“Busquemos ansiosamente nuestra unidad sacerdotal”, exhorta Mons. Oscar Aparicio
Prensa CEB 16.04.2025. Como parte del programa de Semana Santa en la Arquidiócesis de Cochabamba el día de hoy martes 14 de abril se celebró la Misa Crismal, la misma contó con la participación de las autoridades principales de la Iglesia Católica de Cochabamba y la participación del Clero Diocesano y Religioso.
La celebración fue precedida por una procesión desde la parroquia Santo Domingo hasta la Catedral San Sebastián, posteriormente se dio inicio a la solemne eucaristía; durante su homilía Mons. Oscar Aparicio, Arzobispo de Cochabamba dijo a los sacerdotes: Les invito pues, muy queridos hermanos sacerdotes, empeñarnos a buscar ansiosamente nuestra unidad sacerdotal. Configurados con Jesús, eterno y sumo sacerdote, nosotros también sacerdotes diocesanos y religiosos.
La primera autoridad de la Iglesia de Cochabamba afirmó que … no sólo queremos renovar este sacerdocio, sino que también estamos dispuestos de reafirmar nuestra espiritualidad de comunión. Queremos poner de nuestra parte todo lo que esté a nuestro alcance en este propósito tan alto. Por último, y a todos ustedes, queridos hermanos y hermanas del pueblo de Dios, que nos acompañan, les pido que deseen por nosotros, sus sacerdotes, finalizó.
Fuente:. Arquidiócesis de Cochabamba

HOMILÍA DE MONS. OSCAR APARICIO
MISA CRISMAL
SEMANA SANTA 2024
Querido Monseñor Iván, muy queridos hermanos sacerdotes, diocesanos y religiosos, diáconos permanentes, quiero saludar de una forma muy especial a nuestro último diácono transitorio, ordenado hace pocos meses, Willy, quien ha proclamado el Evangelio. A los sacerdotes estudiantes, Rambert, Juan Saniso y Pedro. Al Padre Ariel y Padre Fernando Carillo, misioneros en iglesias hermanas.
Sacerdotes y diáconos permanentes enfermos, y que están impedidos de asistir a esta celebración. Religiosas y seminaristas, amados hermanos y hermanas, todos en el Señor. Como bien sabemos, los dos motivos que nos han congregado hoy en esta Eucaristía, primero la bendición de los solos y luego la renovación del orden y ministerio sacerdotal.
Nuestro don del sacerdocio
Buena ocasión para la renovación de su consagración de aquellos que han querido estar presentes en esta Eucaristía. Es así que en esta celebración llamada Misa Crismal, año tras año, los sacerdotes que hemos recibido el ministerio ordenado al servicio del Pueblo de Dios, renovamos nuestras promesas sacerdotales a Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote, quien es la razón de la vida, ministerio y servicio de todo sacerdote. Nosotros lo hacemos hoy en esta Catedral de San Sebastián, es decir, de manera concreta en esta Iglesia local, en esta Iglesia arquidiocesana de Cochabamba.
Esta es la magnitud del don que recibimos el día de nuestra ordenación. Fuimos asociados al sacerdocio mismo de Cristo, actuamos en representación de Él. Experimentamos entonces un cambio radical en nuestro ser y en un sentido ya no somos los que éramos.
De hecho, la liturgia de hoy vincula el sacerdocio con las palabras de promesa del profeta Isaías. Ustedes se llamarán sacerdotes del Señor, dirán de ustedes ministros de nuestro Dios. El profeta retoma con esto la gran palabra de tarea y de promesa que Dios había dirigido a Israel en el Sinaí.
Serán para mí un reino de sacerdotes y una nación santa. De igual forma el Evangelio proclamado adquiere un valor especial. Las palabras pronunciadas por el mismo Señor Jesús afirman su ser y su hacer.
Por tanto, viene a ser también para nosotros el anuncio de nuestra identidad y nuestra misión. Hoy se cumple esta palabra, también lo podemos decir nosotros. Como hemos escuchado el texto evangélico de San Lucas, presenta Jesús en la sinagoga de Nazaret leyendo el libro del profeta Isaías y explicando su sentido.
El Espíritu de Dios está sobre nosotros
El Espíritu del Señor está sobre mí porque Él me ha ungido para anunciar a los pobres la buena nueva. Me ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos, dar la vista a los ciegos y dar la libertad a los oprimidos. En el pueblo donde el Maestro se había criado y crecido desde su infancia instruye a sus contemporáneos sobre la acción salvadora de Dios para con el pueblo de Israel.
El anhelo de libertad y de paz se cumple con la presencia del Mesías. La buena nueva de salvación no sólo es anunciada y proclamada de modo profético, sino que se cumple real y verdaderamente con la llegada del ungido de Dios. Somos sacerdotes del Señor, ministros de nuestro Dios.
