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“No le echemos al Señor la culpa de las cosas que nos pasan… Somos nosotros los culpables” Mons. René Leigue

“No le echemos al Señor la culpa de las cosas que nos pasan… Somos nosotros los culpables” Mons. René Leigue

Prensa CEB 23.03.2025 En la Basílica Menor San Lorenzo, Catedral de Santa Cruz, Mons. René Leigue preside la Eucaristía dominical, en el tercer domingo de Cuaresma.

“Tienes este año para mejorar, tienes este año para hacer las cosas mejor y dar muchos frutos, tienes este año”? Y lo tenemos. Estamos en el año de la misericordia, estamos en el año jubilar, en el año en que el Señor nos está invitando a la conversión, nos está invitando a hacer las cosas mejor. Entonces, si vemos esto en la higuera, también es como un año que le ha dado para ver si da fruto. Nosotros tenemos este año jubilar para que también volvamos al Señor», dijo Mons. René Leigue.

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Dios nos acompaña, pero el camino lo elegimos nosotros, lo dijo el Arzobispo de Santa Cruz: «Entonces, escuchémosle al Señor. Él está con nosotros, así como estuvo con este pueblo que sufría en Egipto, y también está con nosotros ahora, que sufrimos de una u otra manera. Estamos pasando un momento tan complicado: ¿dónde ir?, ¿qué hacer?, ¿por dónde ir?, ¿cuál es el camino correcto o indicado?, ¿cuál es nuestra meta? De eso no podemos dudar: eso es Dios. Lo demás, en lo que encontremos el camino, depende de nosotros, ya sea para mejorarlo, empeorarlo, seguir como estamos o transformar nuestra realidad».

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Compartimos la Homilía del Arbispo de la Arquidiócesis de Santa CRuz de la Sierra:

Homilía de Mons. René Leigue Cesari

Arzobispo de Santa Cruz de la Sierra – Bolivia

Marzo 23 de 2025

Saludo a los fieles

Dios es misericordioso y compasivo. Hemos escuchado en el salmo. Tengan todos ustedes muy buen día. También saludamos a todos los que nos siguen por los medios de comunicación, las redes sociales, que también de alguna manera participan escuchando la misa. Es mejor estar presente, ¿no? Pero hay algunos que es imposible, los del campo, por ejemplo. Saludamos a todos ellos.

“Jesús nos llama a la conversión”

Hoy estamos en el tercer domingo de Cuaresma, y si usted ha estado atento a esta lectura, la palabra que resuena o debe resonar en nosotros también es conversión. Es tiempo de conversión, tiempo de volver al Señor, tiempo de estar atentos a lo que Él nos dice. Eso hemos escuchado en el Evangelio, que Jesús nos llama a la conversión. Y conversión, pues, para nosotros significa un cambio. Decimos cambio de vida, pero más que cambio de vida —porque no vamos a cambiar nuestra vida, la vida es única—, más que cambio de vida es cambio de actitud, cambio de comportamiento, cambio de reacción en nosotros, cambio en hacer las cosas. Todo esto para mejor, no un cambio para mal.

“Es tiempo de hacer las cosas diferentes a lo que estábamos haciendo”

Entonces, a eso nos invita el Señor: tiempo de acercarnos a Él, tiempo de hacer las cosas diferentes a lo que estábamos haciendo, tiempo en que el Señor nos dice: “Es ahora que tiene que mejorar tu vida.” Entonces, eso significa para nosotros conversión, y a eso nos invita hoy el Señor.

La higuera que no da frutos: “El dueño de la viña dice: “Dejémosla un año más, démosle oportunidad”

Nos hace una comparación aquí con la higuera. Pues, había una higuera que no daba frutos, y entonces se le pide que la corten. Si no da fruto, está utilizando el terreno en vano. Sin embargo, el dueño de la viña dice: “Dejémosla un año más, démosle oportunidad, hay que podar, hay que echarle abono, hay que cuidarla, y si ya en este año no da fruto, ya la puedes cortar.”

