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Mons. Antonio Reimann: Buscando el camino que lleva a vivir la paz

Prensa CEB 09.11.2022.- En el boletín “El Mensajero”, del Vicariato Apostólico de Ñuflo de Chávez, el obispo Mons. Antonio Reimann, reflexionó sobre la preocupación que vive el pueblo boliviano ante los enfrentamientos en relación al Censo, llamando a vivir la verdad, la justicia y la caridad fraterna, como camino que lleve a la paz estable.

Buscando el camino que lleva a vivir la paz

Al constatar con preocupación, en estos días, las tensiones y enfrentamientos entre grupos con relación a la fecha del censo de población y vivienda, nos preguntamos: ¿Es justo que se bloqueen: carburantes, industrias, alimentos, oxigeno, y como consecuencia se alimente el resentimiento, la rabia y la división? ¿Verdaderamente no existe más camino para resolver el conflicto social que el de la violencia y la falta de respeto a los derechos humanos? ¿Sólo el himno nacional tiene derecho de mantener estas palabras: “…es ya libre este suelo”, y cantar dulces himnos de paz y de unidad? En la Constitución pastoral “Gaudium et spes” (Alegría y esperanza), del Concilio Vaticano II, sobre la Iglesia en el mundo actual, con relación a la Paz leemos lo siguiente: “Para construir la paz es preciso que desaparezcan primero todas las causas de discordia entre los hombres, que son las que engendran las guerras; entre estas causas deber desaparecer principalmente las injusticias. No pocas de estas injusticias tienen su origen en las excesivas desigualdades económicas y también en la lentitud con que se aplican los remedios necesarios para corregirlas. Otras injusticias provienen de la ambición de dominio, del desprecio a las personas, y si queremos buscar sus causas más profundas, las encontraremos en la envidia, la desconfianza, el orgullo y demás pasiones egoístas. Como el hombre no puede soportar tantos desordenes, de ahí se sigue que, aun cuanto no se llegue a la guerra, el mundo se ve envuelto en contiendas y violencias” (n.83).

Los cuatro pilares de la paz

El día domingo, 30 de octubre, durante la caminata por la paz en Concepción, en una de las pancartas que llevaban los niños de la parroquia María Auxiliadora, estaba escrito el siguiente texto: “Los cuatro pilares de la paz son: Verdad, Justicia, Amor, Libertad”. Estas palabras, tomadas de un mensaje dirigido por el Papa San Juan Pablo II, durante la Jornada Mundial de La Paz en el año 2003 en Roma, reflejan los fundamentos de la cultura de Paz, contenidos en la encíclica “Pacem in terris” (Paz en la tierra) del Papa San Juan XXIII (1963). Tal vez estos niños y adolescentes no se dieron cuenta que llevaban una propuesta para solucionar el conflicto que actualmente atraviesa nuestro país, y particularmente el departamento de Santa Cruz.

La Doctrina Social de la Iglesia nos habla de la importancia que tienen estos valores para la vivencia en la paz. Veamos brevemente el significado de cada uno de ellos.

La verdad: exigencia de transparencia y de honestidad en la actuación personal y social.

La justicia: es la firme voluntad de dar a Dios y al prójimo lo que les es debido, y se traduce también en la actitud determinada por la voluntad de reconocer al otro como persona.

El amor: como caridad compartida, esfuerzo de buscar entre todos el “bien común” (cfr. Flp 2,1- 4).

La libertad: signo de la sublime dignidad de cada persona humana (cfr. DS 198-201).

El fruto del cumplimiento y vivencia de estos valores se llama PAZ; y la falta, aunque sea sólo de uno de ellos, tanto en la vida familiar como en la vida comunitaria y social, causa tensiones y disturbios. ¿Señor, que quieres que hagamos? Frente a la realidad difícil en la cual hoy nos movemos, surge esta pregunta.

La liturgia de la Palabra, en días pasados, nos recordaba las palabras del Apóstol San Pablo a los cristianos de Éfeso, nuestra lucha no es contra enemigos de carne y sangre, sino contra los espíritus del mal. El apóstol Pablo nos invita a tomar la armadura de Dios; permanezcamos de pie, ceñidos con el cinturón de la verdad y vistiendo la justicia como coraza, calcemos los pies con el celo para propagar el Evangelio de la paz. También nos recuerda que tengamos siempre en la mano el escudo de la fe y la espada del Espíritu, que es la Palabra de Dios, que elevemos constantemente toda clase de oraciones y súplicas, animados por el Espíritu (cfr. Ef 6, 10-20).

Esta exhortación está vigente para nosotros en estos días de turbulencia y de confusión. No nos olvidemos del Señor, que con su muerte y Resurrección ha vencido el mal, y nos ha traído la paz. Su primer saludo a los asustados y preocupados discípulos es el saludo de paz (cfr. Jn 20,19 ss.).

Que la vivencia de la verdad, de la justicia, y de caridad fraterna con la iluminación de la Palabra de Dios en la vida familiar y social sea el camino que nos lleve a una paz estable. El Amor construye la paz, porque nos hace salir de nosotros mismos, aunque los vientos sean contrarios, peligrosos y fríos. La celebración de cada Eucaristía es fuente inagotable de Paz. Lo expresa bien la oración pronunciada antes del signo de la paz: “Señor Jesucristo, que dijiste a tus apóstoles: La paz les dejo, mi paz les doy, no tengas en cuenta nuestros pecados, sino la fe de tu Iglesia, y, conforme a tu Palabra, concédele la paz y la unidad. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén. Les invito, queridos hermanos presbíteros a rezar, antes de la bendición final, en cada Eucaristía, la oración de San Francisco por la paz. “Señor, haz de mí un instrumento de tu paz”.

Reciban mi fraterno saludo de Paz y Bien

+Antonio Bonifacio Reimann, OFM

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