Domingo III de Cuaresma, Mons. Oscar Aparicio hizo un llamado a comprometerse a trabajar por el bien y la paz, oyendo el llamado de Dios a convertirse y volver al camino correcto; rechazando actitudes egoístas que solamente generan divisiones, conflictos y muertes.
El Arzobispo mencionó que Dios, en su infinito amor se hace presente en la vida y la historia: “Ponte en el camino correcto haz caso y escucha la voz de Dios. Deja que Dios actúe a favor tuyo”. Con ello animó a tener oración y acciones, que por más pequeñas que sean ayudarán a mejorar este mundo. “Uno puede decir, pero acaso yo voy a contribuir a la paz, si hay una guerra tan despiadada. Pues sí, tu oración es válida, es buena a los ojos de Dios. Tu conversión es buena a los ojos de Dios. Tu empeño por sustentar en la justicia y en la verdad es válido y es obra de vida eterna. Por eso es importante también que nosotros, haciendo caso, conociendo a Dios, actuemos según Dios”.
Homilía de Mons. Oscar Aparicio
En este camino de preparación hacia la Pascua, la Cuaresma. Tiempo de gracia, tiempo de conversión. Tiempo de un llamado, por tanto, profundo, a ponernos en el camino que Dios nos está indicando o el que Él nos traza, para estar justamente en el camino correcto. Ser sensatos, ser de Aquellos que No sólo obedecen a Dios, sino que están en el puesto correcto.
La Palabra de Dios hoy vuelve a insistir en este aspecto de la conversión aquello que ya hemos vivido al inicio, nada más, de la Cuaresma. En el Miércoles de Ceniza. Les recuerdo que al momento de la imposición de la ceniza. El celebrante nos decía: Conviértete y cree en el Evangelio, es decir, reconoce lo que eres débil, frágil; eres polvo, vienes del polvo y el polvo retornarás.
En esta fragilidad total es imperativo ponerse en el camino de Dios. Por eso, conviértete, ve en el camino correcto. Camina bajo la ley del Señor, aquello que Él ha anunciado. Reconociendo que tú no eres Dios, reconociendo más bien que eres frágil, reconociendo que el actuar de Dios muchas veces es diferente al nuestro porque somos pecadores. Nos equivocamos, erramos en el camino. No siempre estamos en lo correcto. No siempre estamos a favor de la vida, no siempre a favor de la paz, no siempre actuamos en justicia y en verdad. Y por tanto, es necesario enderezar nuestros pasos hacia lo que Dios nos propone.
Hoy día, fuertemente, Jesús llama a esta conversión. A reconocernos lo que somos, a poner nuestro camino, nuestra intención, nuestra voluntad, justamente en aquel camino que Él nos está indicando. Y vean que la Palabra de Dios es muy gráfica en todo aquello que nos está indicando.
Si hemos escuchado atentamente la primera lectura. Esta historia apasionante del pueblo de Israel, apasionante de Moisés. Moisés había matado al capataz en Egipto, escapando de allí está en el desierto de Madián, siendo pastor. Y encuentra una situación extraordinaria en esta zarza que ardía y no se consumía. Y es ahí donde se produce un intenso y bello diálogo entre él y Dios; dándole el encargo de lo que debería ser, es decir, liberar a este pueblo esclavo o este grupo de esclavos, diríamos así, a los israelitas. Le envía a que esto sea posible.
Es interesantísimo cómo Moisés le dice, bueno, yo estoy dispuesto a hacer aquello, sin embargo, si me preguntan quién me envía. ¿Qué les voy a decir? ¿Quién eres tú? Dios le contesta diciendo dirás: Yo soy el que Soy. Parece una frase misteriosa o poco explicable. En realidad, lo que está diciendo es lo que Dios se está mostrando en su identidad. Qué está diciendo Dios, Yo soy aquél que me presento a los israelitas o este grupo de esclavos como el Libertador. Yo me presento como aquel que tiene misericordia. Yo soy aquel que actúa en este mundo y en esta historia para salvar a este pueblo. Yo soy aquel que liberará.
