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Mons. Limachi: “En estos tiempos difíciles, en lugar de quejarnos, mejor hagamos algo por los que tienen menos, los necesitados”

Prensa CEB 24.12.23.- Hoy, en el cuarto domingo de Adviento, el Mons. Pascual Limachi, Obispo de la Prelatura de Corocoro, en su reflexión sobre el Evangelio que presenta la escena de la Anunciación (Lc 1,26-38), pidió a los fieles mirar al necesitado y no caer en el consumismo. “Si la Navidad no toca nuestros corazones y no la vivimos, entonces el tiempo y la vida pasan sin sentido”, advirtió.

Desde la Basílica Menor de San Francisco, en la ciudad de La Paz, este 24 de diciembre, el obispo Limachi afirmó que: “Hoy, a puertas de la Navidad, María nos invita a seguir su ejemplo, no aplazar, no esperar, o no dejar los compromisos para mañana, mañana quizá nunca llegue, es mejor siempre estar dispuesto a decir sí. Tenemos que orar, si hay que orar”.

“En estos tiempos difíciles, en lugar de quejarnos, mejor hagamos algo por los que tienen menos, los necesitados”, remarcó la autoridad eclesial, a tiempo de pedir pensar en el más necesitado, que incluso está en la familia. “En este domingo de Adviento, tenemos que orar más, para que no nos dejemos arrastrar con el consumismo. Procurar el verdadero motivo de fiesta, de alegría. Ese niñito Jesús es recuerdo de que Dios nos quiere y vino a compartir nuestra vida para darnos esperanza”, dijo.

Haciendo énfasis en la imagen de la Virgen María, Madre del Señor Jesucristo, reiteró que ella es modelo para la Iglesia y el Vaticano II la describe “como una mujer humilde, que escucha a Dios con humildad, con confianza y alegría”. El obispo pidió permanecer en esa misma actitud de escucha a Dios y ser personas alegres y confiados en Él, “seguros de que no estamos solos, Dios está con nosotros para acompañarnos y fortalecernos”. El Ángel nos dice: “alégrate, no hay nada imposible para Dios”.

El Mons. Pascual Limachi explicó que, en un mundo moderno, una sociedad descreída y un futuro incierto, el miedo también es motivo de daño y alentó a caminar a un futuro con esperanza y firme confianza en Dios: “Hermanos, María, que creyó en las palabras el Ángel, nos facilite el camino hasta la llegada de Jesús, el Señor. Pocas horas nos quedan para la Natividad del Señor, dispongamos nuestros corazones para un mejor recibimiento. Terminemos, pues, nuestra reflexión, diciendo: ¡Ven, Señor Jesús, no tardes!”.

HOMILÍA 4 DOMINGO DE ADVIENTO 2023

El cuarto domingo de Adviento nos introduce ya a la Navidad, que es la celebración de la manifestación del Señor, de la certeza de que Dios está con nosotros. ¡Qué certeza más feliz!

Este último domingo de Adviento, la liturgia nos señala a María, la Madre del Salvador. Por eso nos detendremos en algunos momentos especiales del Evangelio.

PRIMERO: EL SALUDO DEL ÁNGEL

¡Alégrate! –dice el Ángel a María–, llena de gracia, Dios se ha fijado en ti, ahora tú eres amada por Dios para siempre.

Esta es una buena noticia, también para nosotros, porque, así como María es amada por Dios para siempre, nosotros también somos amados para siempre; esta expresión de amor nos une con el Señor. Él toma la iniciativa, nos amó primero.

El Ángel le comunica a María que será la Madre del Señor. Le dice: darás a luz un Hijo y pondrás por nombre Jesús. Es un llamado y una misión. Dios y el ser humano en diálogo de confianza y total disponibilidad.

SEGUNDO: VEAMOS LA RESPUESTA DE MARÍA

“Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra”.

Esta expresión, “hágase en mí”, no significa resignación, una respuesta débil, sino indica un deseo fuerte, un deseo vivo, indica el deseo de que la voluntad de Dios se cumpla, porque María es una mujer fuerte y dispuesta totalmente a servir a Dios en todo, inmediatamente. María no se toma tiempo para responder a las palabras del Ángel, no hace esperar a Dios.