¿Qué fruto estás dando? ¿O no estás dando ningún fruto?

Esto, a ver, ¿qué nos dice a nosotros? Porque el Señor también nos está observando a nosotros. Y así como la higuera, también nos preguntará: “¿Qué fruto estás dando? ¿Qué fruto estás dando? ¿O no estás dando ningún fruto y estás ocupando un espacio que a lo mejor otros podrían ocupar?”

Entonces, esta comparación que hace con la higuera es para decirnos que el Señor espera, da un tiempo más. Aquí es donde vemos que Dios es misericordioso, que tiene misericordia. Que, a pesar de que hay cosas que Él ve, ve que no hay cambio, que no hay mejoramiento en todo esto, a pesar de eso, como dice, hay que darle un tiempito más.

“Tienes este año para hacer las cosas mejor y dar muchos frutos”

Y a eso vamos, pues. En este año, por ejemplo, un año de misericordia, un año de gracia. Estamos en el año jubilar. ¿Será que el Señor también nos está diciendo: “Tienes este año para mejorar, tienes este año para hacer las cosas mejor y dar muchos frutos, tienes este año”? Y lo tenemos. Estamos en el año de la misericordia, estamos en el año jubilar, en el año en que el Señor nos está invitando a la conversión, nos está invitando a hacer las cosas mejor. Entonces, si vemos esto en la higuera, también es como un año que le ha dado para ver si da fruto. Nosotros tenemos este año jubilar para que también volvamos al Señor.

No le echemos al Señor la culpa de las cosas que nos pasan… Somos nosotros los culpables

Hagamos las cosas mejor, no le echemos la culpa de las cosas que nos pasan. Muchas veces eso pasa, ¿no? Con cualquier situación que vivimos, que nos está pasando, que no estamos bien, que tenemos problemas, a veces como que queremos echarle la culpa al Señor. ¿Él qué culpa tiene? Creo que no tiene ninguna culpa, ¿no? Somos nosotros los culpables, y eso a veces no queremos asumir nuestra responsabilidad.

“Amar a Dios es amar al prójimo”

Dios nos ha dado todo, nos lo ha puesto en nuestras manos. Nos ha dicho: “Ahí tienes todo, cuídalo. Cuida la naturaleza, cuida todo lo que te doy para el bien de ti.” Nos ha hablado del amor más grande que puede existir en el mundo, que es el amor que Dios nos tiene. Y ese amor que Él nos tiene debe manifestarse también entre nosotros. Amar a Dios es amar al prójimo. Él nos ha dicho: “Ese es el amor más grande que hay. Si amas a Dios, ama a tu prójimo.”

“Si la estamos pasando mal, no es culpa de Dios”

Entonces, este año estamos llamados a eso. No le echemos la culpa a otros, peor a Dios. Dios no tiene culpa en todo esto. Si la estamos pasando mal, no es culpa de Él. Y prueba de eso es lo que nos habla la primera lectura. ¿Quién escuchaba la primera lectura? Moisés estaba caminando, cuidando las ovejas, y ahí le aparece una zarza ardiente. Él tiene esa curiosidad de ver qué es lo que pasa ahí, por qué no se apaga esa zarza. Y ahí escucha esa voz: “No te acerques, o si vienes acá, sácate las sandalias, porque el lugar donde vas a pisar o donde estás es un lugar sagrado.”

“Despójate de todo aquello negativo que tienes”

¿Qué le está diciendo ahí a Moisés? ¿Que solamente se saque las sandalias? No, le está diciendo muchas otras cosas más. Le está diciendo: “El lugar donde vienes y donde estás es un lugar santo, un lugar sagrado. Por lo tanto, quítate, despójate de todo aquello negativo que tienes, no solamente las sandalias.”

