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Mons. Flock: “Queridos hermanos, tengamos cuidado de los ciegos que quieren eternizarse en el poder y esclavizar a los demás”

Prensa CEB 4.09.2022.- Monseñor Robert Herman Flock, Obispo de San Ignacio de Velasco, desde la Iglesia Catedral San Ignacio de Loyola, en su homilía titulada “Conocer los designios de Dios, su Cosmovisión”, explicó que la cosmovisión, “se refiere a la manera que comprendemos el universo y nuestro lugar dentro de ello. Aunque podemos valorar las cosmovisiones desarrolladas en épocas ancestrales, cualquier pueblo que intenta orientar su vida y cultura, encerrándose en esas cosmovisiones, se hace obsoleto”.

Dirigiéndose a los feligreses asistentes este domingo dijo que no se puede volver a los tiempos en que se ignoró los conocimientos científicos adquiridos, “por ejemplo, cómo funciona un virus y las vacunas para enfrentarlos. Defenderse en el mundo de hoy requiere una gran comprensión de la ciencia y de la informática”.

En este marco, recordó las palabras del vicepresidente del Estado Plurinacional de Bolivia, quien indicaba “que para tener una preparación política “No es necesario ir a la universidad, porque en las universidades no te van a enseñar en lo que va a despertar a nuestros jóvenes, no les conviene”, es un engaño total. Pero no sorprende, pues las dictaduras tienen miedo a los intelectuales que sean capaces de cuestionar sus imposiciones. Más bien, hoy necesitamos líderes con la mayor preparación posible, tanto en las ciencias como en lo que significa la ética y, por cierto, algo de sabiduría”, exhortó monseñor Flock.

A continuación la Homilía completa de Monseñor Robert Herman Flock

Domingo 23 del Tiempo Ordinario – 4 de septiembre de 2022

«Conocer los designios de Dios, Su cosmovisión«

Queridos hermanos,

“¿Qué hombre puede conocer los designios de Dios o hacerse una idea de lo que quiere el Señor?” Así preguntó, hace dos mil años, el autor del libro de la Sabiduría. Observa que, con nuestro cuerpo corruptible, y las muchas preocupaciones de esta vida mortal, nuestras conclusiones suelen ser precarias y poco confiables. A esto se podría añadir el efecto del pecado y las tentaciones del demonio que en todo momento quiere confundirnos y alejarnos de Dios.

Escrito aproximadamente un siglo antes de Cristo, cuando todavía no existían telescopios, mucho menos cohetes para ir a la luna, satélites artificiales y sondas espaciales, el autor preguntó: “¿Quién ha explorado lo que está en el cielo?” Hoy, sabemos que nuestro sol es solamente una estrella entre aproximadamente cien mil millones de estrellas de nuestra galaxia, llamada la Vía Láctea, y que nuestra galaxia es una de por lo menos cien mil millones de galaxias.

Sabemos que las galaxias tienen en su centro una estrella tan masiva que su gravedad no permite escapar la luz visible, por eso son denominados “agujeros negros”. Se los puede detectar por sus otras formas de radiación y porque su gravedad afecta todo, incluso la luz qué pasa de costado. Con el nuevo telescopio espacial, James Webb, hemos detectado un par de agujeros negros que están por colisionar y fusionarse en los próximos tres años. Sin embargo, cómo está a una distancia de mil millones de años luz, en realidad, aquella colisión cósmica ya sucedió mucho antes que había dinosaurios en la tierra.

Los conocimientos científicos han cambiado por completo nuestras cosmovisiones. Esa palabra, “cosmovisión”, se refiere a la manera que comprendemos el universo y nuestro lugar dentro de ello. Aunque podemos valorar las cosmovisiones desarrolladas en épocas ancestrales, cualquier pueblo que intenta orientar su vida y cultura, encerrándose en esas cosmovisiones, se hace obsoleto. No podemos volver a un tiempo en que ignoramos los conocimientos científicos adquiridos, por ejemplo, cómo funciona un virus y las vacunas para enfrentarlos. Defenderse en el mundo de hoy requiere una gran comprensión de la ciencia y de la informática.

