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Mons. Pascual Limachi: “La fe es un don y es una tarea que hay que asumir con responsabilidad”

Prensa CEB 08.01.2023.- Este domingo 8 de enero, día en que la Iglesia Católica celebra la fiesta del Bautismo del Señor, monseñor Pascual Limachi, obispo de la Prelatura de Corocoro, aseguró que, “el Bautismo de Jesús no solamente es como una culminación del misterio de la Navidad, sino que, es el inicio de la comprensión de la vida de la gracia. Por el bautismo llegamos a ser hijos de Dios”, y este saber que somos hijos de Dios, es fuente de toda alegría y nos da el don de la fe de manera gratuita, siendo una tarea que debe ser asumida con responsabilidad.

Asimismo, la autoridad eclesial, subrayó la virtud de humildad como un camino que Jesús tomó al bautizarse en el Jordán: “El bautismo de Juan, que es la expresión del hombre que busca a Dios, que intenta acercarse al misterio de Dios o Dios que da el paso para acercarse a Él, a hacerse cercano, próximo y cogernos como hijos suyos.  Dicho de otro modo, no fue el agua que purifico a Jesús, sino que fue Jesús, el que le dio al agua, la capacidad de purificación y de regeneración”.

Monseñor Pascual, pidió recibir este don de la fe con responsabilidad: “tenemos una tarea de recibir ese don, hay que escucharle, hay que seguirle, no hay una tarea más importante en la vida de escuchar a Jesús, hay que estar atento a recibir ese don.  La fe es un don, Dios ha venido a nosotros gratuitamente; La fe es un don, es una tarea que hay que asumir con responsabilidad”, remarcó.

Finalmente, el obispo agradeció a Dios por las familias, porque son instrumento de Dios para engendrar la fe y por la madre Iglesia, que es santa porque Cristo está en ella, que nos da la gracia santificante.

HOMILÍA DE MONSEÑOR PASCUAL LIMACHI, OBISPO DE LA PRELATURA DE COROCORO

DOMINGO 8 DE ENERO DE 2023

Dios se complace en su siervo, a quien sostiene

Jesús es el Hijo amado de Dios.

Queridos hermanos,

Hemos terminado las fiestas de Navidad y este domingo celebramos la fiesta del Bautismo del Señor en el rio Jordán. La palabra de Dios nos recuerda que Jesús es el Hijo único de Dios Padre, y la gracia de Jesucristo, la gracia de su encarnación de haber venido a nosotros, la gracia de los sacramentos, es precisamente, participar de la filiación que Jesús tiene, ser hijos en el Hijo. Que cuando Dios mire a Jesús, en Él también nos mire a nosotros, porque ha asumido la carne humana, la encarnación ha unido Dios con nosotros, es decir, que hemos sido injertados en Jesucristo por su encarnación y participamos de la relación que Él tiene con el Padre.

El cristianismo es adentrarse en la familia de Dios, formar parte de la familia de Dios, esto gracias a la encarnación y gracias al don del Espíritu Santo que nos introduce en esa relación. Este es un misterio, eso que Dios se ha hecho hombre, esa humanidad que ha asumido, ahora te ofrece participando de la familia, de la filiación divina. Él ha tomado la condición humana para que nosotros podamos tomar la condición divina, es decir, Jesús se ha hecho hombre para que nosotros podamos ser hijos de Dios.

El Bautismo de Jesús no solamente es como una culminación del misterio de la Navidad, sino que es el inicio de la comprensión de la vida de la gracia. Por el bautismo llegamos a ser hijos de Dios, este de saber que somos hijos de Dios es una alegría, es fuente de toda alegría. Es muy importante que nuestra felicidad no este fundada sobre arenas movedizas, sino que nuestra felicidad este fundada sobre una roca firme, que es una filiación divina, que nadie ni nada puede quitarnos, por más que vengan cualquier clase de pruebas. “Dios es mi Padre, yo soy hijo de Dios, ¡qué feliz soy!”.

También debemos subrayar la virtud de humildad como un camino que Jesús ha tomado, el hecho de que Jesús se bautice en el Jordán uniéndose a los pecadores siendo que Él no tiene pecado porque es Santo, sin embargo, se hace uno más entre los pecadores, el mismo Juan dice: “pero cómo te vas a bautizar tú, soy yo el que tiene necesidad de ser bautizado por ti”. A lo que Jesús respondió: “ahora déjame hacer esto, porque conviene que así cumplamos todo lo que Dios quiere”.

El bautismo de Juan, que es la expresión del hombre que busca a Dios, que intenta acercarse al misterio de Dios o Dios que da el paso para acercarse a Él, a hacerse cercano, próximo y cogernos como hijos suyos.  Dicho de otro modo, no fue el agua que purifico a Jesús, sino que fue Jesús, el que le dio al agua, la capacidad de purificación y de regeneración.

Juan decía “yo solo bautizo con agua”, esa agua por la gracia de Jesús ha pasado a tener la fuerza, la gracia del Espíritu Santo, es agua, pero es fuego.

Un santo de los primeros siglos, Tertuliano, decía: “Cristo nunca está sin agua”. Se refería a que Cristo nunca está sin la Iglesia, el agua por la gracia de Cristo ha pasa ser símbolo de fecundidad, de maternidad, el agua se convierte en símbolo de seno materno de la Iglesia, que da luz por la gracia de Cristo, porque tiene la fuerza del Espíritu Santo, fuego del Espíritu Santo.

Otro santo decía: “el hombre no puede tener a Dios por Padre si no tiene a la Iglesia por madre”, porque la Iglesia nos da luz de la vida sacramental. La vida de Dios recibimos a través de la maternidad de la Iglesia, esa agua bautismal ha recibido la fuerza de Cristo. Él nació para que nosotros renaciéramos.

En el Jordán se escuchó la voz del Padre: “este es mi Hijo amado, escúchenlo”, es decir, tenemos una tarea de recibir ese don, hay que escucharle, hay que seguirle, no hay una tarea más importante en la vida de escuchar a Jesús, hay que estar atento a recibir ese don.  La fe es un don, Dios ha venido a nosotros gratuitamente; La fe es un don, es una tarea que hay que asumir con responsabilidad.

Hoy debemos agradecer a Dios por quienes nos dieron el don del bautismo, por la familia que fue instrumento de Dios para engendrarnos en la fe, por unos padres que dijeron: “a mi hijo quiero darle lo mejor” ¿y qué es lo mejor que lo puedo dar a mi hijo? Pues le doy a Jesucristo, la filiación divina, gracias Señor por la familia, gracias Señor por la madre Iglesia, que es santa porque Cristo está en ella, que nos da la gracia santificante.

Que la palabra de Dios habite en nuestros corazones. Amén.

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