Despojémonos de: rencores, odio, malos pensamientos lo que se vive en familia”

Es por decir, aquí, en este lugar donde estamos ahora, es un lugar sagrado, y deberíamos venir así, con esas ganas de despojarnos de todo aquello que no nos ayuda a estar en este lugar: rencores, odio, malos pensamientos, lo que se vive en familia… Es decir, tantas cosas que podemos dejar, no solamente sacarse las sandalias, que a lo mejor es lo más fácil que podía hacer Moisés. Dejar la sandalia a un lado y, bueno, seguir lo mismo, ¿no? El Señor le pide que se despoje de todo, y eso nos lo está pidiendo a nosotros también.

“Dios no nos abandona, no se aleja de nosotros”

Luego, cuando tiene ese diálogo con Moisés, Él le da una misión. Aquí es donde decía: prueba de eso, que Dios no nos abandona, que no se aleja de nosotros y que está siempre pendiente, está con nosotros, es esto que escuchamos aquí. Le da una misión a Moisés. Le dice: “Quiero que vayas a liberar a mi pueblo que está sufriendo en Egipto. He escuchado el grito de ellos, he visto su sufrimiento, he escuchado el clamor de mi pueblo. Quiero que tú vayas a liberarlo.”

“Dios es misericordioso, Él es el todo en todo, Él está con nosotros”

¿No será lo mismo que podemos también pensar en estos días, en este tiempo que vivimos? Dios está ahí y está diciéndoles lo mismo: “Escucho el clamor de ustedes, escucho sus angustias, estoy viendo todo lo que están viviendo.” Es ese Dios en el cual nosotros confiamos, es ese Dios en el cual tenemos fe, es ese Dios misericordioso del cual lo pregonamos. Dios es misericordioso, Él es el todo en todo, Él está con nosotros. Así como vio el sufrimiento del pueblo, ha visto su sufrimiento, ha visto sus angustias, ha visto su dolor. “Quiero liberarlos, quiero sacarlos de ahí”, y le da esta misión a Moisés.

Dios ve nuestro sufrimiento y nos invita a salir adelante

Hermanas, hermanos, creo que esto es lo que el Señor hoy nos dice a nosotros: “Estoy viendo lo que ustedes están sufriendo, estoy viendo sus angustias, su incertidumbre, pero yo estoy con ustedes.” Así como estuvo con este pueblo que sufría, el pueblo de Israel que sufría la esclavitud, hoy también dice a otros: “Yo estoy con ustedes y quiero sacarlos, quiero sacarlos de esa angustia, de ese momento que están viviendo. Pero para que yo también actúe en ustedes, quiero que ustedes también sean parte de ese momento de salida de sí, para hacer las cosas mejor.”

La resistencia al cambio y la confianza en Dios

Porque si recuerdan, este pueblo también, después de que estaba en camino, empezó a renegar contra Moisés: “¿Por qué nos sacaste de este lugar? Por lo menos allá teníamos comida.” El sufrimiento, como que no les interesaba, y sin embargo, Dios vio toda esta situación: no había comida, no había respeto a la persona, no había respeto a su dignidad, había un sufrimiento total. Entonces, Dios quería sacarlos, pero algunos dijeron: “No, ¿para qué? Estamos por el camino y no tenemos nada. Por lo menos allá teníamos…” Oiga, ¿no será también el lamento de algunos en este tiempo? Como que Dios nos dice: “Hoy tienen la oportunidad de salir de este momento.” Y hay otros que dicen: “Pero, ¿dónde?, ¿qué hacemos?, ¿qué hacemos? Mejor continuamos donde estamos y continuamos como estamos.”

Dios nos llama a la libertad, pero espera nuestra respuesta

Hay voces por ahí que se escuchan así, ¿no? Entonces, Dios se preocupa por nosotros y nosotros no queremos salir, o algunos no quieren salir de una situación de sufrimiento. Esto es la prueba de que Dios no se separa de nosotros, que está ahí y que lo que quiere es liberarnos, sacarnos del momento. Pero para eso espera de nosotros. Él quiere sacarnos, pero no nos obliga.

