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Entre estructuras que caen y pueblos que resisten: “La fe como fuerza para reconstruir la nación” Mons. Dowlaszewicz

Prensa CEB 16.11.2025. En la Catedral Metropolitana, Mons. Stanislaw Dowlaszewicz OFM Conv. dio la bienvenida a los fieles y a quienes siguieron la Eucaristía a través de los medios. Enfatizó que el fin del año litúrgico invita a mirar con seriedad el juicio final, pero no desde el miedo sino desde la esperanza. “El Evangelio de hoy, aunque repleto de imágenes de terror y destrucción, transmite un mensaje profundo de esperanza y fidelidad”, señaló. Invitó a asumir la realidad con lucidez ante los desafíos políticos, sociales y espirituales del país.

La fragilidad de las seguridades humanas y la invitación a lo esencial

Reflexionando sobre la admiración de los discípulos por el majestuoso templo de Jerusalén, el obispo recordó que aquello que parece eterno puede destruirse. Jesús advirtió: “Llegarán días en que no quedará piedra sobre piedra” (Lc 21,6). Mons. Stanislaw explicó que esta afirmación revela que ningún sistema, estructura o poder humano es absoluto. Llamó a construir la vida sobre “un fundamento indestructible: la fe, la esperanza y el amor”, y no sobre riquezas, poder político, apariencias o seguridades pasajeras.

El sufrimiento como espacio de testimonio en un mundo donde la injusticia persiste

El obispo alertó sobre la persecución que Jesús anunció a sus discípulos: “Serán odiados por todos a causa de mi nombre” (Lc 21,17). Señaló que esta realidad sigue vigente: según la organización Puertas Abiertas, alrededor de 380 millones de cristianos sufren persecución en el mundo. “Desde el año 2000 hasta 2026, unos 1.600 cristianos han dado su vida por la fe como mártires”, afirmó. Recordó que “todo sufrimiento puede convertirse en una oportunidad para dar un testimonio más profundo”, e invitó a preguntarse si los creyentes actuales están dispuestos a dar testimonio en su propia vida cotidiana.}

Perseverar sin miedo: la promesa del Evangelio ante las crisis personales y sociales

Mons. Stanislaw destacó una de las frases centrales del Evangelio: “Con su perseverancia salvarán sus vidas” (Lc 21,19). Aclaró que Jesús nunca promete una vida sin problemas, pero sí garantiza su compañía. Recordó que muchos creyentes viven amenazas, enfermedades, conflictos sociales, crisis económicas y familiares. En medio de todo ello, insistió: “No tengan miedo” (Lc 21,9). Recalcó que Dios no abandona: “Ni un cabello de su cabeza se perderá” (Lc 21,18). Invitó a enfrentar las pruebas con fortaleza y fe activa.

El fin del mundo como el fin del mal: una lectura cristiana para tiempos sombríos

El obispo señaló que existe un miedo generalizado al fin del mundo, pero aclaró que Jesús habla ante todo del fin del mal: del sufrimiento, de la injusticia y del egoísmo. “Dios nos ha enviado a su Hijo para que sea amigo de camino, y no nos dejará abandonados en la mitad de la noche”, afirmó. Invitó a ver las crisis como un llamado a la conversión, recordando que el Evangelio no anuncia destrucción definitiva sino victoria del bien sobre el mal.

La opción por los pobres no es un ideal teórico; es una urgencia espiritual y pastoral.

El Espíritu Santo también nos llama a mirar con ojos nuevos a los pobres, no como una realidad distante o ajena, sino como el lugar donde Dios mismo se manifiesta. Los pobres no son una carga para la Iglesia: son su tesoro. Ellos nos evangelizan con su resistencia, su fe sencilla, su capacidad de compartir lo poco que tienen y su esperanza que no se apaga. En ellos encontramos el rostro de Cristo doliente pero vivo. En ellos, el Espíritu nos recuerda que la misión no se realiza desde la comodidad, sino desde la compasión y la justicia. La opción por los pobres no es un ideal teórico; es una urgencia espiritual y pastoral. Es allí donde el Espíritu quiere que la Iglesia esté de pie, con el corazón encendido, con las manos abiertas y con los pies dispuestos a caminar.

Nuestros jóvenes necesitan comunidades que crean en ellos, que los animen, que los formen y que los sostengan

En este Pentecostés también queremos mirar a los jóvenes, especialmente en el camino hacia la Jornada Mundial de la Juventud. Ellos son la fuerza viva de la Iglesia, el terreno donde el Espíritu Santo sigue haciendo nuevas todas las cosas. La Jornada Mundial de la Juventud no es un evento aislado: es un proceso de preparación, escucha y acompañamiento. Nuestros jóvenes necesitan comunidades que crean en ellos, que los animen, que los formen y que los sostengan para que descubran su vocación en medio de tantas voces que confunden. Que este Pentecostés sea para ellos un soplo de valentía y de esperanza, para que puedan ser protagonistas de una Iglesia viva, alegre y misionera, una Iglesia que no teme arriesgar para amar mejor.

Reconstruir la democracia con responsabilidad colectiva

En un mensaje dirigido al país, el obispo felicitó al nuevo presidente de la nación y expresó sus deseos de éxito por el bien común. Recordó que “reconstruir la democracia no es tarea fácil ni responsabilidad de unos cuantos, sino un esfuerzo compartido”. Citó el reciente comunicado de la Conferencia Episcopal Boliviana: “Caminando juntos es posible avanzar”. Insistió en la necesidad de reconciliación, participación, honestidad y diálogo para superar la fractura social y política del país. Recalcó que “los primeros en comportarnos bien debemos ser nosotros mismos”.

Orar por la perseverancia y la fidelidad hasta el final

La homilía concluyó con un llamado a la oración: “Pidamos al Señor que nos dé la fuerza para perseverar, para que podamos dar testimonio del amor en toda circunstancia”. Mons. Stanislaw recordó que la salvación no depende del éxito humano, sino de la fidelidad: “Quien persevera hasta el final se salva” (Mt 24,13). Invitó a la comunidad a permanecer firmes, confiando en que Dios sostiene a su pueblo incluso cuando el mundo parece tambalearse.

Fuente: Campanas y Diakonia Santa Cruz

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