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Conociendo la cima del amor: Comedor de la Capilla Virgen de Copacabana en La Portada

Prensa CEB 27.11.23.- Munaypata es un barrio ubicado al oeste de la ciudad de La Paz; su nombre, traducido del aymará, quiere decir “La cima del amor”. En este lugar se entrelazan historias de amor, no precisamente del tipo romántico, sino de ese amor que se transmite en obras y que se muestra en el amor por el prójimo. Y en el amor de un padre por sus hijos.

Es el caso de don Milton Quispe y sus cuatro hijos, todos en etapa escolar. La madre de los pequeños, los dejó sin previo aviso y sin dar razón. «Yo me he hecho cargo de mis hijos, son dos años que estoy solo con ellos, la mamá se fue por cosas de ella», relata Milton con una notable valentía y orgullo de sacar a sus hijos adelante.

El amor de los niños por su padre se hace visible cuando uno de ellos se acerca a su padre y lo abraza mientras él comparte su historia. Cuando la mamá de los niños los dejó, Milton acudió donde el sacerdote Giovanni Algeri, misionero de Bérgamo, Italia, y párroco de la Parroquia Santiago Apóstol de Munaypata, que tiene a su cargo la Capilla Virgen de Copacabana en la zona de La Portada, donde se encuentra un comedor para niños. Y es donde almuerzan todos los días, el comedor se ha convertido en su apoyo para que los niños puedan alimentarse de forma sana. “Es para mí una gran ayuda el comedor”, asegura Milton y agradece la generosidad de la Iglesia.

El padre Giovanni se conmueve con los niños que acuden al comedor, y recuerda que su niñez fue la de un niño rebelde, de una familia muy católica siempre al servicio de la caridad. Esta caridad formó parte de su educación, pues su padre, madre y abuela fueron un ejemplo de servicio a los más necesitados. Con solo 11 años de edad, en 1987, el P. Giovanni ingresó al seminario, y el 99 fue ordenado sacerdote. Recuerda que siempre tuvo un llamado a trabajar por y con los jóvenes, de modo que se ofreció de misionero para Bolivia. Pasaron los años, hasta que un día el Mons. Francesco Beschi, obispo de Bérgamo, le dijo: “Yo te necesito allá”.

Cuando llegó a Bolivia, el 24 de octubre de 2016, quedó impresionado por la acogida de la gente. “Mi familia es Munaypata”, afirma con el rostro entusiasmado por cómo se relaciona con su comunidad parroquial; “mi familia, mi casa, desde cuando he llegado me he sentido acogido”, reitera alegre.

La cima del amor es acogedora y La Portada es la puerta a un hogar cálido, donde la mesa está servida en el comedor que nombraron Virgen de Copacabana. Este comedor es un pilar fundamental en la comunidad, fue fundado en 2006 por un grupo de sacerdotes con un deseo y voluntad inquebrantables de ayudar a los niños y familias necesitadas. Actualmente, el comedor, en un espacio reducido, recibe a 200 niños que se van intercalando a partir de mediodía, a medida que salen de sus unidades educativas. Entre ellos, hay niños en etapa inicial de prekínder y kínder, hasta jóvenes de secundaria. “Más que dar una comida, es dar una mano, dar nuestro corazón”, asegura el P. Giovani con satisfacción y explica que se colabora a familias de escasos recursos y padres que trabajan jornadas completas, a quienes se les dificulta la atención a sus hijos.

“Es un corazón que se abre, escucha y da una mano”, nos dice el párroco, mientras da de comer la sopa a uno de los más pequeños, hijo menor de don Milton. Son diversas las situaciones que atraviesan los niños del comedor, por eso los colegios son un apoyo para detectar a quiénes se puede ayudar. Entre estos colegios se encuentran el Carola Iñiguez y el Estanislao Pascual (nivel inicial) y las Unidades Educativas Marien Garten, Copacabana, Abraham Reyes y Santo Tomás (primaria y secundaria). A estos niños se suman también los que el P. Algeri ha encontrado en la calle y los invita al comedor.

Un factor común en las obras sociales de la Iglesia, es la falta de financiamiento, pero gracias al apoyo de amigos directos de Bérgamo, el comedor todavía se sostiene. También se pretende que los padres de familia reflexionen y comprendan que se puede cooperar. En tal sentido, se les plantea la posibilidad de colaborar con un boliviano por plato de comida y de esta manera ayudar a mantener el comedor. “Cada uno puede hacer poquito; lo poco que se puede hacer logra grandes cosas”, nos dice el P. Algeri confiado en la providencia. Además está el trabajo voluntario, ya que quienes atienden el comedor son jóvenes que también fueron pequeñitos que disfrutaron de esos almuerzos. Como Josué, un voluntario de 18 años que desde pequeño almorzaba en el comedor y que ahora brinda su apoyo solidario con notable entrega, cariño y dedicación. Con este mismo entusiasmo habla del deseo de ayudar a las demás personas y extiende una invitación para el servicio voluntario: “Les invitaría principalmente a que vengan al comedor a ayudar, de forma no obligatoria, sino de forma participativa, para que vean cómo es acá, cómo desde lavar los platos hasta barrer tiene un significado importante”, asegura y muestra el gran valor de la solidaridad que se vive en “La cima del amor” con gratitud hacia tantos voluntarios.

El Comedor de la Capilla Virgen de Copacabana en La Portada es solo un ejemplo conmovedor de cómo el apoyo mutuo puede transformar las historias de desamparo en situaciones de ternura, amor y solidaridad. En la cima del amor se ven rostros alegres, juguetones y de personas entregadas a los pobres.

Y como piensa el P. Giovanni, el deseo de muchos es que la condición de vida sea igual para todos, “donde todos puedan llegar a su casa y compartir con sus padres en familia”. Sin embargo, las situaciones de necesidad que tienen en esta colorida zona, y que se refleja en distintas realidades de la ciudad de La Paz y de todo el país, hacen que nos demos cuenta de que se necesita de la cooperación de todos, desde los “vecinos de casa”, como llama el Papa Francisco a quienes “cada día y en el silencio se hacen pobres y con los pobres”, hasta las autoridades que gobiernan los distintos niveles del Estado.

Por lo pronto, a la cima del amor llegan los misioneros de Bérgamo y la solidaridad de los voluntarios para encontrase con el amor de Dios en los más pequeños.

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