“Que no se nos olvide nunca: no somos dueños del rebaño, sino sus servidores” Mons. René Leigue Césari
Homilía de Mons. René Leigue Cesarí
Arzobispo de Santa Cruz de la Sierra – Bolivia
Misa Crismal – Jubileo Sacerdotal
ACERDOTES DEL SEÑOR: PEREGRINOS DE ESPERANZA Y TESTIGOS DEL PERDÓN
¿Quién guía al Pueblo si los guías no se purifican?

Hemos escuchado en la segunda lectura: “Ustedes son sacerdotes del Señor”. Se escucha bien esa frase, ¿no? Para todos los sacerdotes: no olvidarse. Hemos empezado esta misa, y para algunos tal vez llamó la atención que dimos la vuelta por la plaza. No nos estábamos manifestando por alguna causa, ni gritando, ni insultando. Dimos la vuelta orando. Ese es el sentido de este tiempo del jubileo: somos peregrinos de la esperanza, y hoy los sacerdotes celebran su jubileo. Por eso, se hace una caminata para entrar por la puerta santa. A eso los invitamos a ustedes, fieles presentes. Cuando hablamos de jubileo, queremos que lo vivan así: peregrinen a los lugares donde está la puerta santa, confiésense, oren por las intenciones del Papa y participen de la misa. De esa manera, el Señor también les perdonará sus pecados. Eso es lo que los sacerdotes han hecho hoy. Esta mañana hemos tenido un retiro, en el cual también se han confesado. Tal vez alguno de ustedes se pregunta: ¿y los sacerdotes se confiesan? ¿Lo hacen o no lo hacen? ¿O solo quieren que nosotros lo hagamos? Pues sí, los sacerdotes —y también los obispos— nos confesamos.
Una renovación desde la humildad y la cercanía

Entonces, no crean que, porque administramos el sacramento de la reconciliación, no lo necesitamos. Ustedes, laicos, a veces dicen: “¿Por qué me voy a confesar con un sacerdote, si es un pecador igual que yo?”. Justamente por eso: porque también somos pecadores. A veces nos dicen: “Ore por mí, padre, porque usted está más cerca de Dios”. Esa es una gran responsabilidad para nosotros. Tal vez sí estamos un poco más adelante en el camino de la fe, pero eso no nos exime de caer o equivocarnos. Ustedes deben tener en cuenta eso: la gente confía en nosotros, nos tiene presentes, nos pide oraciones. Por eso, hoy más sacerdotes estamos reunidos en esta celebración, adelantando el Jueves Santo. Esta renovación de promesas sacerdotales debería hacerse el Jueves, pero como muchos sacerdotes vienen del campo, si lo hiciéramos ese día ya no alcanzarían a volver a sus comunidades a tiempo. Por eso se adelanta a este martes, para que luego regresen a sus lugares de pastoral y celebren con su pueblo el Triduo Pascual.
Promesas que se renuevan con preguntas del alma

Esta mañana estuvimos en retiro, dirigidos por el padre Flaminio, quien nos dejó una larga lista de preguntas. No sé si las vieron… solo alcancé a revisar una parte, pero falta mucho todavía. Si se fijan bien, todas esas preguntas apuntan a nuestro ministerio: ¿qué nos toca hacer?, ¿cuál es mi compromiso? Cuando fuimos ordenados hicimos una promesa de ser sacerdotes del Señor, y eso implica una gran responsabilidad: ser testimonio, ser personas coherentes entre la fe y la vida. Eso es lo que la gente espera de nosotros. Y por eso, al renovar hoy nuestras promesas sacerdotales, los invito a que lo tomemos en serio. Somos sacerdotes llamados a guiar al Pueblo de Dios. Que no se nos olvide nunca: no somos dueños del rebaño, sino sus servidores.
“ESCUCHAR, ACOMPAÑAR, COMPARTIR LA MISIÓN”
La gracia de ser oídos del corazón del pueblo

A todas las personas de fe, a todos aquellos que se acercan a nosotros, estamos llamados a escucharlos, a dialogar con ellos, a darles una voz de esperanza. ¿Cuántas personas vienen a hablar con nosotros? Y a veces dicen: “Padre, quiero confesarme”, pero no siempre se trata de una confesión; muchas veces vienen simplemente a desahogarse de tantas cosas que están viviendo. Y después dicen: “Gracias, padre, porque me escuchó”. A usted seguramente también le ha pasado muchas veces. “Gracias, porque me escuchó. Todo esto no hallaba con quién hablarlo, porque a veces no confío en nadie”. Entonces, si nosotros somos ese sacerdote en quien confían, no los defraudemos. Dediquemos tiempo para escuchar, porque estamos llamados a hacerlo con todos, sin excepción. No podemos caer en eso de decir: “Bueno, tú no eres de mi grupo”. El Papa nos llama a ser sacerdotes que escuchen, que caminen con el pueblo, que vayan adelante guiando, en medio acompañando, y también atrás para que nadie se quede atrás.
Sobrecarga pastoral: una realidad que exige corresponsabilidad

