Mons. René Leigue: “Soy persona de fe y soy ciudadano de este país, y como tal, tengo responsabilidad como persona de fe y como ciudadano”
Prensa CEB 13.04.2025 En la Catedral Metropolitana Basílica Menor San Lorenzo, la misa de Domingo de Ramos, fue presidida por Mons. René Leigue, Arzobispo Metropolitano de la Arquidiócesis de Santa Cruz de la Sierra.



Compartimos su homilía publicada por la Arquidiócesis de Santa Cruz de la Sierra:
Del juicio al perdón: reconocer nuestra incoherencia y volver al camino de la verdad
Homilía de Mons. René Leigue Césari
Arzobispo de la Arqudiócesis de Santa Cruz de la Sierra
Domingo de Ramos, Abril 13 de 2025
Entre pantallas y plegarias: la fe que nos une más allá de la distancia
Saludamos a los hermanos y hermanas que nos siguen por los medios de comunicación, las redes sociales, especialmente los del campo que no pueden participar en una misa así como la tenemos hoy en persona, pero sí por los medios pueden seguirnos. Hoy, en este Domingo de Ramos, empezamos la Semana Santa de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús, una semana muy importante, muy marcada para nosotros los católicos. Y creo que esto es, para cada uno de nosotros, una semana de oración intensa, una semana en la cual podamos ver, en este Jesús, lo que realmente somos nosotros: personas de fe, pero también personas muchas veces débiles para dejarnos llevar por otras cosas.
La historia se repite: la injusticia de ayer sigue siendo la de hoy
Hemos escuchado el Evangelio, creo que ahí no hay muchas cosas para decir. Todo lo que ha sido dicho en el Evangelio es lo que Jesús vivió, es lo que Jesús experimentó. Y pensar que, hace ya como 2000 y tantos años, la injusticia que Él vivió se sigue viviendo hoy en día. Lo experimentamos, lo vivimos.
Cuando el poder cierra los oídos: la verdad es silenciada por los prejuicios
Escuchamos en el Evangelio que Jesús ha sido acusado por cosas que Él no hizo, por cosas que ni se le pasaron por la mente, como alborotar al pueblo, como decían los testimonios: “Este hombre está alborotando al pueblo”, inventándose cosas solamente para acusarlo. Y las autoridades de ese tiempo también se dejaron llevar por aquellas cosas negativas que hablaban de Jesús.
La inocencia ignorada: cuando la verdad no basta para frenar la injusticia
La paradoja del perdón: preferir la liberación del culpable y condenar al inocente
Pero había gente que no quería ver a Jesús y gritaban: “¡Crucifícalo, que muera!” Pero, ¿por qué? ¿Cuál era el motivo por el cual ellos decían que muera? Creo que ni ellos mismos sabían, ¿no? Pero sí, ahí, ¿qué es lo que pedían? Que muera Jesús y que sea liberado Barrabás. Y el Evangelio dice: Barrabás era una persona de mala vida, por eso es que estaba ahí en la cárcel.
La justicia a medias: ¿hemos aprendido de la historia o repetimos los mismos errores?
Pero así son las cosas: Jesús, que no encontraban motivo para acusarlo, que muera, que sea crucificado; y esta persona, que tenía todo su delito cometido, que sea liberado. O sea, eso en el tiempo de Jesús. Y por eso les decía: hoy en día, ¿cómo estamos? ¿Hemos superado todo esto o seguimos viviendo lo mismo, eso que vivió Jesús?
La fe intermitente: reflexionar sobre nuestras contradicciones entre creencia y acción
Por eso les digo, ¿no? Semana para meditar, para reflexionar, para mirarnos a nosotros mismos, para mirar nuestro alrededor, para ver. A lo mejor somos nosotros esas personas también que, en un momento, estamos ahí, yendo adelante con mi fe: “es viva mi fe, es en Dios”. Pero a veces, por ciertas cosas que encuentro en el camino, que a lo mejor me entusiasman más que seguir a Dios, niego mi fe y niego a Dios.
La fe perdida y recuperada: cuando las pruebas de la vida nos alejan de Dios
Y también me vuelvo como este grupo que grita: “¡Crucifícalo!” ¿A cuántas personas nos encontramos a veces en el camino que, por ciertos motivos de la vida, dicen: “Yo antes tenía fe, antes creía en Dios, pero por estas cosas que no conseguí, o por estas cosas que me pasaron, o por esto que Dios no me dio, me he alejado de Él”? ¿Cuántas personas no encontramos así? Que a lo mejor a alguno de ustedes también le ha pasado eso y ahora han vuelto.