Cuántas veces nuestra vida está hecha de vacío y espera, incluso en nuestra vida espiritual; por ejemplo, sabemos que orar nos hace bien, pero esperamos a tener momentos especiales, fiestas o novenas, dejando de lado la vida de oración personal, en la familia o en la comunidad. Sabemos que ayudar al necesitado es importante, tenemos que hacerlo, pero esperamos a que nos pidan, o decimos “lo haremos mañana”, y así postergamos siempre para otro día.

Hoy, a puertas de la Navidad, María nos invita a seguir su ejemplo, no aplazar, no esperar, o no dejar los compromisos para mañana, mañana quizá nunca llegue, es mejor siempre estar dispuesto a decir sí. Tenemos que orar, si hay que orar.

¿Cómo lo hacemos?, simplemente haciendo ya, sin postergar. María es una mujer decidida, dispuesta a colaborar con el proyecto de Dios.

En estos tiempos difíciles, en lugar de quejarnos, mejor hagamos algo por los que tienen menos, los necesitados. Miremos a quien necesita, no caigamos en el consumismo, comprando regalos costosos; mejor una obra buena para una persona necesitada en la que nadie piensa; no está lejos, quien sabe, alguien de nuestra misma familia.

POR ÚLTIMO: JESÚS NACE EN NUESTROS CORAZONES

En este domingo de Adviento tenemos que orar más, para no dejemos arrastrar con el consumismo. Procurar el verdadero motivo de fiesta, de alegría. Ese niñito Jesús es recuerdo de que Dios nos quiere y vino a compartir nuestra vida para darnos esperanza.

No hay consumismo en el pesebre de Belén, allí está la realidad, el amor, la solidaridad, el compartir la alegría, por eso preparemos el corazón como lo hizo María, libre del mal, dispuesto a cumplir la voluntad de Dios. Digamos de corazón: hágase en mí según tu palabra.

Si la Navidad no toca nuestros corazones y no la vivimos, entonces el tiempo y la vida pasan sin sentido.

En el pasaje del Evangelio de hoy, el Ángel Gabriel dijo a María “no temas, porque haz hallado el favor delante de Dios, darás a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús. El será grande y será llamado Hijo del altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su Padre, el reinara sobre la casa de Jacob y su reino no tendrá fin”. Una larga revelación.

Una persona de fe no tiene miedo. La Presencia de Dios da la seguridad de que todo lo malo pasará y vencerá el Bien. Así se muestra en la respuesta de María, no habla de gloria ni de privilegios, sino solo de disponibilidad y de servicio a Dios y dice: “yo soy la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra”.

María no se exalta frente a los demás al convertirse en la Madre del Señor, al contrario, ella expresa con sencillez su humildad. María refleja esa actitud de servicio a Dios y discípula de su hijo; por eso, en el Magníficat proclama que Dios exaltó a los humildes. Con esta respuesta generosa y humilde ha obtenido la alegría eterna; mientras admiramos a María Santísima en su respuesta a la llamada y a la misión de Dios, le pedimos a ella que nos ayude a acoger el proyecto de Dios en nuestra vida, con humildad sincera y generosidad.

El concilio Vaticano II presenta a María, Madre de Nuestro Señor Jesucristo, como modelo para la Iglesia y la describe como una mujer humilde, que escucha a Dios con humildad, con confianza y alegría.

En esa misma actitud hoy debemos escuchar a Dios en la Iglesia.

Alégrate, es lo primero que María escucha del Ángel. Es lo que hoy escuchamos también nosotros, porque si falta alegría, la fe se enfría, la cordialidad desaparece, todo se hace más difícil. Es urgente despertar la alegría en nuestras comunidades y recuperar la paz que Jesús no ha dejado en herencia.

La alegría solo puede nacer en la confianza en Dios; no estamos solos, Dios está con nosotros para acompañarnos y fortalecernos. El Ángel nos dice: “alégrate, no hay nada imposible para Dios”.

También nos dice: “no teman, aunque hay muchos miedos que nos paralizan, sobre todo el miedo al mundo moderno, una sociedad descreída, a un futuro incierto. El miedo nos está haciendo mucho daño, nos impide mirar y caminar a un futuro con esperanza”.

Sigamos adelante con firmeza de confianza en Dios.

Hermanos, María, que creyó en las palabras el Ángel, nos facilite el camino hasta la llegada de Jesús, el Señor. Pocas horas nos quedan para la Natividad del Señor, dispongamos nuestros corazones para un mejor recibimiento. Terminemos, pues, nuestra reflexión, diciendo:

¡Ven, Señor Jesús, no tardes!

Amen.

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