Mons. Coter: “Cuando pido perdón a Dios, estoy entrando en la dinámica del amor”
Prensa 18.09.2023.- Desde la Catedral Nuestra Señora del Carmen en Riberalta, en su reflexión dominical, el obispo del Vicariato Apostólico de Pando y administrador apostólico del Vicarito de Reyes, Mons. Eugenio Coter invitó a reflexionar sobre las acciones que dañan, reconocer los errores personales y pedir perdón, construyendo relaciones basadas en el amor y el respeto.
El Mons. Coter compartió la historia de un padre de familia y su hijo, quien tenía tendencia a ser peleador, el padre preocupado por el comportamiento de su hijo, decidió tomar una acción, llevó a casa una caja de clavos y un martillo, y le dijo a su hijo que cada vez que se enojara o se comportara mal con alguien, debía colocar un clavo en una barda de madera de su hogar.
El hijo, inicialmente, no entendió el propósito detrás de esta tarea, pero comenzó a clavar los clavos cada vez que sentía enojo o agresión hacia los demás. Con el tiempo, la cerca de madera se llenó de clavos, y el hijo continuó martillando con frustración, sin embargo, a medida que pasaban los días, comenzó a notar que sus arrebatos de ira resultaban en más clavos en la barda. El acto de conducir un clavo en la barda se convirtió en un recordatorio tangible de su comportamiento negativo. Pasaron los meses, y finalmente, llegó el día en que el hijo pudo retirar el último clavo de la barda.
El padre, orgulloso de su hijo por su autocontrol y mejora en su comportamiento, celebró el logro. Sin embargo, aunque los clavos habían sido retirados, las marcas en la cerca todavía permanecían, recordando las consecuencias de sus acciones pasadas: “Cada vez que tratamos mal a los demás plantamos clavos en su vida”. De esta manera, el Mons. Coter utilizó esta historia para mostrar que nuestras acciones tienen un impacto en las personas que nos rodean, y el perdón no siempre borra por completo las heridas que causamos.
Sin embargo, el obispo invitó a reconocer nuestros errores y pedir perdón: En primer lugar a Dios y en segundo, a nosotros mismos, construyendo relaciones basadas en el respeto, el amor, la empatía y el perdón mutuo, en lugar de alimentar la venganza: “Cuando pido perdón a Dios, estoy entrando en la dinámica del amor”, afirmó.