Decir, como hizo el vicepresidente del Estado Plurinacional hace un mes, que para tener una preparación política que “No es necesario ir a la universidad, porque en las universidades no te van a enseñar en lo que va a despertar a nuestros jóvenes, no les conviene”, es un engaño total. Pero no sorprende, pues las dictaduras tienen miedo a los intelectuales que sean capaces de cuestionar sus imposiciones. Más bien, hoy necesitamos líderes con la mayor preparación posible, tanto en las ciencias como en lo que significa la ética y, por cierto, algo de sabiduría.

Conviene retornar a las preguntas tan antiguas, pero todavía válidas del Libro de la Sabiduría: “¿Y quién, Señor, habría conocido tu voluntad si Tu mismo no hubieras dado la Sabiduría y enviado desde lo alto tu espíritu?” Evidentemente, la respuesta a esta pregunta, depende en qué universidad o ambiente lo haces, y desde qué cosmovisión. Esa pregunta requiere la actitud del creyente. También es obvio que, a muchos, especialmente a muchos políticos, no les conviene hacer esta pregunta, porque la voluntad de nuestro Creador interfiere con sus propios planes.

De todas maneras, nosotros podemos conocer la voluntad divina porque Dios la ha revelado. Hay dos maneras fundamentales para este conocimiento. El primero está en los principios éticos que son prácticamente comunes a toda la humanidad, aún en tiempos antiguos. Nuestra existencia y nuestra vida nos enseñan grandes valores que, de hecho, encontramos en las cosmovisiones ancestrales de todos los pueblos, como el valor de la vida, la necesidad de justicia y la misma existencia de Dios. Es un conocimiento incompleto y precaria, como dice el libro de la Sabiduría, porque nuestra condición humana es limitada, mortal y corruptible.

Por esto, Dios no nos deja así para adivinar su voluntad. Lo comunica. Como explica la Carta a los Hebreos: “Después de haber hablado antiguamente a nuestros padres por medio de los Profetas, en muchas ocasiones y de diversas maneras, ahora, en este tiempo final, Dios nos habló por medio de su Hijo, a quien constituyó heredero de todas las cosas y por quien hizo el mundo.” (Hb 1,1).

Jesús nos reveló la voluntad de Dios de una manera sencilla pero clarísima. Su sabiduría fue tan evidente y atractiva que congregaban multitudes, esto en un tiempo en que no había medios modernos de comunicación, ni universidades. No solo enseñó lo que Dios quiere, por ejemplo, amar al prójimo, y hasta el enemigo; también nos mostró cuanto Dios nos ama a nosotros. Si queremos saber qué piensa Dios, y cuáles son sus designios, basta fijarse en Jesucristo.

Jesús quiere que, en esta vida, no seamos como ciegos guiando a ciegos; como los que dicen que no se debe estudiar. Jesús quiere que seamos sus discípulos, y que, con su ayuda y su gracia, podamos todos vivir y convivir con dignidad. “He venido para que tengan vida y la tengan en abundancia” (Jn 10,10). Así nos invita a una cosmovisión cristiana.

Lamentablemente, Jesús y su sabiduría, por lo que viene con una autoridad divina, por encima de cualquier otra sabiduría o poder humano, es una amenaza para quienes no quieren someterse. Por eso lo crucificaron. Por eso hay persecución contra sus discípulos, como actualmente en Nicaragua. Así, Jesús nos dice con toda claridad, “El que no carga con su cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo”.

Queridos hermanos, tengamos cuidado de los ciegos que quieren eternizarse en el poder y esclavizar a los demás. Pero que no tengamos miedo por la cruz; pues Dios no resucitó a César. Resucito a Jesucristo y lo ha constituido Señor y Salvador.

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