Mons. Giovani: “Para nadie es extraño el decir que la administración de justicia en nuestro país no es imparcial”
Prensa CEB 29.01.2023. El obispo de la Diócesis de El Alto y secretario general de la Conferencia Episcopal Boliviana, Mons. Giovani Arana, en su homilía de este domingo reflexionó sobre frases como: “memoria, verdad y justicia; el pueblo no olvida”, que según el obispo, “justicia no significa venganza,no significa vivir con en el eterno recuerdo de la injusticia”. El llamado de la Iglesia a la población es el de buscar la justicia que Dios quiere: “Imparcial, que respeta la dignidad de la persona, dignidad primaria que se nos es dada porque somos hijos de Dios”, manifestó.
Por otro lado animó a la población a unirse a la iniciativa ciudadana por una reforma de la administración justicia en nuestro país: “Se están recolectando firmas para que se replantee la forma de elegir a los jueces, para nadie suena extraño el decir que la justicia es para quienes tienen poder o dinero, para nadie es extraño el decir que la administración de justicia en nuestro país no es imparcial, para nadie es extraño decir que la justicia llega solo a algunos”, Mons. Giovani recordó las palabras del relator de las Naciones Unidas, el Sr. Diego García-Sayán: “La justicia está lejos de la gente. La construcción de un sistema de justicia independiente y accesible es un reto fundamental de la sociedad boliviana”, mencionando que es tarea de las autoridades garantizar un sistema judicial imparcial que administre justicia sin distinciones ideológicas y políticas.
Así mismo Mons. Giovani invitó a los fieles a buscar la verdadera felicidad, también buscando la felicidad del otro; y enmarcado en el evangelio de hoy, que presenta a Jesús proclamando las Bienaventuranzas, expresó que es un verdadero programa de vida cristiana, pues es el mapa que orienta a buscar y alcanzar la santidad.
A continuación la Homilía completa.
HOMILIA
DOMINGO IV – TIEMPO ORDINARIO
29 de enero 2023
Buenos días queridos hermanos y hermanas, doy nuevamente la bienvenida a esta celebración de domingo a quienes están presentes en esta hermosa Basílica de San Francisco en la ciudad de La Paz y también a quienes siguen la trasmisión por los diferentes medios de comunicación, un saludo a las familias que nos ven desde sus hogares, a quienes lo hacen desde los hospitales, cárceles, etc. Hoy 29 de enero en este IV domingo del tiempo ordinario la liturgia nos invita a reflexionar sobre el sentido que debe tener el seguimiento a Jesús, específicamente nos invita a reflexionar sobre el programa de las Bienaventuranzas, con una invitación concreta a ser felices, creo que para ninguno de nosotros aquí reunidos o para quienes siguen esta trasmisión es desconocido este pasaje y creo que además todos podemos coincidir en que las Bienaventuranzas son un verdadero programa para quien busca ser auténtico discípulo de Jesús. Jesús en el evangelio nos dice Bienaventurados, dichosos, felices, y es una llamada a ser felices hoy ahora aquí en la tierra, felicidad que después se hará más plena cuando se instaure su Reino.
Creo será importante hacer una puntualización, el ser humano a lo largo de toda la historia ha buscado siempre ser feliz, es casi imposible encontrar a alguien que diga, yo no quiero ser feliz, es imposible encontrar a alguien que quiera vivir infeliz en su vida, pero el problema radica en cómo o dónde buscamos esa felicidad, cierto que el mundo te ofrece también varios caminos y formar para alcanzar la felicidad, por un lado te ofrece poder, dinero, fama, etc. Es impresionante como hay personas que hacen lo imposible por alcanzar el poder, por mantenerse en el poder, por querer controlarlo todo y piensan que así son felices, no se dan cuenta que ese poder un día terminará, entonces ese no es el camino hacia la verdadera felicidad, hay también quienes, por otro lado nos hacen creer que teniendo dinero, ya somos felices y entonces buscan tener más dinero, y lo buscan sin importarles el daño que puedan causar a otros, así hay quienes se involucran en actos de corrupción o actos ilícitos, pero un día ese dinero se termina, entonces este, tampoco es el camino para encontrar la verdadera felicidad.
