Mons. Robert Flock: “Todos necesitamos la fuerza que viene de lo alto para no desanimarnos en la lucha contra el mal”
Prensa CEB 24.01.2023.- En su homilía este domingo 22 de enero, Mons. Robert Flock, obispo de la Diócesis de San Ignacio de Velasco, reflexionando sobre las lecturas del día, recordó que para superar las tentaciones de perder la esperanza y desanimarnos en la lucha contra el mal necesitamos “la fuerza que viene de lo alto” (Lc 24,49).
Homilía de Mons. Robert H. Flock
Obispo de la Diócesis de San Ignacio de Velasco
Tercer Domingo en Tiempo Ordinario – 22 de enero de 2023
“Espera en el Señor y sé fuerte; ten valor y espera en el Señor”
Queridos hermanos en Cristo.
“Cuando Jesús se enteró de que Juan Bautista había sido arrestado, se retiró a Galilea” (Mt 4,1). Y cuando se enteró que Juan Bautista había sido decapitado, se retiró a un lugar desierto para estar a solas (Ver Mt 14,13).
Jesús no era tonto; comprendió que el asesinato del Precursor señalaba su propio destino. Por eso, en los momentos de soledad, al contemplar esta realidad, buscaba fuerza y valor en la oración. Rezaba los Salmos como este que acompaña nuestra Eucaristía hoy. “El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré? El Señor es el baluarte de mi vida, ¿ante quién temblaré?” ” Y tomando fuerzas, seguía adelante en su misión, confiando en el Baluarte de su vida, el Dios que conocía como Padre.
El Evangelio de San Lucas nos cuenta en el capítulo 13,31-33: que: “En ese momento se acercaron algunos fariseos que le dijeron: «Aléjate de aquí, porque Herodes quiere matarte». Él les respondió: «Vayan a decir a ese zorro: hoy y mañana expulso a los demonios y realizo curaciones, y al tercer día habré terminado. Pero debo seguir mi camino hoy, mañana y pasado, porque no puede ser que un profeta muera fuera de Jerusalén.”
Me hace pensar en Mons. Rolando Álvarez, el Obispo de Matagalpa encarcelado por el Herodes de Nicaragua; ofreciéndole: “destierro o cárcel”. Su colega, el obispo auxiliar de Managua, monseñor Silvio Báez, está exiliado en Miami, por las amenazas de muerte provenientes del mismo gobierno sandinista. Así, Mons. Álvarez, desde la soledad de su arresto domiciliario, tiene que decidir entre destierro o cárcel. Pero la pregunta no es: ¿Qué debo hacer para quedar libre?, sino: ¿Qué me pide el Señor? ¿Será que Dios quiere que sufra una especie de martirio para así denunciar silenciosamente a la dictadura? ¿Quizás Dios quiere que acepte el exilio, para que, desde allí, pueda ejercer su ministerio pastoral con otros, más receptivos a la luz del Evangelio? ¿O desde el destierro, aprovechar la libertad para decir las verdades que el mundo debe escuchar? El discernimiento no es fácil, especialmente cuando tiene que hacerlo a solas.
Así: “Cuando Jesús se enteró de que Juan Bautista había sido arrestado, se retiró a Galilea. Y, dejando Nazaret, se estableció en Cafarnaúm, a orillas del lago … A partir de ese momento, Jesús comenzó a proclamar: Conviértanse, porque el Reino de los Cielos está cerca».” Quizás Jesús pensaba que su mensaje tendría más acogida en Galilea que en Jerusalén, aunque, pronto o tarde, tendría que ir allí donde esperaba Herodes, Poncio Pilato, los sumo sacerdotes y los saduceos y los fariseos, y los demás enemigos del Reino de Dios. Pero antes de enfrentarse con ellos, tenía que proclamar la cercanía del Reino; así hizo en Galilea.
Todos tenemos momentos en que, como Jesús, necesitamos “la fuerza que viene de lo alto” (Lc 24,49), para superar la tentación de perder la esperanza y desanimarnos en la lucha contra el mal. Los alcohólicos necesitan esta fuerza para resistir el trago; los papás para trabajar por su familia, las mujeres para dar a luz y proteger la vida, los policías para no cobrar coimas, los líderes políticos para servir en vez de abusar, los sacerdotes para predicar la verdad. Pues, enfrentar el mal supone la cruz. Hay que ser valientes, y al mismo tiempo: “astutos como serpientes, pero inocentes como palomas” (Mt 10,16). Así Jesús aconsejó a estos “pescadores de hombres” que encontró a orillas del lago, cuando los envió a ellos a predicar, porque los veía “como ovejas en medio de lobos”.
Según el Evangelio, cuando Jesús inició su predicación en Galilea, significaba que: «El pueblo que se hallaba en tinieblas vio una gran luz; sobre los que vivían en las oscuras regiones de la muerte, se levantó una luz». Allí, en el extremo norte del país, Jesús encontró a personas abiertas a su mensaje; allí pudo formar a los discípulos que luego podría elegir como apóstoles; allí podía proclamar el Reino de Dios, para que no fuese olvidado desde entonces hasta ahora.
Esta semana, nosotros, el clero diocesano de esta Iglesia, vamos a reunirnos en el Santuario de Chochis, bajo el amparo de la Virgen Santísima, para nuestro retiro espiritual anual. Nos acompañan los presbíteros de los Vicariatos de Ñuflo de Chávez y de Camiri, con sus Obispos. Mons. Fernando Bascopé, nuestro Obispo Auxiliar, se encarga de compartir algunas reflexiones. Nuestra tarea es acercarnos a Jesús para escuchar con Él a la voz de Dios nuestro Padre, para renovar nuestro compromiso sacerdotal y para discernir de manera personal y colectivo nuestro caminar como Iglesia, frente a la realidad que vivimos hoy.
Nosotros necesitamos, como Jesús, apartarnos por un ratito de la rutina y unirnos en oración. El Hijo encarnado de Dios, podría vencer a solas en el desierto las tentaciones de Satanás. Nosotros, en cambio, necesitamos hacer este esfuerzo juntos. Mira lo que pasó en aquel entonces entre los cristianos de Corinto. San Pablo denuncia: “hay discordias entre ustedes; Me refiero a que cada uno afirma: «Yo soy de Pablo, yo de Apolo, yo de Cefas, yo de Cristo».” Aunque eran creyentes muy entusiastas, fácilmente caían en peleas, formando sectas.
La división, pues, es obra de Satanás; en cambio, la comunión es obra y gracia del Espíritu Santo. Así Pablo tuvo que escribirles: “Hermanos: En el Nombre de nuestro Señor Jesucristo, yo los exhorto a que se pongan de acuerdo: que no haya divisiones entre ustedes y vivan en perfecta armonía, teniendo la misma manera de pensar y de sentir.”
Queridos hermanos, Yo les pido, esta semana y siempre: oren por nosotros y por nuestra Iglesia en Bolivia, en América y en el mundo, para que, en las tinieblas de hoy, sepamos cómo hacer brillar la luz de Cristo y como proclamar el Reino de Dios. “Espera en el Señor y sé fuerte; ten valor y espera en el Señor”.