“¿Sabemos realmente rezar?”, preguntó el obispo de Pando explicando que la oración es una vivencia profunda de comunión con Dios
Prensa CEB 28.07.2025. En la celebración dominical, Mons. Eugenio Coter, Obispo del Vicariato Apostólico de Pando, brindó una reflexión sobre la verdadera esencia de la oración, destacando una enseñanza que va mucho más allá de la simple repetición de fórmulas.
Mons. Coter inició su homilía recordando las dudas y sufrimientos comunes que muchos fieles enfrentan en la oración, especialmente en momentos de crisis, como cuando se ora por la sanación de un ser querido enfermo y Dios aparentemente no responde. “¿Sabemos realmente rezar?”, cuestionó el obispo, subrayando que rezar no consiste simplemente en repetir oraciones conocidas como el Padre Nuestro, el Credo o el Gloria, sino en una vivencia profunda de comunión con Dios.
El obispo explicó que los apóstoles, al observar a Jesús en oración, le pidieron: “Señor, enséñanos a orar”, porque al salir de su diálogo con el Padre, Jesús irradiaba serenidad, paz y claridad para enfrentar incluso la persecución y la muerte. La verdadera oración, enfatizó Mons. Coter, fortalece el alma para aceptar las dificultades con lucidez y confianza, y no se limita a pedir favores materiales o alivios inmediatos.
Mons. Eugenio Coter sostuvo que la oración evangélica es un encuentro profundo con Dios, un sumergirse en su Espíritu que permite entender y vivir los acontecimientos de la vida bajo la luz divina. Esta comunión ofrece la fortaleza para responder con sinceridad y valentía ante las pruebas, como lo hizo Jesús, quien enfrentó su pasión y muerte en plena confianza en el Padre.
El obispo también invitó a los fieles a reflexionar sobre la imagen de Dios con la que rezan: “¿Es un Dios que castiga o un Dios misericordioso?”, enfatizando que el Dios de Jesús no es un juez implacable, sino un Padre amoroso que acompaña en todo momento.
Finalmente, Mons. Coter lamentó que muchos sacerdotes y fieles no han recibido formación adecuada en la “escuela de oración”, lo que limita la profundidad de su relación con Dios. Para ello, recordó las palabras de los apóstoles pidiéndole a Jesús que les enseñara a orar: “Señor, enséñanos a orar”.