La Palabra de Dios hoy nos indica donde podemos encontrar la verdadera felicidad, veamos lo que nos dice el profeta Sofonías en la primera lectura, las primeras palabras del texto de hoy son… “Busquen a Dios” …es ese el camino para alcanzar la felicidad, buscar a Dios, buscar hasta encontrase con Él y esto parte de un deseo interior de un acto voluntario no de una costumbre o superstición, y además esta búsqueda de Dios se apoya en una certeza, que lejos de Dios la felicidad no es plena, que lejos de Dios la felicidad es efímera, pasajera y esto que digo no es simple discurso, es testimonio de conversión de tantas personas a lo largo de la historia de la Iglesia, de tantos santos, que teniendo riquezas, fama y poder, sienten un vacío interior, un sinsentido en sus vidas y descubren la verdadera felicidad encontrando a Dios o también miremos nuestra propia conversión o el de otras personas, y podremos concluir afirmando que somos verdaderamente felices, después de habernos encontrado a Dios, pero hay otra certeza, la verdadera felicidad la encontramos, lo dice el mismo Sofonías en la medida en que practiquemos aquello que Dios nos pide, dice el texto: “los que poden en práctica sus decretos” …
Entonces la felicidad no solo es un estado por así decir emocional o afectivo, sino que tiene que ver también con un estilo de vida, somos felices en la medida en que vamos practicando lo que Dios nos pide, lo que Jesús nos enseña, así la búsqueda de la felicidad cristiana encuentra también un compromiso con la búsqueda de la felicidad del otro, no puedo pensar ser feliz solamente yo, sin importarme la felicidad de los demás, aunque suene un poco romántico podemos decir que seremos felices en la medida en que colaboremos a que el otro sea también feliz, y de aquí se desprende una serie de actitudes hacia los demás, volvamos al texto de Sofonías donde se dice refiriéndose al resto de Israel…“no cometerá injusticias ni hablará falsamente; y no se encontrarán en su boca palabras engañosas”, creo que el texto es claro, se nos está invitando a actuar con justicia y en la verdad.
Encontramos otra invitación que se nos hace en la primera lectura, dice el texto… “Busquen la justicia”, no significa otra cosa que actuar con justicia, reconociendo la justicia de Dios, que no actúa parcializándose hacia algunos, sino que busca la salvación de todos, que quiere que seamos también responsables de las acciones que vamos realizando.
Estos días hemos escuchado hablar mucho de justicia, se han escuchado frases como: “memoria, verdad y justicia; el pueblo no olvida”, es bueno aclarar que justicia no significa venganza, justicia no significa vivir con en el eterno recuerdo de la injusticia, se ha iniciado en nuestro país una acción de un grupo de personas que creo representa el sentir de todo el pueblo que busca reformar la administración de justicia en nuestro país, se están recolectando firmas para que se replantee la forma de elegir a los jueces, para nadie suena extraño el decir que la justicia es para quienes tienen poder o dinero, para nadie es extraño el decir que la administración de justicia en nuestro país no es imparcial, para nadie es extraño decir que la justicia llega solo a algunos, recordemos lo que dijo el Sr. Diego García-Sayán, relator especial de las Naciones Unidas, después de dar una mirada al sistema judicial en nuestro país decía: “La justicia está lejos de la gente. La construcción de un sistema de justicia independiente y accesible es un reto fundamental de la sociedad boliviana”, es tarea de nuestras autoridades garantizar un sistema judicial imparcial que administre justicia sin distinciones ideológicas y políticas, busquemos la justicia que Dios quiere, imparcial, que respeta además la dignidad de la persona, dignidad primaria que se nos es dada porque somos hijos de Dios, en esa línea decía el Papa Francisco a un grupo de jueces: “Recuerden siempre que cuando una justicia es realmente justa, esa justicia hace feliz a los pueblos y dignos a sus habitantes. Ninguna sentencia puede ser justa, ni ninguna ley legítima si lo que producen es más desigualdad, si lo que producen es más pérdida de derechos, indignidad o violencia”.
