Parolin: El Papa llevará cercanía y paz a Asia y Oceanía
Indonesia, Papúa Nueva Guinea, Timor Oriental y Singapur se preparan para recibir al Sucesor de Pedro. El Secretario de Estado vaticano, cardenal Pietro Parolin, en vísperas del viaje más largo del pontificado, subraya la expectación y el deseo de encuentro del Papa. El purpurado no partirá hoy en el avión papal porque el 3 de septiembre celebrará el funeral de su madre, fallecida el 31 de agosto.
Massimiliano Menichetti
Cuatro países esperan al Papa, que del 2 al 13 de septiembre estará entre Asia y Oceanía para llevar la luz de Cristo. Será testigo del diálogo para construir una realidad fraterna y solidaria. El cardenal secretario de Estado vaticano, Pietro Parolin, en vísperas del 45º Viaje Apostólico, reafirmó a los medios vaticanos la centralidad de la cercanía en el pontificado del Papa Francisco y subrayó que la paz en un mundo herido por las guerras y la violencia se construye en el encuentro, entablando relaciones con sinceridad y derribando egoísmos. El cardenal no partirá hoy en el avión papal porque el martes 3 de septiembre celebrará el funeral de su madre Ada, fallecida el 31 de agosto a los 96 años, en Schiavon, en la provincia de Vicenza. Esta entrevista se realizó el 27 de agosto.
Eminencia, el Papa se prepara para el viaje más largo de su pontificado: visitará Indonesia, Papúa Nueva Guinea, Timor Oriental y Singapur. ¿Cuáles son las esperanzas de Francisco?
La primera esperanza que el Papa Francisco lleva en su corazón es la del encuentro: conocer personalmente a las poblaciones de los países que visitará. En otras palabras, se trata de volver a declinar el tema de la cercanía, de la proximidad que tanto caracteriza el estilo de su pontificado y del que los viajes apostólicos son una expresión relevante: cercanía para escuchar, cercanía para hacerse cargo de las dificultades, los sufrimientos y las expectativas de la gente, cercanía para llevar a todos la alegría, el consuelo y la esperanza del Evangelio. Parafraseando a San Pablo VI, diría que cuanto más lejanos -geográficamente- son los países a los que va, más siente el Santo Padre esta urgencia en su corazón.
Indonesia es el país musulmán más poblado del mundo: aquí la Iglesia se compromete a reforzar la fraternidad en el testimonio, en una realidad pluralista que afronta también problemas sociales y políticos. ¿Ayudará a este camino de unidad la presencia del Sucesor de Pedro?
Los que visitará el Papa son territorios caracterizados por una multiplicidad de culturas, confesiones y tradiciones religiosas. Son realidades verdaderamente pluralistas. Pienso en particular en Indonesia, donde, gracias también a la Pancasila, los cinco principios por los que se rige la nación, las relaciones entre los diversos grupos se han vivido hasta ahora, fundamentalmente, bajo el signo de la aceptación del otro, el respeto mutuo, el diálogo y la moderación. Contra cualquier tendencia a alterar esta situación, contra cualquier tentación de radicalismo, desgraciadamente presente en todas las partes del mundo, la palabra y los gestos del Santo Padre serán una invitación fuerte y apremiante a no abandonar el camino y contribuirán a sostener y fomentar la fraternidad, que es, como a él le gusta decir, unidad en la diferencia. Los problemas sociales y políticos que desafían a este gran archipiélago deben abordarse también a la luz de este principio.
En Papúa Nueva Guinea, el Pontífice se encontrará con pueblos de antigua tradición, de fe fuerte. En este lugar rico en recursos y muy pobre, donde la naturaleza es prístina, se afrontan los desafíos del cambio climático, pero también de la explotación y la corrupción. Port Moresby está considerada una de las ciudades más peligrosas del mundo. ¿Aportará la visita del Papa un nuevo rumbo?
