lo que sea, los hechos de los apóstoles como en primera lectura y el Evangelio, dice exactamente lo mismo en la boca de Jesús.
Yo me voy, pero enviaré el Espíritu.
Les daré aquello que mi Padre ha prometido o le dice más explícitamente, yo es bueno que me vaya porque así les enviaré el Espíritu. No se va para desentendernos, sino para justamente enviar el Espíritu y que este Espíritu sea el que llene el corazón de ustedes. Es que les conceda el gozo, la alegría y la paz.
Aquel que los habilite a anunciar esta buena noticia a todo el mundo, en todas las lenguas, a todas las naciones, a todo ser humano. Que ustedes sean testigos de esta resurrección y anunciadores de aquello. Yo me voy, pero enviaré el Espíritu.
Él les guiará, Él les iluminará. Por tanto, hermanos, podemos decir que el tiempo de Jesús en esta tierra, lo hemos dicho tantas veces, Jesús de Nazaret, acontecimiento histórico, real y verdadero. Aquel que ha sido crucificado, sepultado, pero ha resucitado, en esta tierra ha hecho una presencia real y verdadera y física.
Estamos prontos a celebrar Pentecostés
En la resurrección, en estos 40 días, ha hecho una presencia real y verdadera, física. Ahora es el tiempo del Espíritu Santo y ahora es el tiempo de la Iglesia, de los discípulos misioneros del Señor. Por eso, si estamos en prostimerías a celebrar el Pentecostés, estamos prontos a recibir esta efusión del Espíritu.
Porque la Iglesia nace también en este acontecimiento en Pentecostés. Pentecostés sabemos que dice 50, 50 días. Es allí donde nosotros recibimos este Espíritu y lo anunciamos a los demás.
Pero por último, lo que dice propiamente también Pablo, es exactamente esta real y verdadera situación de que Jesús es enviado a la gloria. Traza el camino hacia donde el ser humano está yendo. Los discípulos, Jesús los llevó hasta las proximidades de Betania, dice después el Evangelio, y elevando sus manos los bendijo.
Mientras los bendecía, se separó de ellos y fue llevado al cielo. ¿Dónde? A la gloria de Dios. Es ascendido, pero nos da la posibilidad a nosotros de ser asuntos al cielo.
Él asciende por mérito propio. Él es llevado por mérito propio. Él es partícipe de la gloria de Dios, que es Padre, Hijo y Espíritu por mérito propio.
Es Dios mismo presente allá. Es esta Trinidad que manifiesta toda una comunión. Pero los asuntos al cielo están llamados también a participar de esta gloria.
Nuestro camino es hasta allá, hermanos míos. No es aquí solamente. Por eso, vean que después dice, los discípulos que se habían postrado delante de él, volvieron a Jerusalén con gran alegría y permanecían continuamente en el templo alabando a Dios.
¿Cuál es por tanto la situación concreta? Que si ya podemos vivir en este tiempo, en este mundo, en esta tierra, en esta tierra física, podemos vivir ya manifestaciones de la resurrección, es posible también vivir y anunciar aquello que pertenece al final de los tiempos, a la gloria de Dios. Por eso, cuando celebramos la Virgen Asunta al cielo, la Asunción de María, porque sabemos que hay dos tumbas que están vacías, ¿no es cierto?, en este mundo. ¿Cuál es? La de Jesús y la de María.
Caminamos hacia la Gloria de Dios
La de Jesús porque Él es Dios. María humana, total y plenamente de nuestra raza, como nosotros. Aquella también es Asunta y no tiene un sepulcro en este mundo.
Este es nuestro camino. Escúchenme bien, hacia eso vamos, hacia eso caminamos, a la gloria de Dios. Nuestros seres queridos viven y habitan con Él.
La resurrección no sólo es creer en que después de la muerte existe la vida. La resurrección es el anuncio de habitar, cohabitar en la gloria de Dios. Hemos nacido de las entrañas de Dios, peregrinamos en este mundo, pero nuestro destino final es la gloria de Dios, en el corazón de Dios mismo.
Esto nos tiene que dar alegría. Mientras tanto, en este mundo tiene que anunciarse eso. Mientras tanto nos toca a nosotros, Iglesia Naciente, Cuerpo de Cristo, hacer que el Reino de Dios sea anunciado y que sea una realidad en nuestro mundo.
Difícil tarea, por supuesto. Mucho más ahora, ¿no es cierto?, en un mundo que se debate en los odios, en las venganzas, en las guerras, en la muerte, en los odios, en la desesperanza. Mucho más.
Sin embargo, a esto estamos llamados, a vivirlo, a experimentarlo y a hacer lo posible en medio nuestro. Les decía yo a los jóvenes que se han reunido ayer para celebrar la Pentecostés de la Juventud, que probablemente es muy poco lo que nosotros hacemos. Uno puede decir, pero yo soy solito, soy pequeño, débil, tengo mis temores y yo soy tan frágil, tan mortal.
Y si estoy todavía medio acongojado, ¿no es cierto?, medio frustradito, medio miedoso, medio desorientado. En realidad, si estamos llenos del Espíritu de Dios, si el Señor nos regala el Espíritu, aunque sea este pequeño mundo, ya es algo realmente fundamental y verdadero. Las obras de vida eterna, por más pequeña que sea, es una obra que perdura en la eternidad.
El Señor nos llama a dar testimonio de nuestra esperanza
Por tanto, hermanos, no se sientan, como decía el Papa Francisco, ¿no es cierto?, ninguneados, como si fuéramos ninguno. No es verdad. El Señor te llama a dar testimonio de la verdad, a dar testimonio de la vida, a dar testimonio de la resurrección, a dar testimonio de tu esperanza.
¿Qué es lo que esperas? ¿Un mundo mejor? ¿Una Bolivia mejor? ¿Esperas que haya familias mejores? ¿Esperas que el reino de Dios, el amor, la vida, la justicia, la paz, la verdad, sea presente en este mundo? Yo espero que sí. ¿Esperas que Jesús reine en medio nuestro? Espero que sí. ¿Esperas participar de la gloria de Dios cuando pasemos de este mundo al otro? Yo espero que sí.
Que el Señor nos bendiga, que el Señor, que ha sido ascendido a los cielos, nos siga acompañando y nos ayude en nuestra misión y en nuestro camino. Amén.
Fuente: Arquidiócesis de Cochabamba