Por eso el mismo salmo decía: El Señor es bondadoso y compasivo. Dios se muestra quién es en lo que hace, en lo que acontece, en lo que actúa. “Tú les dirás que yo liberaré a Israel. Tú dirás que yo, siendo Dios voy a actuar a favor de este pueblo, a favor de este grupo de esclavos”. Es lo que nos dice también entonces a nosotros mismos: Yo, Yo, el que soy, actuaré a favor de ustedes. Es lo que Jesús dice al final en aquella parábola de la higuera: Yo soy bondadoso y misericordioso. Yo te amo, por tanto, yo voy a dar sentido a tu vida. Yo te amo y, por tanto, te voy a liberar. Yo te amo y por tanto, siendo Misericordioso contigo, daré un sentido profundo a tu vida. Ponte en el camino correcto haz caso y escucha la voz de Dios. Deja que Dios actúe a favor tuyo.
Si estás en la esclavitud o si estás en crisis o definitivamente eres incapaz de salir de tu pecado, deja que el Señor actúe en tu vida no te cierres a aquello. Y ejemplos, hermanos, lo tenemos a miles, a miles. Si nos encerramos en la búsqueda sólo del poder, si nos encerramos en nuestro propio pecado, en el odio o la gana de venganza. Si nos encerramos en nosotros mismos creyendo que de nuestros bienes, por ejemplo, viene la vida. Si nos equivocamos intentando más bien odiar y no defender la vida. Si nos empeñamos creyendo que la mentira puede ser aquello que nos haga tener en manos el poder, estamos perdidos.
Por eso se dan cuenta, en realidad, el llamado de Jesús es grande: Conviértete y cree en el Evangelio. ¿Cuál es el Evangelio? ¿Cuál es esta buena noticia? Evangelio quiere decir buena noticia, es aquel de un Dios que actúa en la vida para bien. Es un Dios que provee nuestra mesa. Es un Dios que hace que aquello que tenemos en el corazón, es decir, nuestra inclinación al bien y hacer el bien, en la defensa de la justicia y en la defensa de la verdad, en defensa de la vida y la búsqueda profunda de la paz. Este Dios actuará también en nosotros y a través de nosotros.
La suerte del ser humano está trazada. Estamos llamados a la gloria de Dios, a la libertad, al amor y a la paz. Pero no nos equivoquemos, por eso convirtámonos. Porque ustedes creen que aquellos que han sufrido tal desgracia eran mejores que ustedes. Porque ustedes creen que los que están también en medio de nosotros o aquel que le ha tocado la desgracia, es peor que nosotros. El Señor está siendo claro: Si no se convierten, si no se ponen en buen camino, su final será desastroso.
Es verdad que nos cuestiona enormemente el tema de la muerte del inocente. ¿Cuántos inocentes en esta guerra absurda mueren? Cuántos inocentes Cuántos inocentes a través de la injusticia. Hablemos concretamente de nuestro país, de nuestro departamento, cuántos inocentes pierden la vida por la maldad de los hombres, porque no hemos sido capaces de convertirnos. Cuántos inocentes mueren a través de los fenómenos naturales, grandes misterios.
Que sea, pues, el Señor, que a todos nosotros nos ayude, que sea el Señor que nos ayude sobre todo en este llamado profundo a la conversión, y que seamos capaces también nosotros de aquello y como decíamos el pasado domingo. Lo que nosotros podamos hacer, aunque parezca pequeño, va en bien de toda la humanidad. Por eso el rezar por la paz es fundamental. Uno puede decir, pero acaso yo voy a contribuir a la paz, si hay una guerra tan despiadada. Pues sí, tu oración es válida, es buena a los ojos de Dios. Tu conversión es buena a los ojos de Dios. Tu empeño por sustentar en la justicia y en la verdad es válido y es obra de vida eterna. Por eso es importante también que nosotros, haciendo caso, conociendo a Dios, actuemos según Dios. Que seamos misericordiosos como es misericordioso nuestro Padre. Amén.