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Jun

Mons. Pascual Limachi: “Solo una palabra de Jesús es suficiente para sanar nuestras vidas”

Prensa CEB 30.06.24.- Este domingo 30 de junio, desde la Basílica Menor de San Francisco en la ciudad de La Paz, el Mons. Pascual Limachi, Obispo de la Prelatura de Corocoro, animó a mantener nuestra fe y confianza en Dios a pesar de los obstáculos y dificultades de la vida.

El Mons. Limachi señaló que el Evangelio (Mc 5, 21-43) nos habla de dos historias que, en realidad, son una sola: la nuestra, “es mi historia y tu historia, porque cualquiera de nosotros podemos estar en su lugar”, afirmó. Explicó las dos historias: en la primera, una mujer que le toca la túnica a Jesús para ser sanada; y la segunda, Jairo, uno de los responsables de la sinagoga, que tiene a su hija pequeña que está gravemente enferma. «Estas dos personas se distinguen porque luchan, porque no se dan por vencidas, a pesar de tantos problemas, ellas buscaban, pelean por aquello que ellas querían. La salud de la mujer y el bienestar de la familia de aquel hombre, Jairo”, señaló el obispo.

Asimismo, explicó que profesar nuestra fe en Jesús no significa que las cosas se solucionen automáticamente, “al contrario, encontraremos muchos retos, obstáculos, porque tenemos que seguir forjando nuestro temperamento, nuestro carácter, hasta poder alcanzar la altura del hombre perfecto de Jesús”.

La autoridad eclesial invitó a reflexionar sobre dónde ponemos nuestra esperanza y nuestra fuerza y recordó que solo Jesús tiene palabras de vida eterna y que los sacramentos son la mejor forma de alimentar nuestras almas: “Dios, que a todos quiere sanar, que no hace distinción, que a todos quiere tocarnos, pero que no nos obliga a caminar con Él ni a escucharlo”, expresó y alentó a escuchar a Jesús para tener “frutos de vida eterna, de alegría y de paz”.

“Solo una palabra de Él es suficiente para sanar nuestras vidas, solo con tocarle es suficiente para que nuestra vidas cambien, tenemos que permanecer con Él”, dijo al finalizar su reflexión y concluyó impartiendo su bendición: “Dios, siempre bueno y misericordioso, que el día de hoy nos toque, nos bendiga y permanezca en nosotros”.

HOMILÍA DOMINGO 30 JUNIO 2024

El evangelio como siempre tiene palabras de vida eterna.

No solo nos alegramos por escuchar estas palabras, sino que debemos esforzarnos para vivirlas, porque viviéndolas es como debemos disfrutar la vida que Dios nos quiere dar.

El evangelio nos habla de dos historias, que en realidad son una sola: es mi historia y tú historia, porque cualquiera de nosotros podemos estar en su lugar. Dos personas: una mujer que está enferma y un hombre en cuya familia hay problemas, con su hija a punto de morir. Ambos tienen problemas, como los tenemos todos, con un mundo lleno de dificultades.

La mujer había gastado todo su dinero con los doctores, en lugar de mejorar iba empeorando. El hombre, movido por el amor a su hija, por los problemas familiares que atravesaba, no le quedaba otra opción que acudir a Jesús, igual que la mujer. ¿Cuánto sufrimiento se hubieran ahorrado si primero hubieran ido a Jesús? ¿Cuántos problemas nos ahorraríamos si primero escucháramos a Jesús?

Pero bueno, estas dos personas se distinguen porque luchan, porque no se dan por vencidas, a pesar de tantos problemas, ellas buscaban, pelean por aquello que ellas querían. La salud de la mujer y el bienestar de la familia de aquel hombre, Jairo.

Ahora, no pensemos que con profesar nuestra fe en Jesús las cosas se solucionan automáticamente, ¡no! Al contrario, encontraremos muchos retos, obstáculos, porque tenemos que seguir forjando nuestro temperamento, nuestro carácter, hasta poder alcanzar la altura del hombre perfecto de Jesús.

La mujer, cuando decide ir a Jesús, a pesar de que tiene una fe muy grande y clara, quiso quedar sana con solo tocar el manto; sin embargo, encuentra muchas dificultades, que no era la única persona, había una multitud que seguía a Jesús. Ella tenía que hacerse camino hasta llegar a Jesús y poder tocar el manto porque todos querían tocarlo.

En cambio Jairo, el hombre, decide ir al encuentro de Jesús, se postra y le pide que sane a su hija. Alguien le dice: “Demasiado tarde, tu hija ya ha muerto”, le dan malas noticias. Se queda angustiado, quebrado en su interior por haber hecho todo el esfuerzo. Voltea, ve a Jesús, pero Él no promete nada, Jesús solamente dijo: “No temas, solo ten fe”.

Jairo, se quedó con incertidumbre, sabía que las noticias que le daban eran malas, de que su familia se desmoronaba, de que su hija estaba muerta; pero, por otro lado, escuchaba que Jesús decía: “No temas, solo ten fe”. Ahí no acaban los problemas, seguía siendo más difícil.

Cuando Jesús llega a la casa de Jairo, encuentra un alboroto total, gente llorando, pero se escucha la voz suave de Jesús que dice: “La niña no ha muerto, solo está dormida”. Ahora a Jairo solo le queda escuchar a Jesús, o a aquellas personas que lloraban de dolor y de angustia, aquella gente que ya no tenía esperanza. Jesús que no grita, solo susurra diciendo que no se preocupen, todo está bien, ella está dormida. Jairo a pesar de toda la situación que ve, opta por Jesús.

Jesús echa fuera a todos, porque Él no puede estar en el mismo lugar donde hay destrucción, pesimismo; donde hay pecado, falta de fe y esperanza, no puede haber ningún milagro.

Sin embargo, Jesús llega hasta la última habitación, hasta donde está la niña en cama, la toca y le dice “Talitha qumi”, que significa, “Niña a ti te digo: ¡levántate!”, la niña escucho la voz de Jesús y se levantó. Gracias a Jairo, su padre, que perseveró y no perdió la fe, que fue capaz de caminar con Jesús a pesar de las malas circunstancias y la gente que decía lo contrario. Gracias a que ese hombre permaneció fiel a su fe.

Hoy en nuestras vidas, ¿dónde ponemos nuestra esperanza?, ¿dónde ponemos nuestra fuerza? ¿Quién nos está aconsejando en cada paso en nuestras vidas? Recordemos que solamente Jesús es el que tiene palabras de vida eterna y los sacramentos que son la mejor forma de poder alimentar nuestras almas.

Dios que a todos quiere sanar, que no hace distinción, que a todos quiere tocarnos, pero que no nos obliga a caminar con Él, ni a escucharlo. Cuando lo escuchemos, tendremos frutos de vida eterna, de alegría y de paz. Solo una palabra de Él es suficiente para sanar nuestras vidas, solo con tocarle es suficiente para que nuestra vidas cambien, tenemos que permanecer con Él.

Que ese Dios siempre bueno y misericordioso, que el día de hoy nos toque, nos bendiga y permanezca en nosotros.

Amén.

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