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Mons. Sergio Gualberti: “El Reino de Dios se manifiesta en la misericordia y la alegría”

Prensa CEB 14.12.2025 En la Catedral Basílica Menor San Lorenzo de Santa Cruz de la Sierra, el Mons. Sergio Gualberti Arzobispo emérito de Santa Cruz de la Sierra, presidió la misa del Tercer Domingo de Adviento – Domingo de Gaudete su homilía centrada en la identidad mesiánica de Jesús, la alegría cristiana y la esperanza que brota del Reino de Dios. Durante la celebración eucarística, el prelado invitó a la comunidad a reconocer en las obras de Jesús el cumplimiento de las promesas de Dios y a vivir la espera del Señor con una fe activa, abierta y misericordiosa.

Homilía de Mons. Sergio Gualberti

Arzobispo Emérito de Santa Cruz de la Sierra

Diciembre 14 de 2025

En el marco del Tercer Domingo de Adviento – Domingo de Gaudete, celebrado el 14 de diciembre de 2025, Mons. Sergio Gualberti, Arzobispo emérito de Santa Cruz de la Sierra, proclamó una homilía centrada en la identidad mesiánica de Jesús, la alegría cristiana y la esperanza que brota del Reino de Dios. Durante la celebración eucarística, el prelado invitó a la comunidad a reconocer en las obras de Jesús el cumplimiento de las promesas de Dios y a vivir la espera del Señor con una fe activa, abierta y misericordiosa.

Jesús revela el Reino sirviendo y sanando la vida

Jesús responde a Juan el Bautista presentando simplemente su obrar: los ciegos ven, los paralíticos caminan, los leprosos son purificados, los sordos oyen, los muertos resucitan y la Buena Noticia es anunciada a los pobres. Todo lo que Jesús hace y predica está centrado en el amor y la misericordia, signo palpable del Reino de Dios que Él, como Mesías, ha venido a instaurar, conforme a lo anunciado por Isaías y los profetas.

Dios cumple sus promesas construyendo un Reino distinto

Esta es la prueba de que Jesús es el Mesías esperado: Dios ha cumplido su promesa y no ha defraudado al pueblo de Israel. La actuación de Jesús es signo de que el Reino de Dios ya está en marcha, aunque no como los reinos del mundo, basados en el poder político o militar, y muchas veces en la violencia y el abuso, sino como un plan de vida y de amor del Padre en favor de los humildes, los pobres, los abandonados, los perseguidos y las víctimas de la injusticia y la indiferencia.

El Mesías libera, acompaña y juzga desde el amor

Jesús es el Mesías verdadero enviado por el Padre para que toda persona experimente su amor y misericordia. Él perdona a los pecadores, libera de las cadenas del mal, despierta la esperanza en los abatidos y se hace samaritano que se pone al lado de los marginados y de las víctimas de la injusticia. Al final de los tiempos, será el justo juez que juzgará a la humanidad en el amor.

El anuncio del Reino incomoda al poder y provoca persecución

Jesús es consciente de que su misión, su predicación y su actuar pueden originar desconcierto, escándalo e incluso persecución, especialmente en quienes detentan el poder. Por eso advierte que su propuesta de vida no se ajusta a las seguridades ni a los intereses de quienes buscan dominar a otros.

La fe se fortalece cuando se rompen esquemas cerrados

Jesús proclama una nueva bienaventuranza: “Dichoso aquel para quien yo no sea motivo de tropiezo”. Esta palabra está dirigida también a nosotros hoy. Somos bienaventurados cuando dejamos atrás nuestros esquemas cerrados, salimos de nuestras seguridades, superamos prejuicios y renunciamos a la tentación de creernos superiores y con derecho a juzgar y condenar a los demás. La verdadera dicha nace cuando reconocemos en Jesús la imagen auténtica del Padre bueno y misericordioso que ama y quiere la vida de todos sus hijos.

La Buena Noticia llama a vivir la Navidad con vigilancia y sencillez

La Buena Noticia que alegra es que Jesús vuelve a nacer hoy en medio de nosotros, en nuestros hogares, pueblos y ciudades, para traernos la paz. Por eso se nos invita a mantenernos vigilantes y a no dejarnos distraer por lo superficial, por el consumismo, los regalos y los adornos del mundo mercantilista. En el niño humilde y pobre del pesebre de Belén, estamos llamados a reconocer a nuestro Salvador y a acogerlo con todo el corazón.

La alegría mesiánica renueva a toda la creación

La alegría que trae el Señor es tan grande que no solo alcanza a la humanidad, sino que inunda a toda la creación, restaurada y renovada, como anunciaba el profeta Isaías: el desierto florece, los rescatados del Señor regresan llenos de gozo y la tristeza y los gemidos se alejan para siempre.

Isaías convoca a la esperanza en medio del desierto humano

El llamado del profeta —“Regocíjense el desierto y la tierra reseca”— resuena también hoy, cuando nos preparamos para celebrar el nacimiento de Jesús. La liturgia denomina este día como Domingo de Gaudete, invitándonos a una alegría profunda, porque la venida del Señor hace florecer la esperanza en los desiertos de nuestro pecado, tristeza, miedos y debilidades.

La espera cristiana se sostiene en la fe y en el testimonio

El misterio del amor del Hijo de Dios, que ha venido para salvarnos, fortalece nuestra fe en su venida gloriosa al final de la historia, cuando entregará al Padre el Reino de amor y de vida, donde ya no habrá mal ni muerte. En esta espera no estamos solos: la Virgen María y Juan el Bautista nos guían hacia el encuentro con el Señor.

Juan el Bautista interpela a una fe auténtica y coherente

Jesús mismo presenta a Juan el Bautista ante la multitud y provoca a quienes fueron al desierto a escucharlo, preguntándoles qué fueron a ver: si una caña agitada por el viento o un oportunista que busca agradar a los poderosos. De este modo, el Evangelio invita a discernir una fe firme, profética y coherente, capaz de preparar verdaderamente el camino del Señor.

La alegría cristiana vence la superficialidad y renueva la creación

Seremos felices y dichosos cuando reconocemos en Jesús la verdadera imagen de Dios que ama a todos sus hijos sin distinción. Esta es la Buena Noticia que nos llena de alegría: Jesús vuelve a nacer en medio de nosotros, en nuestros pueblos y ciudades, para traernos la paz.

Por ello, somos llamados a mantenernos vigilantes y a no dejarnos distraer por lo superficial, por las luces y adornos del mundo mercantilista. En el Niño humilde del pesebre estamos invitados a reconocer a nuestro Salvador, para gozar de la vida plena que Él nos ofrece.

Esta alegría es tan grande que no solo desborda sobre nosotros, sino que alcanza a toda la creación, que será restaurada y renovada, como anuncia el profeta: el desierto y la tierra reseca se llenan de gozo, la tristeza y los gemidos se alejan, y los acompañan el gozo y la alegría. Amén.

Esperemos al Salvador con un corazón vigilante, sencillo y lleno de alegría.

El Tercer Domingo de Adviento, conocido como Domingo de Gaudete, nos recuerda que la espera del Señor está marcada por la alegría. La vela rosada en la corona de Adviento y las vestiduras rosadas en la liturgia expresan esta esperanza gozosa que anticipa la Navidad. Como subrayó Mons. Sergio Gualberti, la venida de Jesús renueva la vida, transforma los desiertos en jardines y nos llama a acoger al Salvador con un corazón vigilante, sencillo y lleno de alegría cristiana.

Fuente: Arquidiócesis de Santa Cruz

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