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Ago

Mons. Coter: La Iglesia no está para recibir aplausos, sino para buscar la comunión con Dios

Prensa CEB 05.08.24.- En la Parroquia Cristo Rey, Riberalta, al concluir el encuentro vocacional de los jóvenes del lugar. El Mons. Eugenio Coter, Obispo del Vicariato Apostólico de Pando, presidio la Eucaristía la noche del 4 de agosto, donde resaltó el servicio del diácono Gustavo Orlandin, de la Diócesis de Guajará-Mirim y el ejemplo del Santo Cura de Ars, invitando a valorar la diversidad y a buscar siempre la comunión con Dios.

El Obispo inició su homilía dando gracias por el servicio del Diácono Gustavo, en su experiencia de cinco meses: “Dios habla también a través de personas que encontramos y que vienen a compartir con nosotros”, dijo el Mons. Eugenio, y añadió: “Nosotros no pretendemos ser maestros de Gustavo; él ha venido a compartir nuestro caminar, nuestra fatiga y nuestra historia de todos los días. Y seguramente, todo esto ha enriquecido este camino. Entonces, gracias a Gustavo por esta experiencia. Gracias a su obispo, Don Benito, por habernos dado la oportunidad de acoger gente y de acompañarte en este caminar”.

El ejemplo del Santo Cura de Ars

La autoridad eclesial enseñó que el Cura de Ars, cuyo nombre era Juan María Vianney, fue un joven que quería ser sacerdote desde lo profundo de su corazón, pero tenía muchas dificultades debido a las deficiencias de la educación en su comarca. A pesar de los obstáculos, logró ser ordenado sacerdote y fue enviado a un pequeño pueblo donde nadie quería ir. Allí, al principio, fue recibido con hostilidad, pero con el tiempo, su espiritualidad y dedicación conquistaron no solo a la gente de Ars, sino a toda Francia: “Era seguramente un hombre de mucho espiritualidad y pasaba tiempo en oración, rezaba para que esta gente no se perdiera solo en su trabajo, haciendo del trabajo toda su vida, sino que dentro de la realidad de todos los días, por dura que sea, recordaba que estaba al servicio de Dios”, afirmó el Mons. Coter.

Contó un pequeño pasaje de la vida de Juan María Vianney, recalcando que él pasaba mucho tiempo en oración, preocupado porque su comunidad no se perdiera en el trabajo cotidiano. Una vez, observó a un campesino que, después de su jornada, pasaba por la Iglesia y se quedaba mirando el Sagrario. Al preguntarle qué le decía a Dios, el campesino respondió: “Nada, Dios me mira y yo lo miro, y eso me basta”, el Obispo dijo que este ejemplo de comunión profunda con Dios y la dedicación a la comunidad hicieron del Cura de Ars un gran ejemplo.

Su vida de oración y servicio atrajo a muchas personas, al punto de que se construyó una línea férrea desde París hasta Ars para que la gente pudiera confesarse con él y pedirle consejo.

El Mons. Eugenio Coter contó que a pesar de todo, la gente recogió firmas para darle al Obispo y que sacaran a Ars, porque “no hacía nada más que rezar”, pero en lugar de molestarse, al enterarse el Cura de Ars hizo bromas y con su carácter simpático y crítico conquisto Francia.

La Iglesia no está para recibir aplausos, sino para buscar la comunión con Dios

En su reflexión sobre el Evangelio, el Obispo enseñó que Jesús evita los aplausos y se centra en la comunión con Dios. Después de la multiplicación de los panes, Jesús envía a sus discípulos al otro lado del lago mientras él se retira a la montaña para orar: “La Iglesia no está para recibir aplausos, tiene que trabajar con la gente, pero no tiene que tampoco venderse a los aplausos, no importa de quién sea; la Iglesia tiene otra cosa que hacer que buscar aplausos de nadie, tiene que buscar la comunión con Dios, la verdad con Dios”, afirmó.

Aseguró que cuando los discípulos se encuentran en medio de una tormenta, Jesús camina sobre el agua para alcanzarlos y esto simboliza que cuando la Iglesia pone a Jesús en el centro, logra avanzar y llegar a la orilla segura.

Además, el Mons. Coter señaló que el Evangelio, es también, un llamado a trabajar por lo que no perece, por lo que tiene valor eterno, y no dejarnos llevar por las tentaciones del aplauso fácil o el sustento material: “Trabajen por lo que no perece”, remarcó al concluir su reflexión dominical.

El Diacono Gustavo comparte su testimonio:

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