Ser sacerdote conlleva una gran responsabilidad. No debemos perder nunca esa conciencia: “Es mi responsabilidad ser sacerdote y, como tal, voy a rendir cuentas de ello”. Tal vez ustedes, laicos, piensan que hay muchos sacerdotes, al ver esta fila larga que entra en procesión. Pero piensen —y si no lo saben, se los digo—: Santa Cruz, que no es todo el departamento, sino solamente la arquidiócesis, tiene actualmente 87 parroquias. ¡Ochenta y siete! Y es mi responsabilidad, como arzobispo, llegar a todas. No solo al templo central, sino también a las capillas. Por eso, cuando tengo confirmaciones, a veces pido que también me lleven a una pequeña capilla, aunque haya solo quince personas, porque quiero llegar allá. Porque me toca. Es mi responsabilidad. Y esa responsabilidad también la comparto con ustedes. Al nombrar a un párroco, le estoy diciendo: “Quiero que usted me represente en esta parroquia”. Si contamos cuántos sacerdotes hay aquí y los distribuimos entre las 87 parroquias, nos queda uno o dos por comunidad, algunas con tres. Entonces, cuando dicen: “¿Por qué no nos mandan otro sacerdote?”, piensen que no tenemos muchos. Y además, una parroquia puede tener hasta treinta mil habitantes. En la arquidiócesis no hay un solo espacio que no pertenezca a una parroquia. Todo está asignado, y a todas deben llegar los sacerdotes.
La vocación compartida: laicos y sacerdotes, un camino hacia la misión

Así que también a ustedes, laicos, les pido paciencia si no llega el sacerdote cada domingo a sus capillas. Quisiéramos que todos los domingos esté allí, pero si está solo y tiene cinco o seis comunidades, es difícil. Les digo esto para que comprendan que ustedes, como laicos, también están llamados a colaborar con los sacerdotes. Sean conscientes de su bautismo: al ser bautizados, también se comprometen a ser discípulos del Señor. Desde pequeños se van formando en la primera comunión, en la confirmación… Debería haber muchos jóvenes comprometidos diciendo: “Yo quiero ser parte de esta misión en mi parroquia”. Les invito a que, de verdad, ustedes también, laicos, se comprometan, apoyen la misión, colaboren con el sacerdote, oren por ellos. Oren por más vocaciones sacerdotales. Si quieren más sacerdotes en sus parroquias, oren para que el Señor llame a más corazones. ¿Y por qué no también? Tal vez de entre sus hijos o nietos nazcan los nuevos misioneros y misioneras que tanto necesitamos en este tiempo.
EL ESPÍRITU DEL SEÑOR ESTÁ SOBRE NOSOTROS: RENOVAR LA ALEGRÍA DEL LLAMADO
El Espíritu llama: una familia que acompaña el sí de sus hijos

Lista aún más gente comprometida. Entonces, les invito a ustedes, papás presentes: si su hijo o su hija quiere entrar a la vida religiosa, no se lo nieguen. Será una gran bendición para ustedes tener un hijo sacerdote, una hija religiosa, una nieta religiosa o un nieto sacerdote. Es una bendición para la familia. Acompañen, sigan orando por los sacerdotes que ya tienen y también por más vocaciones. Sacerdotes, en el Evangelio hemos escuchado que dice Jesús: “El Espíritu del Señor está sobre mí”. ¡Qué lindo si hoy han meditado sobre eso! Cuando se nos impuso la mano en la ordenación, invocamos al Espíritu para que venga sobre nosotros, para que nos haga personas activas, vivas, inspiradas por el Espíritu para llevar adelante la misión.
Renovar el llamado: dejar que el Espíritu nos fortalezca

Que hoy también podamos repetir eso, que digamos esta noche en nuestra renovación: “El Espíritu del Señor está sobre mí”. Ese Espíritu que me da fortaleza, ese Espíritu que me da certeza en lo que hago, ese Espíritu que me anima, que me lleva a la misión. Que sintamos nuevamente ese Espíritu del Señor. Les invito a renovar su compromiso esta noche: vuelvan con ese ánimo, con esa alegría de ser sacerdote, con ese entusiasmo con el que fueron ordenados. Como cuando celebraron la primera misa, con nervios, pero con una certeza: “Me preparé para esto y aquí estoy, siendo sacerdote del Señor”. Lindo, ¿no? Que esta noche podamos sentir eso de nuevo, y digamos: “El Espíritu del Señor está sobre mí”. Este Espíritu es el que me envía, me mueve, me fortalece y me da sabiduría para guiar al pueblo que se me encomienda.
Caminemos juntos: la Sinodalidad como luz en tiempos difíciles

Sacerdotes, estamos en medio de una situación muy complicada, muy difícil en nuestro país, y Santa Cruz no es la excepción. Por eso los invito a que sean referentes en medio de tantos problemas y situaciones que vivimos. Sean referentes para orientar. A eso estamos llamados: a escuchar, a orientar a la luz de la Palabra de Dios. Muchas personas dicen: “Padre, no sé qué hacer. Me siento así, dígame algo”. Están pidiendo orientación. Y nosotros estamos llamados a eso. A nivel de la sociedad civil dicen: “Somos orgánicos porque trabajamos unidos”. Nosotros somos sinodales. No lo olvidemos: somos una comunidad sinodal que camina junta. Caminemos juntos como sacerdotes, llevando adelante la misión. Se nota en encuentros como este: qué bonito es encontrarnos, ver cómo está el otro hermano, escucharlo, saber cómo va en su misión, animarlo si tiene problemas o dificultades. Para eso es este encuentro, ese compromiso que renovamos, que esté siempre vivo en nosotros, y que sintamos ese Espíritu que nos lleva a la misión, con entusiasmo y alegría. Porque hemos elegido ser sacerdotes. No se nos impuso: lo elegimos. Y con la ayuda del Señor, vamos a cumplir nuestra misión. Vamos a seguir adelante. Que así sea.

Fuente_ https://campanas.iglesiasantacruz.org/