El evangelio de hoy nos presenta a Jesús proclamando las Bienaventuranzas, que como lo dijimos al principio son un verdadero programa de vida cristiana, es el mapa que nos orienta a buscar y alcanzar la santidad.
Comienza diciendo el texto: “Seguían a Jesús grandes multitudes al ver a la multitud…subió a la montaña, se sentó, y sus discípulos se acercaron a Él. Entonces tomó la palabra y comenzó a enseñarles”, estamos frente a un momento de suma importancia, para quienes siguen a Jesús, el mismo Jesús se da cuenta que esa multitud, que esos discípulos que habían comenzado a seguirlo necesitan desde el inicio tener claro qué significa seguir a Jesús, qué significa hacerse discípulos suyos, entonces les da esta enseñanza que sin caer en una mirada simplista la podemos resumir diciendo que es una invitación a vivir la vida cristiana con felicidad, ser felices ya aquí en la tierra, sabiendo que esa felicidad se hará plena cuando se instaure su Reino.
Las Bienaventuranzas, no son deseos utópicos irrealizables, por el contrario Jesús las presenta sabiendo que Él las vivió, por eso para todo cristiano que busca configurar su vida con la de Jesús, las Bienaventuranzas se convierten en una exigencia de vida que a primera vista puede parecer contradictorio y puede generar en nosotros cierto desconcierto llevándonos incluso a preguntarnos: ¿acaso la felicidad que se nos propone en las Bienaventuranzas no se contrapone a la pobreza, al llanto, a la aflicción, a la persecución?, y la respuesta es que no, no hay ninguna contradicción ya que las Bienaventuranzas no las tenemos que ver solo desde categorías humanas, sino que es el deseo de Dios justamente de contrarrestar todo aquello que causa dolor a la humanidad, exigiéndonos una vida vivida con alegría sin desentendernos del dolor que pueda existir en el mundo.
Por eso las Bienaventuranzas no son para que las vivamos de modo intimista, pensado solo en uno mismo, sino sobre todo las debemos vivir pensando en el otro, en los demás, en el sufrimiento que cargan tantos hermanos nuestros que viven la pobreza, que lloran el perder a un ser querido por causa de la violencia, que sufren persecución por denunciar desde el Evangelio las injusticias y decir la verdad.
Además, Jesús en el evangelio de hoy después de presentarnos las Bienaventuranzas, por si no hubiésemos comprendido lo que nos exige, termina diciendo: “Alégrense y regocíjense”, en varias oportunidades hemos escuchado la invitación a ser cristiano alegres y justamente hoy que vivimos tantas realidades de sufrimientos estamos llamados a vivir esta alegría cristiana, alegría que no encubre el sufrimiento sino que nos hace vivir con esperanza, alegría que no oculta el dolor, sino que nos provoca a sentir compasión por el que sufre, alegría que no niega las injusticias y mentiras, sino que desde Cristo nos exige luchar por un mundo más justo que no tema decir la verdad.
El Papa Francisco a propósito de las Bienaventuranzas en una homilía busca actualizarlas parafraseando a Jesús y decía: “Bienaventurados los que soportan con fe los males que otros les infligen y perdonan de corazón, bienaventurados los que miran a los ojos a los descartados y marginados mostrándoles cercanía, bienaventurados los que reconocen a Dios en cada persona y luchan para que otros también lo descubran, bienaventurados los que protegen y cuidan la casa común, bienaventurados los que renuncian al propio bienestar por el bien de otros, bienaventurados los que rezan y trabajan por la plena comunión de los cristianos”.
Acojamos con buen espíritu las invitaciones que se nos hacen hoy por medio de la Palabra de Dios, el buscar a Dios, el buscar la justicia y el vivir las Bienaventuranzas, que María nuestra Madre, en la advocación de la Virgen de la Candelaria que vamos a celebrar esta semana interceda por nosotros y que a ejemplo suyo podamos encarnar en nuestra vida el Proyecto de las Bienaventuranzas.
Excelente Mons Giovanni! No hay paz sin justicia