Sí, no faltan signos de contradicción también en Papúa Nueva Guinea: a la extraordinaria riqueza de recursos se contrapone a menudo una gran pobreza, causada por la injusticia, la corrupción y las desigualdades políticas y económicas, del mismo modo que la belleza prístina de la creación tiene que contar con las dramáticas consecuencias del cambio climático y la explotación indiscriminada de los bienes de la naturaleza. El Papa Francisco pretende alimentar todos los esfuerzos posibles -por parte de las instituciones políticas, las religiones, pero también apelando a la responsabilidad de cada individuo- para provocar una sacudida de cambio, en el sentido de un compromiso vital y constante en la dirección de la justicia, la atención a los más pobres y el cuidado de la casa común.
Timor Oriental será el tercer destino del viaje papal. Aquí se vivieron años de sufrimiento hasta la independencia, hace 25 años. El país ingresará en Asean el año que viene, pero persisten fuertes desequilibrios entre las periferias y el centro. ¿Qué mensaje traerá Francisco a este lugar donde fe e historia están inseparablemente entrelazadas?
Habiendo seguido personalmente a Timor Oriental durante los años en que fui funcionario de la Secretaría de Estado, fui testigo directo del sufrimiento que marcó su historia. Uno tenía la sensación de que era una situación completamente cerrada, estancada. Por eso, siempre he considerado lo que ocurrió hace 25 años, con la consecución de la independencia, como una especie de «milagro». La fe cristiana, que hace de Timor Oriental el primer país católico de Asia, desempeñó un papel decisivo para acompañar los esfuerzos hacia ese objetivo. Ahora pienso que la misma fe, también a través de una formación espiritual más profunda, debe animar a los timorenses en la transformación de la sociedad, superando las divisiones, luchando eficazmente contra la desigualdad y la pobreza, y contrarrestando fenómenos negativos como la violencia entre los grupos juveniles y la violación de la dignidad de la mujer. La presencia del Santo Padre supondrá sin duda un impulso decisivo en esta dirección.
La última etapa de este viaje será la ciudad-estado de Singapur, un lugar donde conviven en armonía diferentes religiones. ¿Cómo podría el Papa promover aún más el diálogo interreligioso y reforzar los lazos entre las diferentes comunidades del país?
Singapur, la última parada del largo viaje, es un ejemplo de coexistencia pacífica en la sociedad multicultural y multirreligiosa actual. Estamos en una ciudad-Estado que acoge a personas de todo el mundo, un mosaico de diferentes culturas y tradiciones religiosas y espirituales. El Papa Francisco se reunirá en particular con jóvenes comprometidos en el diálogo interreligioso, y a ellos les entregará el futuro de este viaje, para que se conviertan en protagonistas de un mundo más fraterno y pacífico.
¿Podría este viaje a Asia abrir otros puentes y reforzar aún más las relaciones entre la Santa Sede y los países asiáticos?
Para responder a esta pregunta, parto precisamente de Singapur, cuya población es mayoritariamente de etnia china y que, por tanto, constituye un lugar privilegiado para el diálogo con la cultura y el pueblo chinos en general. Indonesia, como ya se ha dicho, es el país musulmán más poblado: la visita a Yakarta puede constituir una ocasión propicia para un nuevo encuentro con el Islam, en su componente asiático, pero no sólo. Dos -pronto serán tres- de los países implicados en la visita papal son miembros de Asean, una comunidad que incluye también a otras naciones importantes de la zona como Vietnam y Myanmar. A todas estas realidades se dirige también la cercanía y el mensaje de paz que el Papa Francisco llevará durante este viaje.
En este momento de grandes tensiones internacionales debido a las guerras, en particular en Ucrania y Oriente Medio, esta visita es de hecho una semilla de esperanza, diálogo y fraternidad. ¿Cómo sensibilizar a la comunidad internacional y construir concretamente la paz en un mundo que parece dirigirse hacia el abismo?
Vuelvo al concepto de cercanía y proximidad antes mencionado. Para construir la paz, es necesario esforzarse por asumir aquellas actitudes que todo camino apostólico propone: encontrarse, mirarse a los ojos y hablarse con sinceridad. El encuentro directo, si se inspira en la búsqueda del bien común y no en intereses particulares y, al final, egoístas, puede abrir brecha incluso en los corazones más insensibles y endurecidos y hacer posible un diálogo respetuoso y constructivo.
Fuente: https://www.vaticannews.va/