Dios nos guía, pero la decisión es nuestra

Él nos deja la libertad para que nosotros hagamos las cosas. Él está ahí para ayudarnos en lo que nosotros decidamos. No nos impone, nos dice qué hay que hacer, nos dice lo mejor que nos puede suceder si lo escuchamos, y también lo peor que nos puede suceder si actuamos por nuestra cuenta, como aquellos que murieron, que, a lo mejor por no hacer bien las cosas, han muerto.

Escuchar a Dios: elección y consecuencia

Y lo mismo le puede pasar a usted, ¿no? Dice el Señor: “Si no escuchan lo que yo les digo…” Pero no es que Él esté deseando la muerte o esté deseando el mal de cada uno de nosotros, ¿no? Él no está diciendo eso. Él está diciendo: “Esto hay que hacer, y si ustedes no escuchan lo que les digo, pues ustedes verán el resultado de todo esto.”

Dios nos acompaña, pero el camino lo elegimos nosotros

Entonces, escuchémosle al Señor. Él está con nosotros, así como estuvo con este pueblo que sufría en Egipto, y también está con nosotros ahora, que sufrimos de una u otra manera. Estamos pasando un momento tan complicado: ¿dónde ir?, ¿qué hacer?, ¿por dónde ir?, ¿cuál es el camino correcto o indicado?, ¿cuál es nuestra meta? De eso no podemos dudar: eso es Dios. Lo demás, en lo que encontremos el camino, depende de nosotros, ya sea para mejorarlo, empeorarlo, seguir como estamos o transformar nuestra realidad.

La verdadera conversión: asumir nuestra responsabilidad

El Señor nos dice esto hoy: nos invita a la conversión, y esa conversión significa un cambio, hacer las cosas mejor y no quedarnos con lo mismo. Él es misericordioso, compasivo, está con nosotros y no nos abandona; por lo tanto, nos toca ser conscientes de nuestras acciones y no buscar culpables, ni a Dios ni a otros, solo por evitar asumir nuestra responsabilidad. A veces, en vez de reconocer nuestros errores, buscamos descargar nuestras culpas en los demás, diciendo: “Por culpa de este”, “por culpa del otro”.

“Él espera que optemos por hacer las cosas mejor”

El Señor nos pide ser responsables con nosotros mismos. Nos anima, nos invita, pero nos deja en libertad para decidir, y en esa decisión es donde Él espera que optemos por hacer las cosas mejor. No nos olvidemos de que está con nosotros y no nos abandona; tampoco pensemos que podemos hacerlo todo por nuestra cuenta, como si fuéramos autosuficientes. A veces vemos que algunos poderosos creen que pueden salir adelante solos, pero el Señor nos dice: “Eso no”. Somos seres humanos, necesitamos de Él y no podemos sentirnos todopoderosos, porque somos finitos en este mundo.

La verdadera seguridad está en Dios, no en nosotros mismos

Por eso, tomemos en cuenta lo que dice Pablo en la segunda lectura: “El que se cree muy seguro, cuídese de no caer.” Esta frase es muy importante en nuestro tiempo, porque hay quienes se sienten seguros de su posición, de continuar como están y de seguir haciendo lo que les parece, sin detenerse a ver la realidad ni a buscar un cambio, como si su situación fuese eterna. Pero Pablo nos advierte: “El que se cree muy seguro, cuídese de no caer.” Tomemos en cuenta esto: nuestra seguridad está en Dios, no en nosotros mismos.

Que el Señor nos acompañe y nos conceda sabiduría para escuchar su voz y caminar según su voluntad.

Que así sea.

FUENTE: Arquidiócesis de Santa Cruz de la Sierra

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