Mons. Stanislaw Dowlaszewicz: “El que se humilla será enaltecido”
Prensa CEB 26.10.2026 En la Basílica Menor de San Lorenzo, la misa dominical fue presidida por el Obispo Auxiliar de la Arquidiócesis de Santa Cruz, Monseñor Stanislaw Dowlaszewicz, O.F.M. Conv. A pesar de la fuerte lluvia que cayó sobre Santa Cruz durante toda la noche, la Catedral Metropolitana volvió a llenarse de fieles este domingo. “Son muy valientes ustedes con tanta lluvia de anoche… pero siguen aquí”, dijo Mons. Estanislao.
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Homilía dominical de Mons. Stanislaw Dowlaszewicz, O.F.M. Conv.
Obispo Auxiliar de Santa Cruz de la Sierra
A pesar de la fuerte lluvia que cayó sobre Santa Cruz durante toda la noche, la Catedral Metropolitana volvió a llenarse de fieles este domingo. “Son muy valientes ustedes con tanta lluvia de anoche… pero siguen aquí”, expresó con gratitud Mons. Stanislaw Dowlaszewicz, O.F.M. Conv., al iniciar su homilía. El Obispo Auxiliar de Santa Cruz saludó también a quienes siguieron la celebración a través de los medios de comunicación y redes sociales, reconociendo el esfuerzo de todos los creyentes que, en medio de las dificultades, buscan la palabra de Dios que fortalece el corazón.
El prelado centró su reflexión en el Evangelio de Lucas, donde Jesús presenta la parábola del fariseo y el publicano. “Podemos decir con seguridad que la palabra de Dios hoy nos invita a reflexionar sobre nuestra actitud hacia Él”, afirmó. Ambas figuras —el fariseo y el publicano— oran en el templo, pero sus actitudes ante Dios son radicalmente distintas: mientras el fariseo se exalta a sí mismo, el publicano se reconoce pecador y confía en la misericordia divina. El fariseo, explicó Mons. Dowlaszewicz, “va al templo a rezar, pero no reza; se centra en sí mismo, en su perfección, y su oración suena como un informe anual de logros”. Con ironía evangélica, el texto subraya cómo este hombre repite cinco veces la palabra “yo”: “yo agradezco, yo no soy, yo ayuno, yo pago”. Su mirada altiva deja a Dios en segundo plano. En cambio, el publicano se mantiene a lo lejos, se golpea el pecho y apenas susurra: “Oh Dios, ten compasión de mí, que soy un pecador”. “El publicano confiesa su propio pecado. No se justifica. Reconoce la verdad sobre sí mismo y espera que la misericordia de Dios lo abrace”, dijo el Obispo. Añadió que la oración sincera no surge del orgullo sino de la humildad del corazón. “El fariseo se cree perfecto y no necesita a Dios; el publicano, en cambio, sabe que su corazón está lejos de Él, y por eso pide ayuda”.
Mons. Dowlaszewicz recordó que esta parábola interpela también a cada uno de nosotros hoy: “¿Cuál es mi actitud hacia Dios? ¿Lo busco con humildad o con orgullo? ¿Cuáles son las motivaciones de mis palabras y de mis acciones?” Invitó a los fieles a reconocer sus propias debilidades, a confesar con sinceridad los pecados y a abrir el corazón a la gracia de Dios. “Dios te da tiempo ahora, Él te está esperando. ¿Qué puedes hacer para reformar tu actitud hacia Dios y hacia los demás?”, exhortó. El Obispo explicó que la liturgia misma de la Iglesia comienza con una súplica por misericordia: “Señor, ten piedad de nosotros”. Golpearnos el pecho durante el acto penitencial, dijo, “es un gesto que expresa lo que el corazón siente: la necesidad de perdón y el deseo de conversión”.
Finalmente, Mons. Dowlaszewicz invitó a todos a una vida coherente entre fe y oración: “No nos olvidemos que como vives, así rezas; o como rezas, así vives”. Concluyó pidiendo al Señor que ayude a cada creyente a confesar sus pecados con sinceridad, abrirse a la misericordia divina y mantener un corazón agradecido: “No puedo salvarme por mí mismo, necesito tu gracia”.



FUENTE: Arquidiócesis de Santa Cruz