La fe intermitente y el riesgo de negarlo todo cuando no entendemos el silencio de Dios
La culpa mal dirigida: ¿quién es el responsable de nuestro sufrimiento?
Pero, ¿qué culpa tiene Dios en todo esto? ¿Tiene alguna culpa? ¿O seguimos nosotros también acusando a Jesús, el inocente, por las cosas que nos pasan a nosotros? ¿No seguimos acusándolo a Jesús todavía en este tiempo?
La fe vacía: la contradicción entre las palabras y las obras
¿Y no seguimos pensando que personas que, a lo mejor, tienen todo, tienen el derecho a volver al camino correcto? Pero todo eso tiene un tiempo, ¿no? Pero mientras tanto están ahí, están ahí, y dicen que son personas de fe, pero no lo demuestran con sus obras, no lo demuestran con su vida.
La identidad dividida: reconciliar nuestra fe con nuestra responsabilidad como ciudadanos
Entonces, aquí preguntemos: ¿con qué grupo me identifico yo? ¿Con esos acusadores que acusan a los inocentes o con aquellos que quieren sacar a esa persona inocente del momento que viven? ¿Con qué grupo estoy? Y somos nosotros, ¿no? Persona de fe y ciudadano de este país. No se olviden de eso. No podemos dividirnos, no podemos dividir nuestra fe. Soy persona de fe y soy ciudadano de este país, y como tal, tengo responsabilidad como persona de fe y como ciudadano también.
Fe y coherencia: evitar el arrepentimiento tardío que nace de la omisión
No podemos dividirnos, no podemos decir: “Como yo soy persona de fe, no puedo hacer estas cosas de acá”, o “como estoy metido al otro lado, no puedo meterme acá”. No podemos hacer eso, porque somos la misma persona. Somos la misma persona. Eso es lo que les pasa, a lo mejor, a este grupo, ¿no? Que acusan, pero que después estaban arrepentidos. También volvieron, salieron de ahí golpeándose el pecho, diciendo: “Verdaderamente, este hombre era inocente”. Al final, cuando ya lo mataron. ¿No se podía pensar eso antes? Son cosas, ¿no?, que nos dejamos llevar por el momento, y cuando ya pasa todo lo que pasó, sí nos damos cuenta de que no deberíamos haber hecho eso.
El llamado al perdón nace del reconocimiento de nuestras propias faltas
Este es el grupo que estaba con Jesús, este es el grupo que lo acusaba. Jesús invita, ¿verdad?, esta semana a que podamos pensar nosotros, reflexionar, a lo mejor también —¿y por qué no?— pedir perdón, si somos de esas personas que acusamos o pensamos mal de las personas.
La palabra injusta también crucifica: el daño que no vuelve atrás
Y no solamente pensamos mal, sino que decimos cosas, y cuando se dice cosas de alguien, eso ya no vuelve atrás. Frente a todos los medios de comunicación, las redes sociales, queda uno marcado por eso, a veces siendo inocente, como Jesús. Eso es lo que no tenemos que hacer, no tenemos que caer en esto.
Semana Santa: Una semana para examinar el corazón y las intenciones
Porque esta semana es para reflexionar, a ver: ¿qué estoy haciendo? ¿Estoy actuando bien? ¿Estoy haciendo bien las cosas, como Dios me pide, como Dios espera de mí, como persona de fe que soy, como católico que soy? ¿O me estoy dejando llevar por otras cosas simplemente humanas, o porque me interesa a mí, o porque me conviene nada más?
Volver al camino justo y renunciar al juicio fácil
Pidámosle al Señor que nos ayude, que nos dé esa capacidad de poder volver al camino correcto, de no ser personas que nos dejamos llevar por el momento y acusamos a personas inocentes. O a lo mejor también destruimos a personas que han hecho algo mal. ¿Y quiénes somos nosotros para juzgar? Jesús mismo nos ha dicho: “El que no haya cometido ningún pecado, que tire la primera piedra.” ¿Quién de nosotros no ha cometido algún error? ¿Quién de nosotros no tiene pecado? Entonces, si esto lo vemos así, ¿quiénes somos nosotros para juzgar a otro? A esto nos llama hoy la reflexión, a esto nos llama seguir esta lectura de hoy. Que el Señor, de verdad, en esta semana, nos dé esa capacidad de poder mirar nuestra vida, o también pedir perdón. Eso es lo que Él espera de nosotros.
Así sea.

Fuente: Arquidiócesis de Santa Cruz de la Sierra
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