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Mons. Jesús Juárez alienta a los Colaboradores de la CEB a ser valientes en la defensa de la fe

Prensa CEB 12.08.24.- Los Colaboradores de la Conferencia Episcopal Boliviana (CEB) celebraron su Eucaristía mensual, este viernes 9 de agosto. En la ocasión presidió el Mons. Jesús Juárez, Arzobispo emérito de la Arquidiócesis de Sucre, quien compartió una reflexión sobre la misión de la Iglesia en el mundo moderno, haciendo énfasis en el testimonio valiente que todos los cristianos están llamados a dar, siguiendo el ejemplo de Santa Teresa Benedicta de la Cruz.

El Mons. Juárez recordó la vida de Santa Teresa Benedicta de la Cruz, conocida también como Edith Stein, una mujer de raíces judías que, a pesar de las dificultades y la resistencia de su entorno, abrazó la fe cristiana y se convirtió en Carmelita. En su homilía, el Obispo destacó cómo la vida de Santa Teresa fue un testimonio de fe en medio de un contexto hostil y cómo ella, en su entrega total a Dios, ofreció su vida hasta el final en un campo de concentración durante la Segunda Guerra Mundial: “Es el camino que también nosotros debemos hacer en este tiempo, ser testigos, ser mártires”, alentó.

La autoridad eclesial reflexionó sobre la situación actual para la Iglesia, donde muchos países han perdido su identidad cristiana, y citó el ejemplo de la parodia de la Última Cena en la apertura de los Juegos Olímpicos en París, que generó indignación entre los cristianos y otros creyentes.

Refiriéndose a la Misión Ad Gentes, el Mons. Juárez recordó que los nuevos areópagos de la Evangelización son “los campos de fútbol, los estadios de fútbol, ahí tienen ustedes al pueblo reunido” y los medios de comunicación, y agregó: “Si la Iglesia no está presente en la comunicación, estamos siendo arrastrados por el tren… No tengamos miedo, no tengamos miedo de estar en los medios de comunicación”, pidió.

Mons. Juárez compartió una oración al Espíritu Santo, escrita por Santa Teresa Benedicta de la Cruz, como un ejemplo de la profundidad espiritual que se alcanza cuando uno se entrega totalmente a Dios. Con esta oración concluyó su mensaje, invitando a todos a ser testigos valientes y apasionados de la fe en medio de los desafíos del mundo actual.

¿Quién eres tú, dulce luz? Una oración al Espíritu Santo

Este es un poema al Espíritu Santo, escrito por Edith Stein, en religión Sor Teresa Benedicta de la Cruz (1891-1942), muerta en Auschwitz. Filósofa y teóloga alemana de origen judío, tomó los hábitos en las Carmelitas y fue canonizada por el Papa Juan Pablo II en 1998.

¿Quién eres tú?

¿Quién eres tú, dulce luz que me llenas

e iluminas la oscuridad de mi corazón?

Tú, más cercano a mí que yo misma

y más íntimo que mi intimidad,

y aún inalcanzable e incomprensible,

y que todo nombre haces renacer:

Espíritu Santo, ¡Amor Eterno!

Espíritu Santo

¿Quién eres tú, dulce luz que me llenas

e iluminas la oscuridad de mi corazón?

Me conduces igual que una mano materna

y si me dejas libre,

no sabría dar ni un paso.

Tú eres el espacio

que envuelve todo mi ser y lo encierra en sí,

abandonado de ti cae en el abismo de la nada,

donde tú lo elevas al Ser.

Tú, más cercano a mí que yo misma

y más íntimo que mi intimidad,

y aún inalcanzable e incomprensible,

sorprendes a todos los nombres:

Espíritu Santo, ¡Amor Eterno!

 ¿No eres tú el dulce maná

que del corazón del Hijo

en el mío fluye,

alimento de los ángeles y de los santos?

Él, que se elevó de la muerte a una nueva vida,

Él me ha despertado también a mí del sueño de la muerte a una nueva vida

Y nueva vida me da, día tras día.

Y un día su abundancia me sumergirá

vida de tu vida, sí, Tú mismo:

Espíritu Santo, ¡Vida Eterna!

¿Eres tú el rayo

que desde el Trono del Juez eterno cae

e irrumpe en la noche del alma,

que nunca se ha conocido a sí misma?

Misericordioso e inexorable penetra en lo escondido de las llagas.

Se asusta al verse a sí misma,

concede lugar al santo temor,

principio de toda sabiduría que viene de lo alto,

y en lo Alto con firmeza nos ancla:

tu obra, que nos hace nuevos,

Espíritu Santo, ¡Rayo impenetrable!

¿Eres tú la plenitud del espíritu y de la fuerza

con la que el Cordero rompe el sello

del eterno secreto de Dios?

Impulsados por ti los mensajeros del juez cabalgan por el mundo

y con espada afilada separan

el reino de la luz del reino de las tinieblas.

Entonces surgirá un nuevo cielo y una nueva tierra,

y todo vuelve a su justo lugar gracias a tu aliento:

Espíritu Santo, ¡Fuerza triunfadora!

¿Eres tú el maestro constructor de la catedral eterna

que se eleva desde la tierra hasta el cielo?

Por ti se sostienen las columnas que hacia lo alto se levantan

y permanecen increíblemente fijas.

Selladas con el nombre eterno de Dios

se elevan hacia la luz sosteniendo la cúpula,

que cubre cual corona la santa catedral,

tu obra transformadora del mundo,

Espíritu Santo, ¡Mano creadora de Dios!

¿Eres tú quien creó el claro espejo,

cercanísimo al trono altísimo,

como un mar de cristal

en donde la divinidad se contempla con amor?

Tú te inclinas ante la obra más bella de la creación,

y resplandeciente te ilumina con tu mismo esplendor,

y la pura belleza de todos los seres,

unida en la amorosa figura de la Virgen,

tu esposa sin mancha:

Espíritu Santo, ¡Creador del Universo!

¿Eres tú el dulce canto del amor y del santo temor,

que eternamente suena en torno al trono de la Trinidad,

y desposa consigo los sonidos puros de todos los seres?

La armonía que aúna los miembros con la Cabeza,

donde cada uno encuentra feliz el sentido secreto de su ser,

y jubilante irradia libremente desprendido en tu fluir:

Espíritu Santo, ¡Júbilo Eterno!

Este poema de Edith Stein lleva la fecha de Pentecostés de 1937. La vigilia, el 17 de mayo, su hermana Rosa recibió el sacramento de la Confirmación en Breslau.

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