La misión cuyo cumplimiento proclamó Jesús en la sinagoga de Nazaret se perpetúa en el ejercicio ministerial de los sacerdotes. Queridos hermanos en el sacerdocio, hoy, día en que queremos innovar nuestra ordenación sacerdotal de manera pública frente al pueblo de Dios y de cara a estos próximos días del Triduo Pascual, dejemos que el Santo Crisma con el que fuimos sellados y configurados con Cristo vuelva a brillar en nuestra vida y ministerio. Que el Espíritu Santo, quien nos consagró, encuentre en nosotros una renovada disposición a dejarnos tocar y transformar con su acción vivificante.
Espero que esta Pascua nos impregne más de la presencia de Jesús para ser hombres de Dios. Por lo que el mundo necesita hoy de manera especial, en realidad es el testimonio creíble de los que iluminados en la mente y en el corazón por la palabra del Señor sean capaces de abrir el corazón y la mente de muchos al deseo de Dios y de la vida verdadera, esa que no tiene fin. Porque al fin de cuentas Dios es la única riqueza que en definitiva los hombres desean encontrar en un sacerdote.
Nosotros como sacerdotes poseemos algo en común. No por méritos propios, sino por la gracia que nos ha constituido como una familia. Nos ha regalado hermanos que comparten nuestra fe, nuestros que haceres y nuestro propio servicio.
Nuestro caminar Pastoral
De hecho, son tantas las razones que nos impulsan a cultivar la mutua colaboración, la solidaridad y la fraternidad sacerdotal bases fundamentales de la comunión. Nuestra experiencia como Iglesia ya lo indicaba en nuestro Plan Pastoral 2010-2020 que apunta sabiamente al objetivo más alto que se pueda tener en la vida cristiana. Es decir, ser y como lo ha afirmado en la Carta Pastoral en el número 46 de sus conclusiones, que decía Iglesia de Cochabamba mirada a la realidad que nos plantea este día Dios, estamos llamados a caminar en la vía del impulso que hunda sus raíces en el Evangelio con un renovado compromiso con Dios, con el pueblo, desde una preferencial por los pobres, con el medio ambiente, también con un renovado compromiso ecuménico e interreligioso donde todos los bautizados estamos llamados a corresponder a la oración de Jesús.
Para que todos sean uno, como tu Padre en mí y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado. Luego, en estos últimos años, en nuestro camino sinodal arquidiocesano, habíamos priorizado aspectos importantes como ser la comunión en una pastoral integral, es decir familia, niños, jóvenes y vulnerables. La diaconía o servicio en una pastoral social, como ser las caritas parroquiales y el cuidado de la casa común.
En el kerigma o anuncio, la formación a todo nivel, pastoral vocacional, comunicación y redes sociales. Y por último, la liturgia o celebración traducida en la pastoral litúrgica, en los ministerios y la formación de estos. También somos conscientes que se nos ha regalado en este año jubilado, en la que queremos ser peregrinos de esperanza.
Además de este año, en el que conmemoramos el bicentenario de nuestra patria, que nos obliga en el acompañamiento de nuestro pueblo, en el iluminar y apoyar las preocupaciones y anhelos de esta sociedad. Soy consciente de que no es una tarea fácil. Sin embargo, es fundamental que los sacerdotes demos signos evidentes de esa comunión, tanto con Dios, con el pueblo y entre nosotros.
Por aquí pasa la actividad. Les invito pues, muy queridos hermanos sacerdotes, empeñarnos a buscar ansiosamente nuestra unidad sacerdotal. Configurados con Jesús, eterno y sumo sacerdote, nosotros también sacerdotes diocesanos y religiosos.
No sólo queremos renovar este sacerdocio, sino que también estamos dispuestos de reafirmar nuestra espiritualidad de comunión. Queremos poner de nuestra parte todo lo que esté a nuestro alcance en este propósito tan alto. Por último, y a todos ustedes, queridos hermanos y hermanas del pueblo de Dios, que nos acompañan, les pido que deseen por nosotros, sus sacerdotes.
Deseemos también por el Santo Padre, el Papa Francisco, él siempre nos lo pide. Y hoy es más urgente todavía para que pueda mejorar en su salud. Manifestemos, por tanto, nuestra filial comunión.
Que nuestra mamita, la Virgen de Urcupiña, la Virgen María, la Madre de Jesús, esposa de José, que sembró en el mundo la palabra hecha carne, nos acompañe en esta tarea de dar a conocer a los hombres y mujeres de nuestro tiempo el Espíritu de Jesucristo el Señor. Y que el Dios de la vida, de la historia y la esperanza, llene de alegría y paz nuestra fe y nuestros corazones. Así sea.